Además de ser uno de los mejores directores del mundo, Bong Joon Ho es también un confeso cinéfilo con un amplio y profundo conocimiento sobre el mundo del cine. Hace unos días, el director compartió varias de sus películas favoritas y dejó claro que su perspectiva sobre el universo cinematográfico es tan rica y diversa como para ser analizada con atención. De modo que te dejamos quince de las recomendaciones del realizador surcoreano que puedes disfrutar para paliar el tedio de la cuarentena o solo para ampliar tus conocimientos sobre el séptimo arte, influencias de las que bebe Parasite.
The 400 Blows, de Francois Truffaut (1959)
En palabras de Bong se trata de “el debut cinematográfico más bello de la historia del cine”. Este drama adulto, profundamente sentido y emocional, protagonizado por un asombroso Jean-Pierre Léaud es una mirada delicada sobre la manera en que nuestra cultura reflexiona sobre el miedo, los primeros años de la madurez y los pequeños dolores existenciales. ¿Un hecho curioso? También es una de las favoritas de Martin Scorsese.
The Ballad of Narayama, de Keisuke Kinoshita (1958)
Este drama japonés de 1958 es un recorrido por la pobreza, los dolores de la marginación y la vejez como metáfora de la crueldad espiritual. En manos menos hábiles que las de Kinoshita, el argumento de una mujer destinada a morir por una despiadada tradición, habría terminado por ser un melodrama lacrimógeno y confuso. Pero el director logra una extraña mezcla de fatalismo y delicadeza que aun conmueve hasta las lágrimas.
Being John Malkovich, de Spike Jonze (1999)
Esta delirante visión sobre la identidad y la vanidad se convirtió en el extraordinario debut de Jonze, en una de las películas más extravagante del siglo pasado. Con su ritmo pausado y por momentos confusos, la alegoría sobre la egolatría contemporánea asombró por su durísima versión sobre el dolor y el desarraigo, además de su extraña combinación de comedia y drama amargo. Una lección de cine existencialista que vale la pena revisar.
A City of Sadness, de Hou Hsiao-hsien (1989)
Este duro drama que muestra los poco conocidos sucesos sobre el llamado período de Terror Blanco de 1947, durante el cual el gobierno de Kuomintang de China mató a miles de intelectuales y disidentes es quizás uno de los films más poderosos sobre la mirada contemporánea al genocidio y los crímenes cometidos por el poder. Bong la considera además un recorrido durísimo por crímenes “perdidos en la memoria de la historia”.
Cure, de Kiyoshi Kurosawa (1997)
Según Bong, este drama policial oscuro y claustrofóbico es una de las películas con mayor influencia en su carrera como director, lo cual es notorio al analizar este argumento retorcido sobre una ola de asesinatos, en que los perpetradores apenas recuerdan las atrocidades que cometieron. Con escenas lóbregas y una puesta en escena recargada y abrumadora, es una colección de pequeños horrores visuales que te desconcertará desde la primera secuencia.
Fanny y Alexander, de Ingmar Bergman (1982)
Este drama histórico de alta factura y dramáticos giros de guion es la última película de Bergman y también, una de las miradas más dolorosas y profundas sobre el sufrimiento humano en momentos de especial dureza. Alabada por su exquisita y elegante puesta en escena, tensión argumental y actuaciones, le valió a Bergman una nominación al Oscar al Mejor Director, uno de los seis Oscar por los que la película compitió en la edición 56 de los Premios de la Academia. Al final, la obra obtuvo el premio en la categoría a la Mejor Película en Lengua Extranjera, junto con los Oscar a Dirección de Arte, Diseño de Vestuario y Fotografía.
Fargo, Joel y Ethan Coen (1996)
Durante buena parte del año pasado no faltaron críticos que señalaron los obvios puntos en común entre la obra de los hermanos Cohen y Parasite, con sobrados motivos para hacerlo. Bong se inspiró de manera notoria en la mirada cínica, dura y burlona de los directores en su película más sardónica, para los momentos más dolorosos y espeluznantes de su galardonado film, algo que el surcorenado terminó por admitir en varias entrevistas. Al final, los áridos e interminables planos nevados de los Cohen son una metáfora de la oscuridad de la mente humana tan válida como la hermosa y al final trágica casa imaginada por Bong como centro de una despiadada crítica social y cultural.
