Las mentiras no son un invento de las redes sociales. Son mucho más antiguas. Sin embargo, sí que es cierto que desde que Twitter, Facebook y otras plataformas similares llegaron a nuestras vidas, nos topamos mucho más rápido con los mentirosos. Puede tratarse simplemente de personas que se dedican a lanzar bulos o fakenews, como los que hemos visto durante la pandemia de coronavirus. Pero también hay usuarios de redes sociales que las usan para mostrar una vida que realmente no es la suya.

Pueden ser mentiras aisladas o todo un entramado en el que, finalmente, la persona en cuestión no es quién dice ser. Continuamente se destapan casos de este tipo en redes sociales, desde hombres que fingen ser amas de casa, hasta personas que mienten con su trabajo, estafadores de Tinder como bien retrató la serie de Netflix y pasando por usuarios que lanzan alguna publicación falsa para despertar el cariño o el apoyo de sus seguidores. 

¿Pero por qué lo hacen? ¿Qué es lo que convierte las redes sociales en un caldo de cultivo perfecto para mentiras y mentirosos? Lo cierto es que, al igual que ocurre con los bulos, quizás sea la inmediatez, pero también el anonimato. Es mucho más difícil pillar a un mentiroso que se esconde detrás de una pantalla. De todos modos, hay más causas y, por supuesto, la psicología es la disciplina que tiene la explicación más acertada sobre ellas. 

Radiografía a un mentiroso compulsivo en redes sociales

Más allá de las redes sociales, las personas que tienden a rodear su vida de mentiras, suelen conocerse como mentirosos compulsivos. El trastorno que se dice que padecen, conocido como mitomanía, ha sido muy discutido por los expertos con el paso de los años. Si indagamos en la literatura científica, veremos multitud de estudios de mediados del siglo XX, en los que se analizan casos concretos de personas con esta supuesta enfermedad mental. Sin embargo, a día de hoy no se encuentra en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V), por lo que no se le puede considerar como tal.

De hecho, en este último solo se hace referencia a las mentiras como parte de otros trastornos, como la ludopatía o el trastorno de la conducta. En ambos casos, se usan las mentiras como herramientas para ocultar la obsesión por el juego, en el primer caso, o para obtener beneficios o evitar obligaciones en el segundo. Pero no se hace referencia a un trastorno que consiste únicamente en mentir compulsivamente.

La mitomanía no está incluida en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V)

Aun así, a lo largo de la historia han existido numerosos personajes considerados como mentirosos compulsivos. Incluso mucho antes de que existieran las redes sociales. Un buen ejemplo de ello es el médico y escritor francés Louis-Ferdinand Céline. Su historia es muy curiosa, pues fue considerado un héroe durante la Primera Guerra Mundial, pero un traidor en la Segunda, al declararse abiertamente antisemita y abrirse a colaborar con la Alemania nazi.

Por este motivo, tras el fin de la contienda fue declarado desgracia nacional en su país y se vio obligado a exiliarse en Dinamarca. En 1951 se le concedió la amnistía y pudo volver a Francia. Sin embargo, su trabajo como escritor se vio seriamente perjudicado por su fama de traidor. Y ahí fue donde empezaron las mentiras. Puesto que fue la Primera Guerra Mundial la que le dio su fama de héroe en un principio, decidió aliñar la historia con más heridas y lesiones, algunas de ellas crónicas. 

Como buen médico, tenía conocimientos suficientes para hacer creíble su historia. Sin embargo, durante mucho tiempo se ha sospechado que algunas de sus heridas no eran más que una invención. De hecho, en 2018 dos neurocientíficos y una historiadora publicaron un estudio basado en los registros médicos de la época en el que se sacan a la luz algunas de sus mentiras.

Esto es lo que podemos ver en las redes sociales. Hoy en día sigue habiendo historias como la de Céline. Pero la diferencia es que no se difunden en novelas, sino en redes sociales. Eso las hace llegar mucho más lejos; aunque, bien visto, también aumenta las posibilidades de que sean descubiertas. Al fin y al cabo, con todo lo que contamos en redes sociales, se hace complicado mantener una historia consistente. Pero, volviendo a los mentirosos compulsivos, si no podemos hablar de una enfermedad mental, ¿qué les pasa?

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La deshonestidad en el cerebro

Ya hemos visto que la mitomanía no se considera un trastorno. Aunque la tendencia a mentir de forma compulsiva sí que puede formar parte de otros trastornos. Por eso, alguien en esta situación debería siempre buscar ayuda psicológica. 

