La primera exploración del director Chris McKay (LEGO Batman: La película, 2017) fuera del cine animado es convincente, con la ayuda de Chris Pratt (Guardianes de la Galaxia). La guerra del mañana (The Tomorrow War, 2 de julio de 2021 en Amazon Prime Video), su primera incursión en el cine de acción, resulta en un buen balance entre proyectiles disparados, investigaciones y pruebas científicas para intentar salvar al planeta en un futuro, ubicado a treinta años del presente.

En esa búsqueda, Chris Pratt interpreta a Dan Forester, un militar retirado que, como un clásico del cine bélico, no se halla más allá de la línea de fuego. Mckay y su guionista, Zach Dean (24 horas para vivir, 2017) no descubren nada nuevo en ese tópico, pero lo representan a través del recurso de los viajes en el tiempo de forma refinada. 

La guerra del mañana sigue el paso de producciones como Al filo del mañana (Doug Liman, 2014) sin abusar del recurso de los bucles temporales. La película de Chris McKay es mucho más estable en relación con los saltos de tiempo, algo que favorece la experiencia: el espectador podrá quedar aturdido por las explosiones y las detonaciones. Pero no por los saltos temporales de la película. 

'La guerra del mañana': un guiño a 'Fortnite'

La guerra del mañana

Casi a la par que Mckay desarrollaba su película sobre Batman, en 2017, el universo de los videojuegos se sacudió con la aparición de Fornite (2017) durante ese año. El juego fue una revolución que integró a jugadores de cualquier parte del mundo, incluyendo a famosos de cualquier área de la cultura, dentro de una misma plataforma. La guerra del mañana bebe de ese recurso para tender un puente entre los espacios temporales.

Lo hace con un matiz no menor: fuera de las consolas y los ordenadores, los videojuegos quizá no sean tan divertidos. Dentro de ellas se reinicia la partida mientras que en La guerra del mañana el mundo depende de una sola partida. Con la excusa de la referencia al videojuego, director y guionista se permiten recursos de humor que no son brillantes pero tampoco decepcionan. 

Esa atmósfera habilita el uso de los efectos especiales, uno de los aspectos que más interés despertó en crítica y seguidores. ¿Funcionan? Sí, con Chris Pratt e Yvonne Strahovski (El Depredador), interpretando a la Coronel Muri, llevando al espectador sobre un vehículo de combate disparando proyectiles y saliendo de nubes de humo. 

La guerra del mañana no es Mad Max: Fury Road (George Miller, 2015), quizá el paradigma contemporáneo en cuanto a cine de acción se refiere. Pero el desarrollo de las escenas de combate y de adrenalina cumplen, así como la recreación de los enemigos. Los efectos especiales tienen sentido cuando no se notan dentro del relato y en esta película son casi imperceptibles en favor de la historia. 

El valor de la ciencia

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A través de sus dos horas de duración, La guerra del mañana plantea el pulso entre la fuerza bruta y el conocimiento, concluyendo que una necesita de la otra. A diferencia de Avatar (James Cameron, 2009), una película que también parece haber influido por las características de los enemigos de la humanidad, la bota no pisa las gafas ni llena de sangre las batas médicas. 

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Sin embargo, puede que la resolución de algunos aspectos narrativos no sea tan sólida, generando inconsistencias, cerrando de forma apresurada ventanas abiertas antes por el humor. Esos detalles no perturban la experiencia, pero su resolución resta peso a la película de Amazon Prime Video. Aún así, es posible reconocer intereses del director y el guionista, quienes plantean preguntas sobre el sentido de la educación tradicional y el calentamiento global, por ejemplo.

Aunque en La guerra del mañana eso que pone en riesgo a los seres humanos no es un virus, la investigación y el conocimiento emergen ante la amenaza para intentar encontrar una solución. Esto, en un contexto durante el cual parte de la sociedad global recupera algo de la normalidad, fuera de las salas de cine y de las plataformas de streaming, funciona como un entretenido homenaje a las horas dedicadas ante un cuaderno cuadriculado o a los experimentos dentro de los laboratorios.

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