La noticia de las 29 muertes de ancianos en Noruega tras recibir la primera dosis de la vacuna contra el coronavirus de Pfizer ha generado un gran revuelo en todo el mundo. Quienes ya tenían reticencias a vacunarse ahora muestran todavía más e incluso quiénes estaban decididos albergan algunas dudas.

Es un miedo lógico, si nos quedamos en lo superficial de la situación. Sin embargo, es importante comprender qué es lo que ha pasado exactamente. Cada vez tenemos más información al respecto. De hecho, ya se han realizado varias autopsias, que aportan algunos datos nuevos al respecto. Con todos en la mano se pueden tomar medidas a la hora de valorar los casos individuales para la vacunación. Eso sí, no deben tomarse como excusa para temer a una vacuna que, incluso a pesar de esta tragedia, sigue considerándose segura. Recordemos que en Noruega se han vacunado sin problemas más de 45.000 personas.

¿A qué se deben las muertes de ancianos en Noruega?

Ante la noticia de las muertes de ancianos en Noruega cabe hacerse varias preguntas. En primer lugar, se han puesto ya varias dosis de vacunas en todo el mundo, buena parte de ellas a ancianos de edad muy avanzada o enfermos, como los fallecidos en el país nórdico. ¿Por qué entonces otras naciones no han reportado algo así?

Según ha explicado en The Conversation Nathan Bartlett, profesor en la facultad de ciencias biomédicas de la Universidad de Newcastle, es posible que Noruega cuente con un sistema muy exhaustivo de monitorización de los receptores de la vacuna. Así, se puede saber cuanto antes si se han dado problemas. Pero estos no tienen por qué estar relacionados siempre con el fármaco. Incluso si lo estuvieran en principio no supondrían una razón para dejar de administrarlo a la población.

Cuando llegaron los primeros datos se tomaron con mucha cautela. Ciertamente todos seguían un mismo patrón. Más de ochenta años, patologías graves previas a la vacunación y episodios de fiebre, diarrea y náuseas. La edad mínima descendió a los 75 años, tras anunciarse nuevos casos, pero seguían siendo personas muy enfermas. Había dos posibles explicaciones para lo que estaba ocurriendo. La primera sería que se tratara de una simple casualidad. Al fin y al cabo, eran personas que parecían encontrarse ya en la última fase de su vida.

Por otro lado, existe la posibilidad de que las muertes de ancianos en Noruega sí sean resultado de los efectos secundarios de la vacuna. Ya sabemos que en los ensayos clínicos se reportó un amplio abanico de efectos, desde el dolor en la zona del pinchazo hasta la fiebre. Todo esto es generalmente inocuo para la mayoría de las personas, pero puede ser peligroso en alguien con la salud ya muy mermada.

Conclusiones tras la autopsia

En los últimos días se ha practicado la autopsia a 13 de los ancianos fallecidos. De esta se concluye que sus muertes podrían estar vinculadas a los efectos de la vacuna.

Del mismo modo que ocurre con otras vacunas, el hecho de que cause ciertos síntomas es señal de que está funcionando. Al fin y al cabo, la inmunidad se logra tras una reacción inflamatoria orquestada por el fármaco. Estas reacciones inflamatorias pueden causar síntomas muy perjudiciales en pacientes vulnerables. Y eso es lo que parece haber ocurrido, al menos en lo referente a algunas de las muertes de ancianos en Noruega. Otras podrían no tener nada que ver. No debemos olvidar el factor casualidad.

Durante los propios ensayos clínicos se produjeron algunos fallecimientos, pero ninguno se vinculó con la vacuna. De hecho, uno de los voluntarios de Moderna murió por una arritmia generada después de que le alcanzara un rayo en una tormenta. Absolutamente nada que ver.

Centrándonos en los casos para los que las autopsias sí encuentran cierta vinculación, nos encontramos ante un ejemplo de la importancia de valorar cada caso por separado.

Lo explica en su artículo el profesor Bartlett: “La vacuna debe considerarse caso por caso para este grupo, sopesando cuidadosamente los riesgos y beneficios en cada situación”.

Para pacientes especialmente frágiles podría considerarse que no se vacunen. No estarían protegidos por la vacuna, pero sí por las personas vacunadas a su alrededor. Por eso la vacunación se considera un acto solidario. Nos protegemos nosotros, pero también a aquellas personas que por su vulnerabilidad no pudieron recibir el fármaco.