El Gobierno de España ya comienza a hablar de un cambio de estrategia en el tratamiento de la pandemia de coronavirus por considerar que ya se encuentra prácticamente rozando la endemia. Ese nuevo trato, bautizado como gripalización de la COVID-19, está dando mucho que hablar. Por un lado, es cierto que quizás el método de conteo de los casos podría cambiar a estas alturas. Pero, por otro, ¿hacemos bien en, por enésima vez, considerar que la COVID-19 es “como una gripe”?

Ese fue nuestro gran error al principio de la pandemia, considerar que estábamos ante una gripe más. Eso, para empezar, es una banalización de la gripe, que no deja de ser un virus muy serio. Pero, además, es una gran banalización de un nuevo patógeno que nos ha demostrado ser un duro enemigo al que combatir.

¿Entonces es mentira que la enfermedad ahora es más leve? ¿Nunca podremos compararla con una gripe? No exactamente. Pero, como siempre, debemos tomar los datos con cautela. Por supuesto que podemos alegrarnos por los avances, pero siempre recordando que esto no se ha terminado. 

¿Es el coronavirus una gripe?

La respuesta corta y exacta a esta pregunta es un grandísimo no. Ni lo es ni lo será, porque son virus diferentes. La gripe la causa el virus Influenza, A o B, perteneciente a la familia de los orthomyxovirus.  La COVID-19, en cambio, la provoca el SARS-CoV-2, que pertenece a la familia de los coronavirus. Por lo tanto, tenemos claro que no son el mismo virus.

Continuando con ello, el virus de la gripe afecta principalmente a las vías respiratorias. En mamíferos, como los seres humanos, el virus se fija a la membrana de las células mucosas epiteliales de nariz, garganta y pulmones. En casos muy graves se puede producir algo conocido como viremia, por lo que el virus pasa al torrente sanguíneo y, desde allí, viaja hasta otros órganos. Pero es algo muy excepcional.

La gripe y la COVID-19 la causan virus de familias diferentes

En cambio, el coronavirus que causa la COVID-19 tiene receptores en células de muchos sistemas, además del respiratorio. Puede afectar, por ejemplo, al sistema nervioso, el circulatorio y el digestivo. Por eso, genera una variedad mucho más amplia de síntomas y, además, ofrece un mayor número de posibles pacientes vulnerables. Por otro lado, una de las causas de la peligrosidad del SARS-CoV-2 es que puede generar una respuesta inmunitaria muy exagerada. Eso puede parecer bueno. Más defensas contra el virus.

El problema es que ese exceso de defensas también puede atacar al propio cuerpo, llegando incluso a causar la muerte. Todos estos son los casos más graves. Mucha gente lo pasa asintomática o leve, eso ya lo hemos visto. Pero en general tiene una mortalidad mayor. O la tuvo. Es cierto que ahora, una de las razones por las que en España quieren plantear a la Unión Europea el cambio de estrategia, es que ha pasado de un 13% a un 1% de mortalidad. Esa es una grandísima noticia. ¿Pero significa que hemos llegado a la famosa endemia?

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Lejos aún de la endemia

La variante ómicron es más leve que cualquiera de las que hemos padecido hasta ahora. Hemos leído eso millones de veces en las últimas semanas. ¿Es cierto? En parte.

Por un lado, es innegable que es menos grave que delta, que es la variante que era predominante hasta ahora en países como España. De hecho, aunque ómicron esté desplazándola, muchos de los enfermos son aún por delta.

Gran parte de la levedad de ómicron se debe a las vacunas, sin ellas sería muy distinto

Pero, al menos con los datos de los que disponemos hasta el momento, no podemos estar seguros de que realmente sea más leve que el resto de variantes. Lo que sí sabemos es que las vacunas del coronavirus le han restado muchísima gravedad, como se anunció que ocurriría desde el primer momento.

Sí que parece que el éxito de la variante se debe precisamente a su gran capacidad de contagio y a que muchas personas son leves o asintomáticas y, por lo tanto, se relacionan con otras y facilitan que el virus pueda seguir circulando. Pero no olvidemos la influencia que han tenido las vacunas en que esto ocurra. Desde los hospitales, los sanitarios anuncian que parece ser que ómicron afecta más a las vías altas. Pero también siguen detectando numerosas neumonías en no vacunados, algunos jóvenes.

No siempre es posible analizar las muestras para saber de qué variante de coronavirus se trata. Podría ser que muchas de esas neumonías se deban a delta. Pero es que precisamente ese es otro motivo para no comparar el coronavirus con la gripe. Delta sigue siendo responsable de muchos casos y, aunque las vacunas le restan gravedad, sigue siendo una variante mucho más severa. 

Por otro lado, a esto hay que sumar la gran capacidad de contagio de ómicron. La OMS anunciaba ayer que en unas semanas podría haberse contagiado la mitad de la población europea. Eso no es lo normal de una gripe, ni es habitual en un caso de endemia. Y si se da una grandísima cantidad de contagios, por probabilidad, el virus llegará a personas más vulnerables, que en casos extremos podrán ir a la UCI o morir. Incluso vacunadas. Esto no es nuevo, ya lo sabíamos, nadie nos mintió al principio. 

Además, como ya hemos visto, se puede producir un colapso, tanto en la atención primaria como en los hospitales.

Por lo tanto, no, el coronavirus no es una gripe. Y, como tal, no lo será nunca. Si que es muy posible que acabe dando lugar a una endemia. Pero aún no parece haber llegado ese momento. Ni se puede vaticinar cuándo será, porque los virus no siguen un calendario establecido. Ojalá que pronto, la tendencia parece ser esa, siempre que no aparezcan nuevas variantes preocupantes. Y, para evitar que eso ocurra, la herramienta sigue siendo la misma: vacunar, vacunar y vacunar. En todo el mundo.

Sí que puede que haya llegado el momento de contabilizar los casos de otra forma, ¿por qué no? Pero no porque estemos ante una gripe y mucho menos un catarro. Estamos ante un virus único que lleva dos años poniéndonos una y otra vez contra las cuerdas. Ya sabemos cuáles son las armas para combatirlo. Ahora que nos ha mostrado una cara algo más afable es el mejor momento para ponerlas todas contra él. Si no, aún podría sorprendernos. 

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