“El día que tengamos todos los dólares iremos a Estados Unidos con la guita de ellos y nos van a tener que entregar el país. Yo no sé cómo los yanquis, que son tan vivos, no se dan cuenta del peligro que están corriendo con nosotros”. Año 1962. El humorista Tato Bores desplegaba uno de sus habituales monólogos, con ese estilo tan particular y vertiginoso que marcó durante décadas la forma de hacer televisión en Argentina. Y con ese plan maestro para comprarles el país a los estadounidenses no hacía más que exponer la obsesión de los argentinos con el dólar, que 60 años después sigue tan vigente como entonces.
Una conducta que no se reduce a un capricho, sino a la necesidad de protegerse de la inflación y la devaluación, los males históricos de la economía nacional. Y si bien siempre han existido los especuladores, el común de la gente que ha recurrido a la moneda norteamericana lo ha hecho por la necesidad de preservar sus ingresos. La gran diferencia que podemos apreciar con el paso del tiempo, especialmente en los últimos años, es más tecnológica que cultural: las personas han encontrado una alternativa al dólar en las stablecoins, y a las casas de cambio en el P2P y los exchanges de criptomonedas.
Sin dudas es un tema muy interesante y que nos permite ver a las criptos desde una óptica diferente. Aquí no estamos para discutir si Bitcoin y Ethereum son legítimos, o si se utilizan como elementos de especulación con los que se pretende instalar la idea de hacerse ricos sin esfuerzo. No. Lo que vamos a explicar es cómo las stablecoins están permitiendo que personas en países con economías extremadamente vulnerables, como Argentina, puedan proteger su dinero para que ya no pierda valor, sin importar las restricciones gubernamentales.
Primero, un poco de historia
Antes de avanzar con las stablecoins y su impacto en Argentina, necesitamos contexto. Mi intención no es que esto se convierta en una clase de historia, pero es necesario exponer algunos datos importantes para comprender bien el panorama.
Actualmente la moneda de curso legal en Argentina es el peso. En su momento también se lo conoció como Peso Convertible porque su implementación se dio en 1992 bajo la ley de convertibilidad, que estipulaba que 1 peso equivalía a 1 dólar. Sin embargo, la época del "1 a 1" finalizó en enero de 2002 cuando se derogó la mencionada legislación; esto fue consecuencia de la grave crisis socioeconómica que atravesaba el país y que tuvo su punto más caliente en diciembre de 2001, con saqueos, represión policial, protestas masivas y la renuncia del presidente Fernando de la Rúa. Desde entonces, el peso ha sufrido una devaluación permanente en comparación con la divisa estadounidense.
Pero, como mencioné recién, el peso como lo conocemos en la actualidad existe desde hace apenas 30 años. Argentina tuvo otras cuatro monedas a lo largo del siglo XX, y todas estuvieron marcadas por el mismo destino: sufrieron los embates de la inflación y la devaluación. Hasta 1969, el país utilizó el Peso Moneda Nacional instaurado en 1881; de 1970 a 1983 se implementó el Peso Ley 18.188; de 1983 a 1985 el Peso Argentino; y de 1985 a 1991 el Austral.
Aquí otro histórico monólogo de Tato Bores que explica la devaluación del peso. Es de 1990; es decir, de antes que se implemente la moneda de curso legal actual:
Lógicamente, detrás de todos los vaivenes económicos existió (y aún existe) un trasfondo político y social. A lo largo de la historia, Argentina ha sufrido múltiples dictaduras militares —la última entre 1976 y 1983—, la Guerra de Malvinas en 1982, la liberación de las importaciones, hiperinflación, privatizaciones, corralitos financieros, controles de precios, cepos cambiarios, y una muy larga lista de etcéteras que haría interminables estos párrafos.
Y si nos enfocamos en lo que ha ocurrido en los últimos años, la situación es simplemente alarmante. La inflación argentina fue del 51% en 2021, del 42% en 2020, y del 53,5% en 2019.
