Encontrar un fósil cuando eres un niño debe ser muy emocionante. Pero si ese fósil de repente se convierte en una especie nunca antes descubierta, la emoción se transforma en un enorme júbilo. Eso precisamente debió ser lo que vivió un equipo de escolares de Nueva Zelanda, cuando en 2006 halló los restos de un pingüino gigante durante una excursión.

Los niños formaban parte del Hamilton Junior Naturalist Club (JUNATS), dedicado precisamente a promover este tipo de actividades al aire libre entre los más jóvenes. Todos eran pequeños exploradores, deseosos de encontrar tesoros escondidos en la naturaleza. Pero sin duda ninguno imaginaba en lo que se convertiría aquella salida al campo.

Han hecho falta 15 años para que finalmente se publique un estudio en Journal of Vertebrate Paleontology, con la colaboración de científicos de la Universidad de Massey. Mientras, aquellos niños se han convertido en adultos, varios de ellos científicos. Quizás precisamente porque aquel gran descubrimiento les sirvió para avivar aún más un amor por la ciencia; que, sin duda, todavía tiene mucho más que crecer.

El sorprendente hallazgo de un fósil de pingüino gigante

La excursión precisamente estaba programada para que los niños disfrutaran de un día en busca de fósiles. No es difícil encontrarlos en Nueva Zelanda si se va con una persona tan experimentada como Chris Templer, el director del Club.

El pingüino se parecía a otra especie ya descrita, pero tenía las pata más largas

Por eso, que hallaran un fósil no fue sorprendente. La sorpresa fue comprobar que se trataba de un pingüino gigante. Se han encontrado varias especies en la zona, especialmente en las regiones de Otago, Canterbury, Taranaki y Waikato. Inicialmente se pensó que debía corresponderse con alguna de las de Waikato, pues esta es la región en la que tuvo lugar la excursión.

Sin embargo, cuando los fósiles se pusieron a disposición de científicos de la Universidad de Massey y el Museo Bruce, estos descubrieron que era una nueva especie.

En realidad, tenía un gran parecido con los pingüinos Kairuku, hallados previamente en Otago. Sin embargo, un escaneo en 3D y una posterior comparación con huesos de esta y otras especies permitió comprobar que las patas eran mucho más largas. De hecho, fue por este motivo por el que se bautizó como Kairuku waewaeroa, ya que esta segunda palabra en maorí significa patas grandes.

Estas extremidades marcaron una gran diferencia, pues debieron darle una gran altura al caminar erguidos, de unos 1,4 metros, y también debieron influir notablemente en su forma de nadar.

Tiempos remotos

En cuanto a la antigüedad del fósil, parece ser que este pingüino caminó sobre la Tierra hace 27,3-34,6 millones de años, una época en la que buena parte de Waikato se encontraba sumergida bajo el agua. 

Varios de los niños ahora adultos que participaron en el hallazgo se han mostrado emocionados en el comunicado emitido tras la publicación del estudio. Y no es para menos. Dicen que en la vida todos deberíamos plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo. ¿Pero qué pasa con los fósiles? ¿Es que nadie piensa en la emoción de descubrir una nueva especie?