El mismo día que el iPhone 13 Pro salía a la venta, me subí a un avión con destino a Londres. Se trataba de un viaje enfocado por completo al ocio, con un único objetivo: disfrutar por enésima vez de una ciudad, Londres, a la que siempre quiero volver.
Pero en esta ocasión, los peculiares caminos por los que nos lleva la vida pusieron ante mí una oportunidad súper interesante: llevarme hasta el exmiembro de la Unión Europea el recién presentado iPhone 13 Pro. Y cómo iba a negarme a ello. Era una oportunidad de oro para experimentar con el teléfono más goloso del momento.
Cuando analizo un smartphone, siempre lo pongo a prueba en un amplio abanico de situaciones. Pero poder irte de viaje con un teléfono completamente nuevo en el bolsillo es una prueba de fuego. Como irte a vivir con tu pareja. Muchas cosas pueden salir mal. Pero, si ese no es el caso, entonces sabes que has dado con la persona correcta. O con el correcto, en el caso del teléfono.
Pero la cosa no queda ahí. Como si de un episodio bíblico se tratase, los astros se alinearon quince días más tarde para que, en un nuevo viaje –esta vez a la maravillosa aunque repleta de cuestas ciudad de Oporto–, pudiese llevarme la joya de la corona de la empresa norteamericana: el iPhone 13 Pro Max.
Y así llegamos hasta aquí. Tras nueve días en dos ciudades distintas y con alguna francesinha de por medio, en este artículo, mi querido lector, tan solo tengo un único propósito: expresar cuáles han sido mis impresiones con los dos teléfonos que reinan el catálogo de Apple, tras pasar con ellos por uno de los escenarios más complicados para un teléfono móvil.
Lo práctico vs. lo soberbio
Rebobinemos al principio. Me encuentro en el aeropuerto de Barajas (Madrid). La jornada arranca tan temprano que ni recuerdo la hora. Apenas llevo unas horas con el iPhone 13 Pro en el bolsillo. En los días previos había estado usando el iPhone 13 estándar para preparar su análisis. Y, antes de ese, el teléfono que más tiempo me acompañó durante el último año fue el iPhone 12 Pro Max, una especie de San Bernardo de la telefonía móvil: grande, pero sumamente bueno.
Personalmente, nunca he tenido problema con los teléfonos grandes. Es más: suelo decantarme siempre por ellos. Por un lado, porque los teléfonos grandes suelen ser los que mejores prestaciones ofrecen; por otro, porque me gusta tener un panel lo más grande posible con el que trabajar o, simplemente, entretenerme.
Pero, como decía, en aquel momento me encontraba con un iPhone 13 Pro en el bolsillo. Un teléfono con un tamaño que se encuentra en un punto súper dulce. ¿Por qué? Porque su pantalla es lo suficientemente grande como para no acentuar tu miopía al leer un correo, pero también facilita su uso con una mano.
Esta conclusión, obviamente, no era nueva para mí. Ya había usado teléfonos de este tamaño en el pasado –entre ellos, el iPhone 13–. Sin embargo, en este experimento había algo que me producía especial curiosidad: ¿cuánto iba a echar de menos el extra de autonomía de un Pro Max en un escenario tan exigente como este?
El uso de una batería externa en algún momento de la jornada era algo que daba por hecho. Es más: consulté en las casas de apuestas y ni se cotizaba esa opción. Pero es completamente normal. Usar a menudo Google Maps, tener el teléfono siempre en redes 4G / 5G, hacer múltiples fotografías en cada esquina, tener el nivel de brillo en valores medios-altos porque estás siempre en exteriores, consultar aplicaciones como TripAdvisor, grabar vídeos en 4K a 60 FPS –sí, todo lo grabo a la máxima calidad–, usar redes sociales para compartir lo que haces… Y, a todas esas exigencias, súmale el salir temprano del hotel, pero volver relativamente tarde. ¿Cómo no iba a necesitar una batería externa?
Lo que sí me sorprendió de este teléfono era lo tarde que tenía que recurrir a dicha batería. Tras desconectarlo del cargador a primera hora de la mañana, no tuve necesidad de inyectarle electrones hasta pasada la media tarde. Un hecho que habla bastante bien del trabajo que ha hecho Apple con la autonomía del iPhone 13 Pro.
Cuando llegó la hora de recargar el iPhone 13 Pro, por cierto, lo hice con una batería MagSafe. Y permítanme concederme la licencia de expresar en estas líneas lo práctico que resultan los accesorios de este tipo. En el caso de las baterías, te evitan el tener que cargar con cables por la calle. Simplemente se adhiere a la parte trasera del teléfono cual pez lapa y, gracias a la tecnología Qi, empieza a cargar el teléfono. Infinitamente más práctico.
