Todo lo que narra el documental El estafador de Tinder de Netflix tiene cierto aire a película de suspense. En especial porque su directora Felicity Morris pone especial hincapié en analizar el tema desde su punto más inquietante. El hecho de que un hombre pudo construir un sistema casi infalible para estafar. Uno que le permitió llevar un tren de vida de lujos por más de veinte años y escapar de la ley. 

No obstante, lo más asombroso es que el documental narra un hecho real. Los crímenes de Simon Leviev activaron las alarmas legales en más de cinco países. Una ardua investigación descubrió un sofisticado mecanismo de estafa. Pero además, el hecho de que el estafador había creado una estructura capaz de pasar desapercibida en docenas de ocasiones. 

Pero Morris hace más hincapié en las víctimas. Y en especial, en que la estafa no es la consecuencia de errores de juicio o errores de las afectadas. El Estafador de Tinder muestra paso a paso la estructura de un desfalco cuidadosamente construido a través de dos décadas. Simon Leviev dedicó un especial esfuerzo en crear un entorno creíble, para desfalcar en varias formas distintas. De hecho, el criminal nacido como Shimon Hayut cambió su nombre para beneficiar su red criminal. Antes de los veinte años, pasó a llamarse Simon Leviev para sugerir un falso parentesco con el magnate de la joyería, Lev Leviev. 

Pero incluso, la red de manipulación criminal creada por Hayut va más allá. Desde su juventud, acumuló delitos como robo de cheques, compra ilícita de vehículos y estafa a un compañero de clase. Debido a todo lo anterior, en el 2011 fue acusado de robo, falsificación y fraude en su natal Israel. Pero antes de que comenzara el juicio, logró huir a Finlandia. A partir de ahí, comenzó a usar formalmente el nombre de Simon Leviev y a utilizar apps de citas como Tinder para sus desfalcos. 

Los crímenes y la manipulación 

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Morris comienza el documental con el testimonio de Cecilie Fjellhøy, que de alguna forma permite narrar el modus operandi de Leviev con cuidado. Fjellhøy explica a detalle cómo conoció al criminal a través de Tinder. El documental tiene especial cuidado en analizar el hecho que se trató de una puesta en escena orquestada con precisión. Más allá de eso, toda la actuación de Leviev estaba configurada en construir una base de confianza emocional y de manipulación en varias dimensiones distintas.

La víctima recibió invitaciones a vuelos privados, cenas lujosas y después tuvo la oportunidad de conocer al entorno privado de Leviev. Desde su socio, hasta su ex pareja e incluso su hija. El criminal cubrió cada espacio posible hasta ganar la confianza de Fjellhøy. Y quizás, uno de los puntos fuertes de “El Estafador de Tinder” es hace un recorrido detallado por la forma en que el criminal creó un entorno basado en la confianza y la manipulación emocional.

El documental logra construir una percepción intuitiva e ingeniosa sobre el modus operandi del criminal

Fjellhøy cuenta cómo la relación avanzó de forma rápida y casi natural, hasta convertirse en un romance con posibilidades de futuro. Leviev utilizó un despliegue de recursos para demostrar que no solo era un hombre adinerado, sino también uno dispuesto al compromiso. El documental profundiza en la estructura del delito, en la forma que Leviev elaboró un sistema casi infalible. Para cuando llegó la estafa, Fjellhøy se encontró en medio de una relación y una situación impredecible. Leviev utilizó a la víctima para obtener dinero y además para sufragar sus gastos para establecer un sistema piramidal de crímenes consecutivos.

Estafador de Tinder

Es entonces cuando El estafador de Tinder utiliza sus mejores armas narrativas. Con una pulcra precisión que sorprende, Morris logra unir los hilos de las circunstancias que ocurren en paralelo. Porque la complicada situación que atravesaba Fjellhøy, también la vivía al mismo tiempo Pernilla Sjöholm y Ayleen Charlotte. Cada una de las víctimas había atravesado el mismo proceso de manipulación y explotación. El documental logra construir una percepción intuitiva e ingeniosa sobre el modus operandi del criminal. Pero más que eso, también demostrar que lo ocurrido es una pieza en un sistema que funcionó con siniestra pulcritud en más de un ocasión.

Morris muestra no solo el punto de vista de las víctimas. También de periodistas y policías, hasta demostrar la complicada red de interconexiones de información y recursos a su disposición. Para cuando finalmente las víctimas pudieron comprender qué ocurría, Leviev había creado un mecanismo de diseño criminal puntual. Uno que incluía desde el control emocional, la explotación monetaria, hasta la imposibilidad que la ley pudiera rastrearle. El documental transcurre entonces en tres voces y muestra el amplio espacio que recorrió el estafador hasta crear un sistema infalible. Una de las reflexiones más dolorosas del documental. 

Al final, el dolor del riesgo en El Estafador de Tinder

Estafador de Tinder

Para las víctimas, la única forma de justicia a la que pueden aspirar es hacer público su caso. Y de hecho, el último tramo del documental dedica a mostrar que su misma existencia como registro, forma parte de esa búsqueda de resolución. Aunque Simon Leviev tenía cargos criminales ante los gobiernos de Israel, Alemania, Suecia, Inglaterra, Noruega y Dinamarca, jamás fue enjuiciado. Apenas en julio del 2019, le detuvieron en Grecia por uso de pasaporte falso. 

El documental El estafador de Tinder termina con una nota amarga. Su rápido y brillante recorrido por un tipo de crimen sofisticado y peligroso no conduce a la justicia. Leviev fue declarado culpable en Israel por robo, fraude y falsificación de documentos y recibió una condena de apenas quince meses. Al final, el criminal fue excarcelado después de cumplir apenas cinco meses de prisión. 

En la actualidad, el criminal está libre y sus víctimas luchan por pagar las enormes deudas que contrajeron en su nombre. Miller no trata de ocultar que el largo trayecto para encarcelar a Leviev terminó por ser tan inútil como frustrante. Y quizás ese sea uno de los puntos altos de la producción. Mostrar que la realidad puede ser amarga y sin indicios de un final justo. Una pieza mal encajada en un duro mecanismo de violencia que las víctimas todavía llevan a cuestas.