Resident Evil: oscuridad infinita es todo lo que la saga cinematográfica pudo ser y jamás pudo alcanzar. Con su estilo sobrio, inteligente y con buenas decisiones para dotar de profundidad una historia tópica, la serie de Netflix triunfa allí donde otras adaptaciones carecían de sustancia. No solo se trata de una reinvención de la conocida saga de videojuegos, sino en una narración sólida que sorprende por su audacia.
Más que una adaptación, Resident Evil: oscuridad infinita es una revisión de todo el universo que se sostiene sobre una dimensión independiente. Una decisión audaz que le brinda individualidad y una personalidad por completo distinta a cualquier otra producción en pantalla relacionada con la franquicia.
Por supuesto, se trata de un reto complejo cuando la saga cinematográfica estableció un cierto ritmo incoherente al momento de narrar sus líneas. La serie de Netflix, Resident Evil: oscuridad infinita, tenía el reto de superar el escollo, además de estratificar y ordenar la información. Y lo logra gracias a la capacidad del guion para contar el conocido ataque zombie y sus consecuencias desde un plano por completo distinto. Ya no se trata del Apocalipsis redimensionado en un evento extraordinario y temible.
También es una narración orgánica que evita los giros artificiales, forzados o desordenados, para lograr establecer desde el inicio un escenario. Resident Evil: oscuridad infinita tiene la habilidad de componer una estructura y un recorrido fluido, que conecta a los personajes con el centro del misterio.
La combinación entre información novedosa y los habituales giros argumentales del juego y la franquicia cinematográfica logra crear un discurso peculiar. Tanto como para que aunque la mayoría de los espectadores conozcan los detalles de la trama, el conjunto resulte fresco y sorprendente.
'Resident Evil: oscuridad infinitas', corrigiendo los errores de una franquicia mayor
La historia se sitúa cronológicamente después de los eventos del videojuego Resident Evil 4. Como recordarán los jugadores asiduos, la línea temporal del juego transcurre en el 2004, con Leon S. Kennedy convertido en un agente del servicio Secreto de los Estados Unidos. Para Resident Evil: oscuridad infinita, ocurrido en Shanghai.
Pero la investigación se hace más apremiante una vez que la Casa Blanca es asediada por zombies. Es entonces cuando la serie de Netflix alcanza su punto más alto en narración, al construir una visión casi cinematográfica de ambas historias. Lo interesante de la forma en que se concatenan las diferentes líneas narrativas del programa es la naturalidad con que parecen avanzar a un punto central. Y lo hacen sin recurrir a exageraciones, giros sin explicación o a los habituales deus ex machina de producciones semejantes.
Por supuesto, y a pesar de sus bondades, también es una producción que bebe de la dinámica de Resident Evil. Sus cuatro primeros episodios sostienen un cuidadoso entramado de percepciones sobre el desastre inminente y crear la tensión necesaria. Lo hacen con una fluidez que se agradece.
Con su animación precisa, interesante pero que no roba protagonismo a la historia La serie Resident Evil: oscuridad infinita es un innovador experimento. El guionista Andrew Dabb logró crear un ámbito en el que los sucesos de Resident Evil tienen cierta lógica interna. La salvedad aleja a la serie de Netflix del hecho de ser solo un escenario ideal para la matanza de zombies.
La narración se acerca más a un argumento en el que se exploran las consecuencias del Apocalipsis y el peligro al acecho. Tiene las inevitables escenas de matanza, que la animación lleva a dimensiones inverosímiles.
Pero, por una vez, el enfrentamiento contra los zombies está al servicio de la narración y no al contrario. Toda la historia está sustentada sobre el hecho de una concepción sobre la supervivencia urgente y desesperada. Aunque lo esencial de Resident Evil sigue siendo el punto focal de la producción, la serie se toma algunas libertades para crear algo más sustancioso.
El argumento se concentra en añadir información y profundizar en los hechos conocidos con habilidad. El resultado es un recorrido que incluye datos del videojuego, algunos guiños a la película, pero que también aborda sus propios puntos y cuestionamientos propios. Después de los despropósitos en la pantalla grande y la información caótica los juegos, la serie Resident Evil: oscuridad infinita es un cambio de registro sorprendente.
De la oscuridad al terror
Aunque la serie de Netflix apuesta a la acción más que al terror, la mayoría de las escenas de Resident Evil: oscuridad infinita tienen un despliegue de gore convincente. De hecho, hay un hincapié casi desconcertante por la forma en que se plantea la muerte de los zombies. Quizás, la mayor concesión a lo violento y a lo asombroso es la manera en que muestra lo sangriento en pantalla.
La animación alcanza sus puntos más altos cuando intenta mostrar los horrores que se esconden en la sombra. Para la ocasión, crea un despliegue de juegos de luces y sombras que emulan lo mejor del videojuego. Pero también se sustenta sobre una mirada casi brutal sobre lo terrorífico. Todo, mientras los personajes intentan enfrentarse a la amenaza latente con una violencia que aumenta de nivel e impacto capítulo a capítulo.
Sin embargo, uno de los aspectos que más sorprende de la serie es el hincapié que hace sobre sus personajes, diálogos e interacciones. Por sorprendente que parezca, en mitad de una batalla en que abundan las decapitaciones y la sangre, la trama funciona gracias a la introspección.
El guion se toma el tiempo y el cuidado de elaborar una versión sobre el juego en que la tragedia es real, la confrontación violenta y el miedo inevitable. Pero en esencia, también es un homenaje a un universo mayor. Uno que por una vez logra con un pensado argumento y en especial, una mirada brillante a todo lo que sostiene la acción. Algo que sin duda, agradecerán la mayoría de los fans.