La trilogía cinematográfica que comienza con esa película fundamental que es Matrix, un hito de la ficción científica que influyó sobremanera en la cultura popular y en el mismo séptimo arte, que continúa con Matrix Reloaded y que concluye en Matrix Revolutions (Lilly y Lana Wachowski, 1999, 2003), no solo se distingue por su arrollador espectáculo de acción, sus virguerías tecnológicas y su estética cyberpunk. También nos seduce por su fondo filosófico y sus metáforas, una profundidad perdida en The Matrix Resurrections (Lana Wachowski, 2021).
Si en los tres primeros largometrajes, su vistosa atracción de feria futurista se sostiene sobre conceptos jugosos que nos permiten darles vueltas e interpretarlos desde distintos puntos de vista y nos deslumbran junto con el potente conjunto audiovisual, esta tardía secuela, de una de las directoras hermanas y con un guion firmado por David Mitchell, Aleksandar Hemon y ella (Sense8), nos priva de semejante divertimento intelectual y nos afloja el relato, cuyos detalles no son clarísimos pero tampoco resultan muy difíciles de entender. Veámoslo en las siguientes líneas.
Una nueva versión de la cárcel virtual en ‘The Matrix Resurrections’
El Analista (Neil Patrick Harris) opta por resucitar a Neo para que las máquinas se beneficien de la cantidad exorbitante de energía que produce como humano anómalo; más cuando sube al mantenerlo cerca de una Trinity rediviva y en una situación constante de deseo y temor; lo que usa con las demás las personas en una versión nueva de Matrix, para la que purga a viejos programas, como el Oráculo (Gloria Foster, Mary Alice) y el Arquitecto (Helmut Bakaitis), y ocasiona que otros se exilien, como Merovingio (Lambert Wilson) y los suyos.
La necesidad de conseguir tanta energía se debe a su escasez previa, fruto del trato entre Neo y las máquinas. Aparte de la tregua decidida, se comprometieron a permitir la liberación de la gente que deseara irse de Matrix, lo que condujo a una caída de la cosecha y a las hostilidades entre los propios robots. Pero el plan del Analista funciona; y, por otro lado, genera una ventaja adicional: el estado inquieto en el que imbuye a las multitudes evita que se rebelen a su programación. La paz fue rota, y la Sión gobernada por Morfeo (Laurence Fishburne), destruida.
La rebelión de la mente de Neo
En The Matrix Resurrections, reintroducen a Neo y Trinity en la simulación. A él, como un diseñador famoso de videojuegos; a ella, como experta motorista, madre y esposa; y únicamente se cruzan a diario en un café de San Francisco, pero no se conocen. Para controlar al uno, le han hecho creer que lo sucedido entre Matrix y Matrix Revolutions forma parte de su obra lúdica y, puesto que su mente se subleva ante idea semejante, el Analista le proporciona pastillas azules para calmarlo sin éxito. Y a ella la distraen con la vida familiar y sus obligaciones.
Pero, en uno de los supuestos brotes psicóticos que padece, Neo pone un pie en el vacío para volar desde lo alto de un rascacielos, y Bugs (Jessica Henwick), una limpiaventanas, lo ve como tal y no con la apariencia envejecida de Thomas Anderson y, en el intercambio de miradas, despierta. Y desde IO, la nueva ciudad que máquinas facciosas ayudaron a construir con muchas mejoras a los humanos supervivientes, que ha progresado, es dirigida por Niobe (Jada Pinkett Smith) y cuya entrada se camufla, se propone encontrar a Neo para emanciparle.
Si ese es su objetivo, necesita a Morfeo para que le ofrezca elegir entre la pastilla roja de escape; y lo busca en el videojuego, donde es un programa evolucionado. Así que lo saca de ahí pero, al margen de hacer también consciente al agente Smith (Jonathan Groff), que no sabemos cómo está de vuelta si había sido aniquilado en Matrix Revolutions ni por qué se salta el recurso del tiempo bala, el Analista utiliza la técnica déjà vu para borrar lo sucedido, restaurar el statu quo y que Neo crea que se debe a sus psicosis. Pero Bugs y el nuevo Morfeo logran sacarle de Matrix después.
Colocar a Trinity en igualdad de condiciones con Neo
La intención de Neo ahora es extraer a Trinity. Para ello, se sirven de los datos de Sati (Priyanka Chopra Jonas) sobre las modernas cápsulas de la cosecha, que había diseñado su padre, Rama-Kandra (Bernard White). En Matrix Revolutions, nos presentaron a los dos y a la madre, Kamala (Tharini Mudaliar): la pareja pide a Merovingio que cuele a su hija (Tanveer K. Atwal) en la simulación a cambio de permitirle tratar con el Oráculo ahora desaparecido. Y este augura que tendrá un papel importante en el futuro de la guerra entre los seres humanos y las máquinas.
Obviamente, esto último se cumple en The Matrix Resurrections. Según el plan de este programa sin propósito aparente, aprovechan las capacidades de los nanobots con los que Morfeo se materializa para acceder a la cápsula de Trinity. Y, durante la secuencia climácica del filme en el café habitual de San Francisco con la multitud y el montaje alterno, en la que la heroína acepta largarse con Neo tras rechazarlo al principio, Bugs conecta su cuerpo a la conciencia digital de la otra mientras la desenchufan y la reconectan para trasladarla a su nave.
Que esto solo se pueda hacer cuando decide renunciar voluntariamente a su falsa vida en la nueva versión de Matrix, donde hay dos anomalías superpoderosas, Neo y Trinity —al margen del agente Smith—, se debe a la noción del empoderamiento femenino que manejan Lana Wachowski y compañía: la determinación autónoma del personaje es lo único que resuelve su destino en la metarreferencial The Matrix Resurrections. Y que acabe volando antes que él e impidiendo su caída acentúa que se note la intención de colocarla en igualdad de condiciones con el primer Elegido.