Este jueves, 13 de enero, un equipo de científicos de la Universidad de Harvard anunció que, según un estudio publicado por ellos, el virus de la mononucleosis podría ser el causante de la esclerosis múltiple. Al menos eso es lo que hemos leído en multitud de medios de comunicación en las últimas horas. Sin embargo, y aunque su hallazgo es una buena noticia que nos acerca más a la comprensión de una enfermedad terrible, lo que han anunciado no es exactamente eso.

Para empezar, es importante dejar claro que la relación entre mononucleosis y esclerosis múltiple no es algo que se acaba de descubrir. Hay ya multitud de estudios científicos en los que se vinculan ambas enfermedades. Sin embargo, ha sido complicado encontrar una causalidad más allá de la casualidad, porque se calcula que más del 90% de los seres humanos ha estado en contacto con el virus Epstein-Barr, causante de la mononucleosis. 

Como resultado, lo más probable es que las personas que sufren esclerosis múltiple tengan anticuerpos contra el virus. Casi todos la tienen. La novedad es que estos investigadores, cuyos resultados pueden leerse en Science, han desarrollado un experimento que permite analizar esa relación de una forma más exhaustiva. Y sí, parece que el virus puede ser un desencadenante de la enfermedad. Pero de ahí a decir que esa es la causa hay todo un abismo.

¿Qué es la esclerosis múltiple?

La esclerosis múltiple es una enfermedad autoinmune que afecta a 2,8 millones de personas en todo el mundo.

Como cualquier otra enfermedad autoinmune, se debe a que el sistema inmunitario de los pacientes ataca a su propio organismo por error. En este caso, ataca a la mielina, que es una vaina aislante que recubre los nervios. Como consecuencia, estos pierden poco a poco su capacidad para transmitir señales, desencadenándose un amplio abanico de síntomas que se van haciendo cada vez más graves.  Desgraciadamente, a día de hoy no existe una cura para la esclerosis múltiple.

¿Y la mononucleosis?

La mononucleosis, también conocida como enfermedad del beso, es una afección causada por el virus Epstein-Barr, perteneciente a la familia del herpes. 

Muchas personas la pasan asintomática, especialmente si el contacto con el patógeno se da durante la infancia. Aunque también si ocurre más tarde.

Se la conoce como enfermedad del beso porque se transmite principalmente a través de la saliva

No obstante, es generalmente en adolescentes y adultos jóvenes en los que se suelen generar síntomas, siendo los más comunes la fiebre, el dolor de garganta, el cansancio y la inflamación de los ganglios linfáticos.

Se contagia a través de la saliva, de ahí que se la conozca como enfermedad del beso. Aunque, lógicamente, también puede darse por otras causas más allá de los besos, como el intercambio de bebidas o alimentos.

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¿Qué tienen que ver la mononucleosis y la esclerosis múltiple?

Existen numerosos estudios que encuentran una vinculación entre ambas enfermedades. De hecho, lo más común es encontrar anticuerpos contra el Epstein-Barr en la sangre de los pacientes de esclerosis múltiple. Pero, como ya hemos visto, el porcentaje de personas que han estado expuestas a dicho virus, aunque no hayan padecido la mononucleosis infecciosa, es altísimo. 

Se necesitan más pruebas y aquí es donde entra en juego este último estudio. Sus autores lo llevaron a cabo analizando datos del ejército de los Estados Unidos. Escogieron a esta población en concreto porque eso les facilitaba un seguimiento sencillo de sus niveles de anticuerpos frente a diferentes virus. Y es que, en este país, al principio del servicio y después cada dos años, los militares deben someterse a una extracción de sangre para analizar su plasma sanguíneo en busca de indicios de una infección por VIH. Estas muestras quedan en posesión del Departamento de Defensa, con el que se pusieron en contacto los autores de este estudio.  

Para el estudio se analizaron datos de miembros del ejército de los Estados Unidos, porque se les recogen muestras de plasma sanguíneo cada dos años

Así, pudieron indagar en los registros de más de 10 millones de personas, hasta dar con 801 que habían acabado desarrollando esclerosis múltiple. Entre ellos, había 35 que no tenían anticuerpos contra el virus de la mononucleosis cuando ingresaron en el ejército. Pero 34 de ellos los tuvieron en muestras posteriores al comienzo de su carrera militar, pero anteriores al desarrollo de la enfermedad. Es decir, solo uno de los pacientes de esclerosis múltiple parecía no haber estado nunca expuesto al Epstein-Barr. No encontraron una vinculación significativa con ningún otro virus. 

Esto aporta más pruebas de que parece haber una vinculación entre ambas enfermedades. No obstante, en este estudio concreto no dicen cuál puede ser la causa, aunque otros científicos sí que tienen algunas teorías. Por ejemplo, en declaraciones recogidas por Live Science, el doctor Lawrence Steinman, de la Universidad de Stanford, explicó que podría relacionarse con la presencia de una proteína en el virus que se parece a otra propia del sistema nervioso de los seres humanos. Al generar el sistema inmunitario una respuesta contra el Epstein-Barr, podría confundirse y volverse también contra las células nerviosas

De hecho, se señala que dicha proteína podría ser una, llamada EBNA-1, que se encuentra en el virus causante de la mononucleosis y guarda un gran parecido con una molécula presente en las células productoras de mielina. Eso sí, es importante destacar que el estudio en el que se analiza este punto es un preprint y, por lo tanto, no ha pasado las revisiones pertinentes para considerarse suficientemente fiable. 

¿Causa o desencadenante?

Sabiendo todo esto, podría ser que el virus causante de la mononucleosis sea uno de los desencadenantes de la esclerosis múltiple. Pero no la causa de esta enfermedad autoinmune.

Es más, es muy importante recordar que la esclerosis múltiple también tiene un importante componente genético. Por ejemplo, en 2016 se publicó en Neuron un estudio en el que se demostraba que las personas con una mutación concreta en un gen llamado NR1H3 tienen un 70% más de probabilidad de desarrollar esclerosis múltiple.

También hay un importante componente genético detrás del desarrollo de esclerosis múltiple

Y es algo que se ha visto también en los estudios que la relacionan con la mononucleosis. Por ejemplo, en 2019 se publicó en JAMA uno en el que se analizaban los niveles de una proteína llamada cadena ligera de neurofilamentos, cuya concentración en sangre se relaciona con el daño en las células nerviosas

Se vio que esta proteína aumenta en la sangre de personas con esclerosis múltiple, pero solo después de haber tenido contacto con el Epstein-Barr. En cambio, las personas que padecen mononucleosis, pero nunca llegan a tener esclerosis múltiple, no tienen este desequilibrio en esa proteína, por lo que parece que también es importante que haya una predispocisión.

Sea como sea, este estudio no deja de ser una buena noticia, pues da más seguridad sobre una importante diana para tratar o prevenir la esclerosis múltiple. Haber dado solidez a la relación que ya se estudiaba con la mononucleosis será un paso adelante en esta línea de investigación. Así que sí, hay motivos suficientes para celebrar. Pero siempre desde la cautela de saber que la ciencia tiene sus tiempos y que aún queda mucho por investigar. 

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