Un equipo de científicos de la India acaba de comprobar que una antigua vacuna de la tuberculosis puede ayudar a los ancianos a protegerse de la COVID-19.

En países como España, donde ya se ha vacunado el 100% de la población por encima de los 80 años y a un porcentaje muy alto de los mayores de 60, puede parecernos innecesario. No obstante, hay muchos países del mundo en los que las vacunas del coronavirus apenas han hecho acto de presencia. Por eso, mientras los ancianos esperan su turno, no está de más buscar formas de mantenerlos mínimamente protegidos.

En este caso, se podría contribuir a reducir los síntomas de la COVID-19 en caso de que se infecten. Y, con ello, evitar hospitalizaciones y fallecimientos. De momento, según explican los resultados del estudio que acaban de publicar en Science Advances, los resultados de los primeros ensayos clínicos han sido muy positivos. 

¿Por qué la vacuna de la tuberculosis y no otra?

La Bacillus Calmette-Guérin (BCG) es una antigua vacuna de la tuberculosis basada en el uso del patógeno vivo atenuado. 

Se ha comprobado que la BCG genera inmunidad inespecífica

Tiene ciertos paralelismos con la primera vacuna de la historia, esa que Edward Jenner desarrolló para combatir la viruela. Y es que, en vez de usar la bacteria que generalmente causa la enfermedad en humanos, se usa una cepa de la bacteria causante de la tuberculosis en vacas: Mycobacterium bovis. Jenner también usó una variante bovina de la viruela, aunque no la atenuó. Por lo tanto, la BCG, aunque en desuso, es mucho más segura.

Durante los años que su uso estuvo extendido se vio que esta vacuna de la tuberculosis no era eficaz solo contra esa enfermedad. También parecía proteger a los vacunados de otras afecciones respiratorias. El motivo, según explican estos científicos, es que, aparte de la respuesta específica, también parece generar una inmunidad inespecífica.

Por eso, este grupo de investigadores, procedentes del Instituto Nacional de Investigación en Tuberculosis y el Instituto Nacional de Epidemiología de la India, decidió comprobar si también podría ser útil contra la COVID-19. Aunque había algo muy importante que debían analizar antes: ¿genera la vacuna una respuesta inflamatoria excesiva?

Protección provisional contra la COVID-19

Cuando un patógeno entra en nuestro organismo, todo el batallón defensivo del sistema inmunitario se enfrenta a él. Esto es algo beneficioso, por supuesto. El problema es que esa respuesta defensiva también nos afecta a nosotros, a través de la inflamación. Siguiendo con el símil bélico, sería el resultado de una gran explanada pisoteada por los caballos y cubierta por los cuerpos de los soldados que perecen en la batalla. Si esto se da en su justa medida no tiene por qué ser peligroso. Al fin y al cabo, es algo necesario. Pero a veces ocurre de un modo desmesurado, poniendo en peligro la vida del paciente.

A medida que las personas envejecen, van desarrollando una inflamación crónica de bajo grado

En el caso de los ancianos, a medida que se hacen mayores, van desarrollando una inflamación crónica de bajo grado. Si esta se une a la propia de la respuesta inmunitaria, puede ser peligrosa. Por eso precisamente se cree que constituyen el grupo poblacional más susceptible a la COVID-19 grave.

Y, claro, las vacunas también generan una respuesta inflamatoria. Es el motivo por el que muchos hemos experimentado con ellas síntomas como fiebre, dolor de cabeza o inflamación en el brazo del pinchazo. Al parecer, la BCG podría proteger a los ancianos de la COVID-19 gracias a su inmunidad inespecífica. ¿Pero a qué precio?

Teniendo esto en cuenta, los autores de este estudio reunieron a 82 voluntarios con edades comprendidas entre los 60 y los 80 años. A la mitad se les administró la vacuna de la tuberculosis, mientras que a la otra mitad se les inyectó un placebo.

Después, se dejó pasar un mes, tras el cual se recogieron muestras de sangre de todos ellos. El objetivo era analizar los niveles de determinados componentes del sistema inmunitario relacionados con la inflamación. Concretamente, se centraron en la interleucina 6, la interleucina 2, los interferones tipo 1, el factor de necrosis tumoral alfa y el Factor estimulante de colonias de granulocitos y macrófagos. Observaron que, si bien se encontraban en los dos grupos, los niveles eran mucho más bajos en quienes habían recibido la vacuna de la tuberculosis en vez del placebo.

Se sabe que muchos de estos componentes están relacionados con los síntomas graves de COVID-19. Por eso, los autores del estudio creen que esta vacuna podría dar cierta protección a los ancianos que aún siguen esperando a recibir alguna de las vacunas del coronavirus. Es primordial que las reciban cuanto antes. De hecho, la OMS ya ha pedido a los países ricos que donen sus excedentes en vez de optar por una tercera dosis que ni siquiera parece ser necesaria de momento. Sin embargo, mientras esperan, toda ayuda será bienvenida. Faltaría más. 

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