El único "pero", que también expresé en la review de la batería MagSafe de Anker, es la eficiencia. No es ningún secreto que la carga inalámbrica es más lenta e ineficiente que el cable, pero, os pongo un ejemplo: una batería como esta, con una capacidad teórica de 5.000 mAh, puede recargar inalámbricamente casi el 100% de un iPhone 13 Pro, que tiene unos 3.000 mAh. Pero nada más. Los aproximadamente 2.000 mAh restantes se pierden en el proceso.
En este caso, no me importó en absoluto, pues el jugo que podía suministrar la batería inalámbricamente era más que suficiente para rematar la jornada. Y, a cambio, gané infinitamente en practicidad. Pero, si el futuro hacia el que caminamos pasa por la carga inalámbrica, sería positivo que tanto Apple como el resto de empresas involucradas en el estándar Qi hagan lo posible por mejorar estas métricas.
Y ahora volvamos al teléfono en sí. ¿Recuerdan que decía líneas más atrás que, desde el principio, daba por hecho el uso de una batería externa? ¿Creen que con el iPhone 13 Pro Max se repetiría esa misma necesidad?
En absoluto.
Yo, previsor por naturaleza, llevé la misma batería MagSafe al segundo de mis viajes. Esta vez, con el iPhone 13 Pro Max en el bolsillo. En Oporto, el uso que hice del teléfono fue igualmente exigente: muchísima fotografía, Google Maps a menudo, etc. Pero el desenlace fue bastante distinto: el iPhone 13 Pro Max, a diferencia de mí mismo, llegaba al hotel siempre con energía restante. En ningún momento tuve que recurrir a la batería externa. Y eso, querido lector, es una proeza. Pocos productos otorgan una tranquilidad como esta.
El precio a pagar, obviamente, es el tamaño. Un peaje que no todo el mundo está dispuesto a asumir. Pero, afortunadamente, Apple también tiene en su catálogo un teléfono más contenido, equivalente en prestaciones y con una autonomía bastante buena: el iPhone 13 Pro. La decisión, por lo tanto, se resume a una pregunta: ¿prefiere lo práctico o lo soberbio?
Los iPhone 13 Pro son brillantes en fotografía, pero espectaculares en vídeo
En el campo de la fotografía, el iPhone siempre ha estado en cabeza. Y los teléfonos de este año no son ninguna excepción, como expusimos en sus respectivos análisis el día que estos salieron a la luz.
Personalmente, tenía curiosidad por experimentar con las cámaras de los modelos Pro –únicamente había usado la del iPhone 13–. Estos tienen sensores aún más grandes, un gran angular mejor, fotografía en modo macro y lo que más me interesa a mí: un teleobjetivo de tres aumentos.
La gran mayoría de fotografías que tomo con el teléfono –o con la cámara, cuando hago uso de ella– son con distancias focales de 50 mm en adelante. O lo que es lo mismo: con un 2X o un 3X. La explicación es sencilla: es un rango de focal con el que no solo me siento más cómodo, sino que puedo ser mucho más creativo.
El problema de esta cámara teleobjetivo –que en los iPhone 13 Pro es de tres aumentos, en lugar del 2,5X o el 2X de los modelos anteriores– es que capta menos luz. Su apertura es f/2,8, mucho más pequeña que, por ejemplo, el f/1,5 de la cámara principal. Es decir: si la luz escasea, su rendimiento se resiente.
Cuando la luz cae por debajo de cierto umbral, el teléfono, además, hace algo bastante peculiar: en lugar de utilizar la cámara 3X, lo que hace es tomar la fotografía con la cámara principal (capaz de captar más luz) y realizar zoom digital. Esto no es nuevo, en realidad. Apple lleva años haciéndolo con sus teléfonos. Sin embargo, con el iPhone 13 Pro (o Pro Max) ocurre más a menudo que con modelos anteriores. ¿Por qué? Fácil: la apertura del nuevo teleobjetivo (f/2,8) es menor que la de los teleobjetivos previos (f/2,2 en el caso del iPhone 12 Pro Max y f/2,0 en el caso del iPhone 12 Pro), por lo que el teléfono termina recurriendo más a menudo al citado truco.
La lógica tras esta metodología está fuera de toda duda. Sin embargo, me gustaría tener la posibilidad de desactivar este "truco". Y es que el algoritmo no siempre toma la mejor decisión, una afirmación que pude verificar haciendo uso de Halide, una aplicación de terceros –súper recomendable, por cierto– que sí permite forzar el uso del teleobjetivo independientemente de las circunstancias.
Entiendo que Apple siempre se decanta por la sencillez. Pero un setting, aunque esté escondido en la UI, que permita determinar qué comportamiento tiene la cámara en esta situación, es algo que seguro que más de una persona acabará agradeciendo.
