La pandemia de COVID-19 ha sido la mayor amenaza sanitaria a la que se ha enfrentado el ser humano en las últimas décadas. Esta crisis global lleva ya más de 262 millones de casos confirmados y al menos 5,2 millones de personas han muerto oficialmente hasta ahora, aunque con toda probabilidad la cifra de fallecidos es muy superior. A pesar de la enorme magnitud de esta tragedia, una amenaza biológica potencialmente mayor se cierne poco a poco sobre la humanidad de forma discreta y silenciosa: las crecientes resistencias a antibióticos de múltiples tipos de bacterias. Este fenómeno biológico, resultado del azar y la selección natural, se lleva gestando desde prácticamente el comienzo de la comercialización de los primeros antibióticos hace casi un siglo. Con el tiempo, las muertes provocadas por estas resistencias han ido en aumento y cada año que pasa tienen un peso mayor en la mortalidad global.

Múltiples instituciones sanitarias, como los Centros para el Control de Enfermedades (CDC) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) llevan tiempo alertando sobre el gran peligro que supone la aparición y la expansión de bacterias resistentes a cada vez más antibióticos. Se estima que alrededor de 700.000 personas fallecen cada año en el mundo. Concretamente por infecciones provocadas por bacterias resistentes y todo indica que este grave problema de Salud Pública irá a más.

Si no se aplican medidas drásticas para poner freno a las resistencias a antibióticos y no se generan nuevas terapias frente a las bacterias patógenas para el ser humano, estas podrían convertirse en la primera causa de muerte en el mundo, con 10 millones de fallecidos cada año para el 2050. El peligro de entrar en una posible era postantibiótica, en el que los antibióticos pasen a ser un tratamiento prácticamente inútil y cualquier infección bacteriana pueda convertirse en una sentencia de muerte es muy real. Por eso, la OMS considera las bacterias resistentes a antibióticos como una de las 10 mayores amenazas para la salud de la humanidad.

La pandemia de COVID-19 como punto de partida

resistencia a los antibióticos
Foto por Volodymyr Hryshchenko en Unsplash

Aún es pronto para saber cómo la crisis sanitaria mundial provocada por el coronavirus ha empeorado el panorama de las superbacterias resistentes a antibióticos. Algunos estudios recientes sugieren que la pandemia podría habernos puesto en una situación aún más vulnerable, al acelerar el proceso de generación de resistencias a antibióticos. ¿La razón? En multitud de lugares del mundo se han usado estos fármacos en exceso para evitar coinfecciones bacterianas en los pacientes COVID-19 o se han empleado directamente para tratar la infección causada por el coronavirus. En ese sentido, al principio de la pandemia, algunos pequeños estudios sugerían que el antibiótico azitromicina podía ser eficaz contra el coronavirus y esto motivó su utilización indiscriminada. Meses después varios ensayos clínicos confirmarían las sospechas más pesimistas: la azitromicina no servía en absoluto contra la COVID-19.

La pandemia de coronavirus no ha sido el único obstáculo en el camino en la lucha frente a las resistencias a antibióticos. El escaso beneficio económico que aportan estos fármacos (en comparación con medicamentos de uso crónico, especialmente contra el cáncer) ha llevado a que la amplia mayoría de farmacéuticas no estén interesadas en su investigación. Según un informe de la ONG The Pew Charitable Trusts, desde 2014 hasta 2020, las grandes empresas farmacéuticas que estaban involucradas en el desarrollo de antibióticos han pasado de ocho a tan solo dos.

El problema de las farmacéuticas, la eterna lucha

resistencia a los antibióticos
Foto por National Cancer Institute en Unsplash

Además del escaso interés de las grandes empresas farmacéuticas por descubrir nuevos antibióticos existe otro grave problema añadido en la lucha contra las superbacterias resistentes: según un informe de la OMS, publicado en abril de 2021, los 43 antibióticos que se encuentran actualmente en fase de I+D son insuficientes para abordar el problema de las resistencias a antibióticos por parte de las bacterias más peligrosas.

Por otra parte, en las últimas tres décadas, no ha aparecido ningún tipo nuevo de antibiótico que suponga un avance significativo frente a las superbacterias. Aquellos fármacos que se encuentran aún en una fase más temprana de investigación, en el laboratorio, y que podrían ofrecer una ventaja mucho mayor en la lucha frente a las resistencias por ofrecer nuevos mecanismos de acción, necesitarán varios años para llegar al mercado, si tienen éxito en los ensayos clínicos.

De acuerdo a un análisis del CDC, realizado en 2019, cuatro bacterias suponen ya una amenaza urgente por sus resistencias (entre las que se encuentran la bacteria que provoca la gonorrea, Neisseria gonorrhoeae, y la bacteria que provoca graves infecciones digestivas, Clostridioides difficile) y ocho bacterias (entre ellas, la salmonela o el bacilo que causa la tuberculosis) son una grave amenaza para los humanos.

Un necesario cambio de rumbo en la lucha contra las superbacterias

Nuestro éxito futuro a la hora de plantar cara a las resistencias a antibióticos va a depender principalmente de dos factores: de nuestra capacidad para ganar tiempo, al hacer un uso racional de los antibióticos tanto en medicina como en veterinaria, como de nuestra habilidad para descubrir nuevos antibióticos. Varias estrategias desarrolladas en los últimos años en diferentes lugares del planeta están diseñadas para tal fin.

Por ejemplo, múltiples países han desarrollado planes nacionales para hacer frente a las resistencias a antibióticos, entre los que se encuentra España con el PRAN, y la Unión Europea con el Plan de Acción «Una sola salud» contra la resistencia a los antimicrobianos. Estos planes están dirigidos a concienciar sobre el grave problema sanitario que supone este fenómeno biológico, a establecer sistemas de vigilancia que permitan detectar de forma temprana la situación nacional de las resistencias y a reducir el impacto de estas sobre los ciudadanos.

Más programas de prevención

Otra práctica que se está extendiendo a lo largo del mundo para hacer frente a las superbacterias son los programas de optimización de uso de antibióticos en los centros sanitarios. Su intención es hacer un uso efectivo y racional de dichos fármacos, con monitorización de las resistencias y asesoramiento continuo a la hora de aplicar estos tratamientos.

Por otro lado, en el terreno de la investigación de nuevos fármacos antibióticos, varias son las líneas de trabajo que se están desarrollando para dar con moléculas realmente innovadoras. Busqueda exhaustiva en entornos inexplorados de la Tierra, terapias con virus bacteriófagos, nanopartículas de metal, péptidos antibióticos, modificación genética de bacterias o virus para atacar a bacterias resistentes... Por otra parte, 20 compañías biofarmacéuticas decidieron unir fuerzas en 2020 para crear la iniciativa AMR Action Fund, un fondo de mil millones de dólares que se destinará a la investigación de nuevos antibióticos. El objetivo es que de ahí surjan de 2 a 4 nuevos antibióticos para 2030.