Lo que sí es cierto es que hay personas más o menos honestas. Y que esa deshonestidad, según algunos estudios, puede detectarse en el cerebro

Lo que sí es cierto es que hay personas más o menos honestas. Y que esa deshonestidad, según algunos estudios, puede detectarse en el cerebro. Por ejemplo, en una investigación publicada en 2019 por científicos procedentes de Alemania y China, se analizó la honestidad de un grupo de voluntarios mediante un curioso experimento. En él participaron 37 voluntarios, que tenían que informar sobre una serie de colores. Previamente se les dijo que si mentían sobre la tonalidad podrían tener beneficios económicos. Sin embargo, si les pillaban mintiendo serían penalizados. Se vio que algunos individuos eran mucho más tendentes a las mentiras, pues tenían un tiempo de respuesta mucho más corto a la hora de optar por la información falsa. 

Esto se comprobó también mediante resonancia magnética de sus cerebros. “El caudado izquierdo, la corteza prefrontal ventromedial (vmPFC), el giro frontal inferior derecho (IFG) y la corteza prefrontal dorsolateral izquierda (dlPFC) fueron regiones clave que reflejan las diferencias individuales en la toma de decisiones deshonestas”. Por lo tanto, se podría decir que la mentira está también en el cerebro, independientemente de si se puede considerar algo patológico o no. Y vayamos ya al quid de la cuestión. ¿Qué tienen las redes sociales que les gusta tanto a los mentirosos?

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La inmediatez de las mentiras sumada a la de las redes sociales

Decía Jonathan Swift, el autor de Los Viajes de Gulliver, que “la falsedad vuela y la verdad viene cojeando detrás de ella”. Con ello hacía referencia a que las mentiras se difunden mucho más deprisa que la información veraz y contrastada. 

A eso, además, hay que sumarle la velocidad con la que se transmite la información, falsa o no, a través de las redes sociales. Es algo aplicable a los bulos, pero también a las vidas inventadas de muchos usuarios.

Las mentiras se difunden mucho más deprisa que la verdad, incluso sin redes sociales

Y no son pocos casos precisamente. Según una encuesta realizada por la agencia británica Custard, solo el 18% de los hombres y el 19% de las mujeres que usan Facebook pueden asegurar que su perfil es un fiel reflejo de quiénes son. No siempre se trata de mentiras. A veces, lo que ocurre es que se omite esa parte menos llamativa que todos tenemos en nuestra vida. De hecho, el 32% aseguró que solo compartían los aspectos no aburridos de sus vidas. No podemos decir que eso sea mentir. Al fin y al cabo, las redes sociales, sobre todo aquellas más basadas en la imagen, como Instagram, suelen ser una fuente inagotable de postureo. 

Pero la cosa puede ir más allá. Esto, según explicó en un artículo para Psychology Today la psicóloga Cortney S. Warren, se debe a que los humanos somos animales sociales. “De acuerdo con algunas de las teorías más prominentes de la naturaleza humana y un gran cuerpo de investigación, la interacción social y el sentimiento de pertenencia a una comunidad son dos de los predictores más importantes de la salud psicológica y física”, relata la experta. “Dada nuestra naturaleza social, queremos sentirnos conectados con las personas y al tanto de nuestros amigos, familiares e incluso celebridades”. Esa es la razón de ser de las redes sociales. Pero también la explicación principal a las mentiras de algunos usuarios. 

Y es que es cierto que algunos mentirosos pueden usar las redes sociales para intentar estafar a las personas y ganar dinero a su costa. Pero otros simplemente buscan reconocimiento o atención. Básicamente, establecer lazos con un grupo social. Si por diferentes motivos consideran que su vida no es suficientemente interesante para establecer esas relaciones, pueden optar por mentir. Sobre todo si son tendentes a esa deshonestidad medida en el estudio de japoneses y alemanes.

Por otro lado, Warren explica que por ser seres sociales a menudo los humanos tendemos a pensar que los demás siempre son honestos con nosotros. “La confianza es esencial para el desarrollo de nuestros sentimientos de seguridad y protección”. Eso también es un aliciente para que algunas personas viertan sus mentiras en las redes sociales. Al fin y al cabo, sus seguidores pensarán por defecto que están diciendo la verdad. 

En definitiva, se trata de un abuso de confianza, que no solo se aprovecha en las redes sociales. Es exactamente lo mismo que hizo Céline en sus crónicas y libros. Lo mismo que hacen quienes inician campañas con el fin de recaudar fondos para ayudar a un enfermo que no existe o que no está tan grave. Con redes o sin ellas, todo se resume a un abuso de la confianza que los seres humanos tenemos por defecto para sentirnos seguros. Es natural e intrínseco a nuestra especie, pero eso no lo hace menos indeseable. 

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