Más allá de esto, el tener un teleobjetivo de tres aumentos es toda una delicia tanto para retratos como para fotografía de ciudad. No solo por poder captar elementos lejanos sin desplazarte; el modo en el que la perspectiva se deforma con este tipo de lentes es súper interesante desde el punto de vista creativo, además de ser más propicio para tomar retratos a personas. La mayor distancia focal, por otra parte, produce más bokeh natural, por lo que en ciertas situaciones es posible que puedas prescindir incluso del modo retrato –que genera el bokeh artificialmente–.
El paso del iPhone 13 Pro a los tres aumentos, eso sí, me hace soñar constantemente con un futuro iPhone con una cámara de focal variable o, simplemente, con dos teleobjetivos –un 2X junto a un 4X, por ejemplo–. Esa versatilidad abriría muchas puertas a las personas que usan el iPhone como una herramienta creativa.
Otra de las novedades del iPhone 13 Pro es el modo macro, que permite tomar imágenes a sujetos súper pequeños. He de reconocer que, aunque los resultados son buenos, creo que esta es una feature de uso bastante acotado. Es positivo tenerla ahí, pero no tiene un impacto notorio en la forma en la que generalmente uso la cámara del teléfono.
Lo que sí tiene más utilidad es el modo cine, que simula el efecto bokeh del modo retrato en vídeo. Y sí, analizando en detalle los resultados, es fácil encontrar imperfecciones. Pero en un abanico relativamente amplio de situaciones, los resultados que este modo entrega son bastante buenos.
Un detalle que me gusta es que también funciona con la cámara frontal, por lo que puedes hacerte videoselfies con desenfoque –ideal para tus redes sociales–. También me parece fascinante el nivel de control que te entrega sobre el enfoque incluso en post. No solo puedes variar la apertura –para alterar el nivel de bokeh–, también cambiar el enfoque a otro sujeto dentro de la misma escena. Esta última característica, por cierto, sería positivo tenerla también en las fotografías en modo retrato, donde solo es posible editar el bokeh.
Y hablando de bokeh: el nuevo sensor principal, al ser más grande y tener un objetivo de mayor apertura, también produce más desenfoque natural. En general, esta es una excelente noticia, aunque también tiene su lado negativo: resulta más fácil que algún sujeto lejano quede desenfocado, pues el plano de enfoque es más "delgado".
¿Y qué le ha parecido la calidad de las imágenes que toma este teléfono?, se preguntarán. La respuesta es bastante sencilla: esta es, sin lugar a dudas, una de las mejores –si no la mejor– cámara que podemos encontrar en un teléfono móvil en estos momentos. Eso sí, debo hacer algunas apreciaciones:
- En lo que a rango dinámico e interpretación de color (incluyendo tonos de piel) se refiere, el iPhone 13 Pro hace un trabajo excelente. Poco más se puede decir.
- En escenarios diurnos, la experiencia con este teléfono es parecida a la del modelo previo. Procesa un poco distinto algunas texturas y muestra una sutil evolución en la interpretación de algunos colores, pero no es una diferencia notable.
- Cuando la luz comienza a escasear, las diferencias se hacen más visibles: el nuevo modelo tiene menos miedo a oscurecer las partes o los contornos que considere oportunos, a la vez que muestra un poco más de nitidez. También es generalmente más rápido tomando fotografías en situaciones oscuras o con el modo noche activo –el cual, por cierto, me gusta más que el de otros teléfonos por su naturalidad–.
- Las imágenes en modo retrato, sobre todo con el teleobjetivo, son súper buenas. El iPhone no es el teléfono que mejor separa al sujeto principal del resto de la escena –sobre todo si se trata de objetos en lugar de personas–, pero, sin duda, sí es el que mejor interpreta los rostros y, sobre todo, el que genera un bokeh más cercano al de una cámara profesional –es más progresivo, deforma con más acierto los sujetos que quedan desenfocados, etc.–.
- El ultra gran angular es mejor en todos los sentidos que el que encontrábamos en modelos anteriores, pero, en entornos oscuros, todavía tiene margen de mejora.
- Si analizas al milímetro las cámaras de las últimas dos generaciones de iPhone, probablemente identifiques una tendencia: los algoritmos son más agresivos reduciendo ruido –lo que a veces se traduce en texturas con menos detalles– e introducen una especie de nitidez artificial. En algunas situaciones puede resultar beneficioso este comportamiento; pero, en otras, las imágenes pecan un poco de irreales. O, como me gusta definirlo a mi: tienen una estética un poco punchy. Personalmente, noto fácilmente este comportamiento en cualquier imagen que tenga vegetación, especialmente si esa foto ha sido tomada con el teleobjetivo. Y, aunque entiendo la lógica que puede haber tras esta decisión, me gustaría que los algoritmos fuesen un poco menos agresivos en estos dos sentidos, reteniendo algo más de detalle natural –aunque eso implique dejar más ruido en algunas superficies–, como haría una cámara profesional.
