Hoy es un día que ha permanecido marcado en el calendario de la pandemia durante mucho tiempo. Por fin, poco más de ocho meses después del inicio de la vacunación, se espera que alcancemos ese 70% de personas inmunizadas que, en un principio, se dijo que nos concedería la inmunidad de grupo.

Lo celebramos como un logro y, sin duda, cada vacuna que se administra lo es. Sin embargo, seguir hablando de ese porcentaje, es algo desfasado, pues hace mucho que se sabe que, en las circunstancias actuales, no será suficiente para alcanzar la también conocida como inmunidad de rebaño.

Entonces, ¿cuál es la cifra correcta? Lo cierto es que ninguna. Pero veamos cuál es el motivo.

¿Qué es la inmunidad de grupo?

Antes de hablar sobre porcentajes, merece la pena recordar qué es la inmunidad de grupo. Se conoce como tal a la cantidad de personas inmunizadas, ya sea naturalmente o mediante vacunas, que se consideran suficientes para interrumpir la cadena de contagios en una epidemia.

Idealmente la vacuna funciona como un cortafuegos, que dificulta la circulación del virus

Debemos ver la inmunidad como un cortafuegos. El virus se mueve libremente de persona a persona, pero cuando llega a una que ya pasó la infección o que está vacunada, idealmente no podría pasar. Como un incendio cuando se encuentra con un cortafuegos. 

Es importante remarcar ese “idealmente”, pues hemos visto que existen las reinfecciones y que las vacunas del coronavirus disminuyen muchísimo la probabilidad de hospitalización o muerte, pero no reducen tanto la de contagiarse de forma leve. De cualquier modo, disminuye la carga viral de las personas infectadas y la circulación del virus se hace más complicada.

Al inicio de la pandemia, con las circunstancias y los conocimientos de ese momento se calculó que un 70% de la población debería estar inmunizada para alcanzar la inmunidad de grupo. Por eso, se marcó como objetivo al iniciar la vacunación. Pero las cosas han cambiado mucho desde entonces.

¿Por qué ya no tiene sentido?

Los virus mutan, es su forma de existir. Nos echamos las manos a la cabeza cada vez que oímos hablar de nuevas mutaciones, pero lo cierto es que lo raro sería que no lo hicieran. Por suerte, el SARS-CoV-2, causante de la COVID-19, no es de los que más mutan.

La alta contagiosidad de la variante delta hace que el 70% no sea suficiente

Desde que comenzó la pandemia han ido surgiendo nuevas variantes resultantes de esas mutaciones y, como cabía esperar, las que más han prosperado han sido las más contagiosas. Afortunadamente, que sean más contagiosas no significa que sean más graves. De hecho, lo lógico es que prosperen las que por lo general causan enfermedad leve, puesto que las personas que estén muy enfermas no interaccionan con otras y, por lo tanto, se reducen los contagios.

Ahora bien, de todas esas variantes, la que más preocupa actualmente es la variante delta. Preocupa por varias razones, pero sobre todo por su contagiosidad. Al inicio de la pandemia se habló mucho del R0. Este es un parámetro que indica el número de personas que puede contagiar una persona enferma. Lógicamente, las medidas de contención van dirigidas a reducir ese valor todo lo posible por debajo de 1. Al principio, el coronavirus tenía un valor que oscilaba entre el 2 y el 3. Sin embargo, se calcula que para la variante delta se encuentra entre 6 y 10. 

Esto se debe, entre otros motivos, a que esta variante necesita una menor carga viral para contagiarse. Por lo tanto, si bien las vacunas siguen siendo muy eficaces para reducir hospitalizaciones y muertes, la eficacia de cara a evitar contagios leves ha disminuido algo.

Eso no quiere decir que no funcionen ni mucho menos. De hecho, si no lo hicieran la última ola de coronavirus en España, por ejemplo, habría sido desastrosa.

Ahora bien, el 70% ya no nos vale. No hay suficientes cortafuegos, pues esta variante se cuela mejor por los recovecos. Por lo tanto, el porcentaje de personas vacunadas tendría que ser mayor. Algunos expertos indican que sería alrededor de un 90% para alcanzar la inmunidad de grupo. Pero no es posible saberlo con seguridad. Además, debemos tener en cuenta que, al menos de momento, no se puede vacunar a los menores de 12 años, por lo que ni vacunando a la totalidad de la población superior a esa edad llegaríamos a porcentajes tan altos. 

Esto puede parecer derrotista, pero no lo es. Simplemente, no vale la pena obsesionarse con porcentajes. Las cosas deben ir cada vez mejor si no olvidamos qué es lo más importante: vacunar, vacunar y vacunar. Y eso, desde luego, lo estamos haciendo muy bien.

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