«El software se está comiendo el mundo», dijo el gurú de Silicon Valley Marc Andreessen hace diez años. Y tenía razón. Amazon, que todavía podía ser considerada como una compañía enfocada en el comercio electrónico y la venta de libros, ya era, en esencia, una empresa de software por su innovadora forma de romper las barreras físicas y vender su catálogo digitalmente a través de Kindle.
Diez años más tarde, el software ya no es por sí mismo el motor de la innovación y transformación social que buscan con sus productos y servicios las grandes compañías tecnológicas; es la inteligencia artificial (IA). Y ya no hablamos de IA como algo abstracto, como algo que impulsar y adoptar por todas las empresas y organismos sin saber muy bien cómo, sino del eje fundamental sobre el que ya están realizando avances significativos y tangibles en nuestro día a día.
La IA como nueva hoja de ruta del iPhone
Un claro ejemplo es el iPhone, el producto tecnológico más importante del mercado de consumo. Durante su primera década de renovaciones, todos los avances se realizaron en software empleando el hardware como un medio y con el objetivo de que cada vez fuese más «transparente» para el consumidor. A partir del lanzamiento del iPhone X (2017), quedó establecida una nueva hoja de ruta para la próxima década del iPhone, tal y como señaló Tim Cook: los algoritmos de aprendizaje automático y su procesador con hardware de red neuronal dedicado.
Estos algoritmos de IA comenzaron por hacer posible que se desbloquease el iPhone reconociendo tu rostro, siendo capaz de detectar tu atención en ese preciso instante y reconociendo y aprendiendo de los cambios físicos que experimentaba con el paso del tiempo. El software del iPhone comenzó a estar diseñado no sólo para hacer tareas determinadas, sino para actuar como un ser racional que puede obtener y comparar información a través de los sentidos (la cámara), usa su memoria y toma una decisión: desbloquear el iPhone o no.
La función más sorprendente anunciada en el evento anual de Apple celebrado el pasado martes fue el modo de grabación «cinematic mode» que replica el efecto de enfoque de bastidor que se puede observar habitualmente en cualquier serie o película. El iPhone 13 es capaz de cambiar durante la grabación entre el enfoque de primer plano y de fondo, y es inteligente para hacerlo cuando el sujeto de la acción mira hacia otro lado del teléfono. Una vez grabada la secuencia, el usuario puede cambiar el enfoque a posteriori para jugar con las transiciones de foco y los tiempos en los que el sujeto pasa al primer o segundo plano.
El margen de mejora en hardware es ya tan estrecho que cada vez es más difícil para los fabricantes de teléfono incitar una renovación de terminal: no basta con aumentar la velocidad del procesador, la resolución de la pantalla o el tamaño de la batería, se necesitan mejoras de hardware para que puedan cobrar vida funciones de software que dependan de algoritmos de aprendizaje automático. Apple, que controla su ecosistema al completo, desde el diseño del procesador hasta el sistema operativo y aplicaciones, posee una clara ventaja durante esta próxima década de innovación como la tuvo en la primera década del iPhone.
Google empleará su propio chip en los nuevos terminales Pixel para lograr lo que es imposible con los chips que hay disponibles actualmente en el mercado. Lo veremos en octubre, pero está claro por dónde van a ir los tiros los próximos años. El resto de fabricantes Android tendrá que seguir este camino, pero lo harán arrastras e intentando seguir la estela de Apple y, tal vez, Google. Google, pioneros en software y algoritmos de IA, necesita controlar su propio hardware para liberar sus avances y ofrecer soluciones revolucionarias para usos cotidianos a sus consumidores.
La IA se está comiendo al software
El paradigma ha cambiado también si lo observamos desde una perspectiva más amplia. Los avances ya no están supeditados únicamente a los programas en sí, sino en el empleo de poder computacional con impacto en el mundo físico como el sector de la automoción, el desarrollo de sistemas de explotación de energías renovables más eficientes o la gestión sanitaria. El software por sí solo ya no es la herramienta sobre la que poder desarrollar avances sustanciales para la sociedad. El software se comió el mundo, pero la IA se está comiendo al software. Y, a diferencia de los avances que hemos observado durante la pasada década, los realizados en algoritmos de inteligencia computacional están estrechamente ligados al hardware de los chips y de lo que vamos a esperar que controle la IA por nosotros como automóviles o robots de producción.
Tesla no es un fabricante de coches, tampoco una compañía de software que además hace coches. Tesla es una compañía de inteligencia artificial que para ofrecer algo concreto ha de fabricar coches y programas de una forma determinada. Al igual que ésta, todas las grandes compañías del mundo están transformándose para que sus productos y servicios estén controlados o sean mejorados por algoritmos de IA.
Amazon logró transformar mediante software su negocio de venta de libros. La IA ya está devorando lo que hasta ahora se hacía por software, y esto acaba de empezar. Por eso, lo más importante en el futuro no serán los programadores, porque programar una web o una aplicación pronto será tarea de servicios de IA, sino matemáticos que sepan dirigir, «alimentar» y desarrollar algoritmos de aprendizaje automático, expertos en ética y tratamiento de datos, expertos en privacidad e ingenieros que puedan idear el hardware necesario para los requerimientos de la IA dedicada a las tareas que el ser humano no puede abarcar.