- Una idea relacionada con lo anterior me ronda la cabeza desde hace semanas: ¿sería factible que Apple implementase un tercer ajuste en sus recién estrenados "estilos fotográficos" que permitiese modular la agresividad de la reducción de ruido y la citada nitidez artificial? Sería maravilloso, en mi opinión.
- Tener ProRAW está genial, pues ofrece más versatilidad a la hora de editar las fotografías que captas con el iPhone. Eso sí: se trata de un RAW procesado por los múltiples algoritmos del teléfono. Si quieres trabajar sobre una imagen lo más bruta posible, la mejor opción sigue siendo la aplicación Halide sumada al formato RAW –no confundir con ProRAW–. Si tienes conocimientos fotográficos, probablemente te decantes por esta opción.
- La grabación de vídeo, más allá del modo cine, es espectacular. Apple no tiene ningún rival en este campo. Estabilización, exposición, interpretación de colores… Están a años luz de la competencia. El poder grabar en 4K, a 60 FPS y en Dolby Vision, además, es una maravilla que no solo abre la puerta a usos profesionales; sino que asegurará que tus contenidos se verán súper bien incluso tras el paso del tiempo.
- Me encanta la consistencia de la cámara de los iPhone. No importa con qué sensor tomes la imagen o la situación en la que te encuentres. La experiencia es la misma. Y eso es clave para sacar el máximo partido de una herramienta como esta.
En general, mi impresión tras estos dos viajes con la cámara del iPhone 13 Pro es súper positiva. Es una cámara eficaz, versátil, bastante divertida de usar, constante en su comportamiento… Pero lo más valioso de todo es que se trata de una cámara en la que puedes confiar. Y eso, cuando hablamos de una herramienta tan fundamental como esta, es clave. En ningún momento dudas de si dará la talla o no en un escenario concreto. Sabes que lo hará. Y, además, será súper constante en sus resultados, lo cual, como decía previamente, es súper importante.
Los detalles importan, y el iPhone 13 Pro también presta atención a ello
Más allá de los tamaños, la fotografía o la autonomía, el iPhone 13 Pro también brilla en otros sentidos. Y lo hace en detalles que, aunque puedan parecer menores, tuvieron un impacto notable en los dos viajes que hice con los nuevos teléfonos en el bolsillo.
La nueva pantalla Super Retina XDR, por ejemplo, es una de ellas. Tener un panel tan bien calibrado te permite, entre otras cosas, editar tus fotografías como si estuvieras delante de un ordenador. Y los altísimos niveles de brillo hacen que reproducir contenidos en HDR o usar el teléfono en exteriores sea toda una gozada.
A esta ecuación debemos sumar la tecnología ProMotion. Cuando das el paso, volver a una pantalla de 60 Hz resulta extraño. Este sistema hace que todo en el teléfono sea muchísimo más fluido: transiciones, scroll, etc. Y, además, permite ahorrar batería, pues la tasa de refresco puede caer hasta los 10 Hz si es necesario –algo que un panel estándar no hace–. Esa, de hecho, es la clave por la que el iPhone 13 Pro ofrece una autonomía un poco mejor que el iPhone 13 convencional.
Un detalle que apenas se suele resaltar pero que, en mi opinión, es fundamental cuando estás de viaje, es la precisión del GPS, así como de la brújula. Y aquí, querido lector, el iPhone es un maestro. Pocos teléfonos de la competencia tienen un GPS tan consistente junto a una brújula tan precisa. Cuando estás perdido en una ciudad, es clave.
Por cierto: aunque Apple Maps no sea tan completo como Google Maps, he de reconocer que resulta bastante práctico usarlo en el Apple Watch para llegar caminando a un lugar determinado. Evitas sacar el móvil constantemente del bolsillo, pasarte la calle en la que debías girar –el reloj vibra cuando toca hacerlo–, etc. Es un combo ganador.
Infinitos viajes
En los nueve días que estuve paseando por Londres y Oporto con las dos variantes del iPhone 13 Pro reafirmé una impresión que, por mi experiencia con modelos anteriores de la marca, esperaba: este es un teléfono en el que puedes confiar sin temor a nada; siempre dará la talla.
Y esa afirmación, que parece obvia teniendo en cuenta que hablamos de un producto de más de 1.000 euros, es algo que no se puede decir de todos los productos de la competencia. No, al menos, en tantos sentidos como con este iPhone 13 Pro.