The Great Escape, de John Sturges
Para Bong se trata de una de las grandes películas de acción de la historia y razones no le faltan para creerlo: con Steve McQueen a la cabeza, esta tragedia que también es una reflexión sobre la supervivencia es una mezcla de géneros exitosa pero sobre todo, profundamente intuitiva. Las grandes escenas de acción se mezclan con cierto aire de melancolía que al final, convierten al argumento en un recorrido esencial por la forma en que comprendemos el cine.
The Housemaid, de Kim Ki-young (1960)
Durante la campaña de promoción de Parasite, Bong insistió en más de una ocasión que este drama en que una empleada doméstica agrede de manera invisible y cruel a la familia para quien trabaja no solo había influenciado su película, sino además le brindó una poderosa capacidad para crear y construir una idea profunda sobre el resentimiento, la tensión entre clases y la privacidad vulnerada. “Es un melodrama criminal inspirado en un evento real que Kim leyó en un periódico”, dijo Bong una vez al Criterion durante una entrevista. “Trata de manera sagaz los deseos sexuales de las mujeres y la sociedad coreana de la época y las clases sociales cambiantes. Hace un gran trabajo al describir eso”.
Intentions Of Murder, de Shohei Imamura (1964)
Esta combinación de thriller sexual y algo más amargo. Es quizás una de las más duras reflexiones sobre la lujuria, el miedo y la necesidad de control llevadas a la pantalla grande. Shohei Imamura encontró un perfecto equilibrio entre una oscuridad mental apenas sugerida y la perversión convertida en una forma de expresión de la naturaleza humana.
Io Island, de Kim Ki-young (1997)
Este curioso juego de identidades en la que un hombre debe enfrentar un juicio por asesinar a un desconocido con su mismo nombre es una reinvención inquietante sobre la personalidad escindida, la búsqueda del yo lóbrego y otras tantas versiones sobre la naturaleza dual del individuo. Con un espléndido guion lleno de sorpresas y una puesta en escena sobria y brillante, la película brillante y quizás, una de las mejores de la prolífica carrera de su director.
Life Is Sweet, de Mike Leigh (1992)
A la película se le ha llamado un entramado de escenas tragicómicas, aunque quizás lo que mejor la describa es su capacidad para crear una perfecta correlación entre el humor y el dolor en un argumento tan tramposo como brillante. Una espléndida concepción sobre el bien y el mal en un aparente escenario cotidiano.
Lola Montes, de Max Ophlus (1955)
Este romance histórico de uno de los más singulares directores alemanes es un recorrido por un mundo opulento, decadente y brillante, que esconde bajo el oropel una inquietante oscuridad. Por supuesto, no resulta extraño que Bong la considere de inestimable valor argumental y cinematográfico.
Mad Max: Fury Road, de George Miller (2015)
Visualmente asombrosa y con una audacia que pocas veces llega a la pantalla grande, la reinvención de Miller sobre el héroe de la carretera es también una de las mejores películas de acción de todos los tiempos, o al menos, lo es para Bong que confesó a Variety e IndieWire: “Soy un fanático loco de la película (…) Lloré viéndola cuando los autos son arrastrados hacia la tormenta de arena y la música se intensifica. Sentí que mi alma también se estaba intensificando y los ojos se me llenaron de lágrimas” confesó el director con una sincera admiración.
The Man Who Fell to Earth, de Nicolas Roeg (1976)
Fresca y juvenil, la película de Roeg aun resulta intrigante en la actualidad con su extraña versión de una visita alienígena con un alto contenido filosófico. Por supuesto, la mayor atracción del argumento es un Bowie extraordinario, en su primer papel para el cine y demostrando que no necesita otra cosa que su extraña sonrisa torcida para demostrar su insólita cualidad etérea.
Midsommar, de Ari Aster (2019)
Con su estética brillante que desafía los límites autoimpuestos del género de terror, la película de Ari Aster continúa asombrando al director surcoreano por su rarísima versión del miedo y los horrores ocultos en la apariencia de lo cotidiano. “Conocí a Ari Aster una vez en Nueva York”, dijo Bong a la revista a Vanity Fair el año pasado “Es un tipo único. Amo su talento “.