Criptomonedas, la respuesta al control de cambios
Hoy en día es prácticamente imposible comprar dólares por la vía oficial en Argentina. Técnicamente, se puede, pero con muchísimas limitaciones. Esto se debe a que en 2019 se volvió a aplicar lo que en el país se conoce como el "cepo" a la divisa estadounidense; algo que ya se utilizó en el pasado —específicamente entre 2011 y 2015—, con el supuesto fin de controlar la fuga de capitales. Su finalidad real fue evitar la sangría en las reservas del Banco Central, y que el gobierno no debiese reconocer la implacable devaluación del peso.
Pero para no meternos en ninguna cuestión que derive en disputas sobre política, no ahondaremos mucho más al respecto. La versión actual del control cambiario en Argentina permite que los ciudadanos compren 200 dólares mensuales, pero con una cotización ficticia. Es que el valor oficial del dólar ronda los 110 pesos, pero sobre esa suma se deben pagar dos impuestos: uno del 30%, llamado impuesto "solidario" o impuesto PAIS, y el otro del 35% como percepción de Impuesto a las Ganancias. El último se puede reclamar para que posteriormente sea devuelto, aunque también tiene su trampa.
Esto significa que el valor real a pagar supera los 180 pesos. Pero si compro dólares por ese importe y más adelante los quiero vender por la vía oficial, los bancos me lo cotizarán al valor oficial sin impuestos. Esto significa que recibiré menos de 110 pesos, tomando en cuenta también el spread, la diferencia entre los valores de compra y venta. Y los gastos en dólares con tarjetas de crédito también cuentan como parte del cupo mensual de compra, de modo que es casi imposible acceder a dólares dentro del mercado financiero.
Esa distorsión en la cotización del dólar en Argentina ha llevado a la existencia del mercado paralelo o blue. Es decir, casas de cambio no habilitadas —también conocidas como "cuevas"— donde se comercian los dólares de forma informal, sin limitaciones, y a un precio todavía más caro. Hoy el dólar blue se vende a unos $215, aproximadamente, pero es la vía más utilizada por las personas que buscan desesperadamente proteger su dinero de la devaluación, o recibir un precio justo por los dólares que quieran vender.
Vale mencionar que existen otros tipos de cambio formales como el dólar CCL (Contado con Liquidación) y el MEP, pero ambos requieren de la operatoria con bonos.
Habiendo hecho este resumen rápido, ahora sí: stablecoins.
¿Qué son las stablecoins?
Los stablecoins son criptomonedas que mantienen una correlación con el precio del dólar. Esto las diferencia rápidamente de otros tipos de criptoactivos que se caracterizan por tener una cotización muy volátil, como Bitcoin.
Existen muchas criptomonedas estables, aunque algunas se han posicionado como las principales referentes del sector. Ellas son:
- Dai: desarrollada por MakerDAO, se encuentra colateralizada por completo en otras criptomonedas.
- USDT: conocida también como Tether; está respaldada por una reserva de dinero en efectivo y papeles comerciales gestionada por Tether Limited.
- USDC: gestionada por Coinbase y Circle, también cuenta con una reserva que se respalda en dinero fiduciario y bonos.
También existen otras stablecoins como BUSD (Binance), USDP (Pax Dollar), UST (Terra) o Dollar on Chain (DoC); esta última tiene la particularidad de ser una criptomoneda estable que solo usa Bitcoin como colateral, y rompe el molde entre este tipo de alternativas.
Por supuesto, no todo es color de rosas. Algunas de estas criptomonedas estables también han estado bajo escrutinio por distintos motivos; USDT fue investigada por supuesta manipulación de precios, en tanto que UST es motivo de comentarios hasta la actualidad por el funcionamiento de Anchor Protocol, un protocolo de ahorro basado en el blockchain de Terra que ofrece un rendimiento anual superior al del 19%. Y no nos olvidemos de la permanente amenaza de regulación, especialmente desde Estados Unidos.
Las stablecoins son el camino al "dólar digital" en Argentina
En estos últimos años, el interés por los criptoactivos ha explotado en Argentina. El país cuenta con un ecosistema fintech muy desarrollado y los exchanges de criptomonedas se están ganado un lugar cada vez más preponderante. Y allí también juegan un papel clave las stablecoins, más allá del interés que existe sobre Bitcoin y Ethereum.
