A menudo, tendemos a hablar de huesos de dinosaurios, como si fuese eso lo que desentierran los paleontólogos. Sin embargo, estrictamente hablando, los fósiles no son huesos. Son un reflejo de lo que un día fueron las partes duras de un ser vivo, desde sus huesos hasta sus garras, pasando por su caparazón o sus semillas, si se trata de plantas. Pero a día de hoy solo son rocas

Eso sí, que ese “solo” no nos confunda ni nos lleve a pensar que se trata de una cosa menor. Los fósiles son rocas realmente interesantes, que nos aportan muchísima información de los seres vivos que un día fueron. 

Pero volviendo al tema de su composición, si no son huesos, ¿cómo se forman? La clave está en un proceso llamado fosilización, que solo se da bajo unas circunstancias muy concretas, de ahí que no tengamos la tierra plagada de fósiles de dinosaurios, mamuts y tiburones prehistóricos.

De huesos a fósiles

Generalmente, cuando un ser vivo muere, se descompone rápidamente, especialmente si se encuentra a la intemperie. Por eso, el primer requisito que se debe cumplir para que los huesos o cualquier parte dura del organismo se convierta en fósil es que quede enterrado rápidamente. 

Puede  ocurrir por cualquier motivo, siempre que se depositen sedimentos de terreno sobre ellos, aunque es más probable que ocurra cuando caen al lecho de un río o al mar, por ejemplo. De este modo, será más fácil que quede bloqueado el paso de oxígeno que facilita su descomposición. Aun así, las partes blandas se irán descomponiendo poco a poco. Pero, mientras tanto, los minerales de los sedimentos se van filtrando en los huecos que van quedando. De este modo, los huesos, los caparazones, las conchas o incluso los tallos o las semillas de una planta actúan como molde de la forma final del fósil. 

No todos los seres vivos que morían se transformaban en fósiles. Normalmente los restos se descomponen rápidamente

Por otro lado, cuanto más mineral se van infiltrando, más pesa el fósil incipiente. Esto genera que se vaya hundiendo más profundamente, de modo que el barro y la arena se comprimen y el agua cargada de más minerales que se filtra a través del suelo se exprime. Así, se da una especie de cristalización por la cual los huesos, o la estructura que sea, se acaban convirtiendo en roca.

Y no es un proceso que ocurra de la noche a la mañana. De hecho, por consenso para que este tipo de restos se consideren fósiles deben tener al menos 10.000 años de antigüedad. 

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No todo son dinosaurios

Parque Jurásico hizo bastante para que de pequeños asociásemos fósiles con dinosaurios. Sin embargo, estos no son los únicos seres vivos cuyos restos pueden ser fosilizados.

Para empezar, no tienen porqué ser tan grandes. Los hay muchísimo más pequeños. Tanto, que debe usarse un microscopio para poder verlos. Son los conocidos como microfósiles. Es común, por ejemplo, el caso del polen o de algunas bacterias. De hecho, el fósil más antiguo que se ha encontrado hasta el momento es un microfósil. Tiene unos 635 millones de años y, si bien no está clara cuál sería su clasificación, guarda bastante parecido con un hongo.

El fósil más antiguo que se conoce es un microfósil

En cuanto a los macrofósiles, los hay de una gran variedad de tamaños y orígenes. Sí, hay dinosaurios, pero también animales de muchos tamaños, algunos ya extintos y otros de especies que todavía caminan sobre la Tierra. Algunos son marinos, aunque se encuentren en ecosistemas terrestres. No debemos olvidar que en el pasado muchos terrenos hoy secos estaban inundados por ríos o incluso océanos. Y no todo son animales, por supuesto. También hay hongos no microscópicos o plantas, por ejemplo. Entre estos últimos, además, podemos encontrar incluso árboles. Buen ejemplo de ello es un ejemplar de 330 millones de años que se desenterró de una profundidad de 56 metros en 1873 y a día de hoy se encuentra erigido en los jardines del Museo de Historia Natural de Londres. 

Juan Carlos Fonseca Mata (Wikimedia Commons)

También huellas

Los fósiles no son siempre los restos de la estructura de lo que en el pasado fue un organismo vivo.

También pueden ser restos de su actividad. Son lo que se conoce como trazas y pueden estar representadas, por ejemplo, por huellas o heces de algún animal. Incluso las madrigueras pueden fosilizarse si los huecos se van rellenando con el mineral de los sedimentos que los entierra.

Esto también es muy útil, ya que no solo ayuda a saber cómo eran algunos animales extintos. También da información sobre el modo en que se comportaban. Por lo tanto, no son “solo” rocas. Son rocas, con todo el esplendor y la fascinación que se puede desprender de la palabra.