Hoy, las personas que ya no quieren tener dólares guardados bajo el colchón de la cama optan por empresas como Ripio, SatoshiTango, Belo, Lemon, Buenbit, Let'sBit y tantas otras que conforman el ecosistema cripto argentino, para comprar o vender "dólares digitales" sin limitación y al precio de la cotización paralela. Una transferencia en pesos desde un banco o monedero digital es suficiente para empezar, y no es necesario contar con grandes sumas de dinero. Así, stablecoins como USDT, USDC y Dai se están convirtiendo en una apuesta cada vez más frecuente por parte de los usuarios argentinos.
Pero también es importante destacar que escapar de la devaluación sin caer en el cepo cambiario no es la única motivación para los ahorristas. Al igual que en otras partes del mundo, los exchanges locales ofrecen rendimientos anuales para quienes mantengan sus criptomonedas dentro de las plataformas; y algunos incluso emiten una tarjeta VISA o Mastercard que permite pagar con los criptoactivos, que se convierten a pesos automáticamente.
Y si mencionamos las plataformas de intercambio en primera instancia es porque son la vía más fácil de ingresar al mundo de las criptomonedas. Muchos prefieren el P2P a las plataformas centralizadas, y es una opción más que válida. Lógicamente, para operar así se requiere de más experiencia y conocimiento; tengamos en cuenta que a la libertad de comerciar de persona a persona también se le suma un condimento de mayor riesgo, y la necesidad de establecer contactos de confianza para evitar estafas.
Ahora bien, que las stablecoins se hayan convertido en una alternativa cada vez más buscada para conseguir "dólares" en Argentina no significa que operarlas esté completamente libre de peligros. Ni tampoco que se las deba utilizar para evadir impuestos o blanquear dinero que no está declarado ante las autoridades, especialmente al operar con empresas locales. Se sobrentiende que estamos analizando el panorama desde la óptica de las personas que quieren cuidar su poder adquisitivo sustentado en una actividad legítima, sea de forma autónoma o en relación de dependencia.
Riesgos, contras y desafíos
Existe una máxima en el mundo cripto —"Not your keys, not your coins"— que también aplica a las stablecoins. El "no son tus llaves, no son tus monedas" se refiere al peligro que representa mantener los activos en plataformas centralizadas como los exchanges; al fin y al cabo, si los hackean y se llevan sus fondos, lo más probable es que no recuperes lo que has invertido. Por ello siempre es necesario analizar fríamente si es conveniente dejarlos allí; los rendimientos siempre son seductores, pero no a costa de la seguridad.
También es importante saber que los costos de transferencia pueden ser un dolor de cabeza. Dai, USDC y USDT son tokens ERC-20, y moverlos por la red de Ethereum —de un exchange a una wallet, por ejemplo— es muy caro. USDT y USDC, también se pueden movilizar por la red de Tron (TRC-20) a un costo ínfimo; sin embargo, muchas plataformas centralizadas aún no la soportan.
El gran desafío de las stablecoins es el mismo que deben afrontar las demás criptomonedas y otros proyectos relacionados al blockchain: la educación. Quienes deseen iniciarse en este mundo tienen que informarse, aprender y dedicarle mucho tiempo. Los datos están a disposición y al alcance de cualquier; aunque también el terreno se ensucia por la presencia de gurús, expertos o influencers que prometen resultados grandilocuentes, o que tienen motivaciones encubiertas para jugar con el esfuerzo ajeno.
Lo peor que se puede hacer es dar por hecho todo lo que se diga al respecto, ni siquiera las líneas de este artículo. No por nada el ambiente cripto promueve el lema "Do your own research" (Haz tu propia investigación), y siempre es bueno tenerlo en cuenta.
Hace poco leí a alguien en Twitter que decía que los argentinos aprendimos rápido sobre las stablecoins porque el país está siempre al borde del colapso económico y el caos regulatorio, y eso nos obliga a nunca quedarnos quietos. Tal vez sea una suerte de virtud que apenas asoma entre muchísimos defectos, o simplemente se trate de un método de supervivencia que evoluciona a medida que el tiempo pasa y las crisis se mantienen o renuevan.
Cualquiera que sea el caso, mientras en el mundo aún se rasgan las vestiduras debatiendo si las criptomonedas son o no un fraude, en Argentina las stablecoins son un caso de uso más que probado de cómo escapar al permanente bloqueo de las vías financieras convencionales.