Joe Biden, el nuevo presidente de los Estados Unidos, no para de darnos sorpresas desde que tomó el cargo. La última ha sido la decisión de apoyar la liberación de las patentes de las vacunas del coronavirus. Solo si todo el mundo cuenta con su vacuna, está podrá ser efectiva a nivel internacional.
Esto es algo que han pedido los sanitarios de muchos de los países de países en vías de desarrollo desde que estalló la pandemia. Así, estos necesarios fármacos podrían fabricarse en muchos más laboratorios, facilitando su distribución incluso por las naciones más desfavorecidas. Sin embargo, cuando se ha votado esta opción entre las grandes potencias mundiales, la decisión final ha sido mantener las patentes como están.
Ahora, con el paso al frente de Biden, también la Unión Europea se está repensando su propuesta anterior y se muestra dispuesta a volver a debatir el tema. Sin embargo, en el otro extremo está la posición de Bill Gates; quien, a pesar de ser uno de los grandes defensores de la distribución mundial de vacunas, se muestra en contra de esta iniciativa. ¿Qué se puede hacer entonces al respecto?
Liberar la patente de las vacunas del coronavirus: sí o no
Los pros de suprimir las patentes de las vacunas del coronavirus están más que claros. Se podrían producir muchas más dosis, incluso in situ en esos países a los que apenas están llegando. Algunas, por su baja temperatura de almacenamiento, son difíciles de transportar, por lo que desarrollarlas directamente en su lugar del destino o muy cerca del mismo sería una gran ventaja, sobre todo si se trata de países con escasa infraestructura para su buena conservación.
Aunque hay un consenso mundial de apoyo a los países más desfavorecidos, la cuestión del precio también influiría en la liberalización de las patentes de la vacuna del coronavirus. Si bien los costes de producción serían similares, una acercamiento de la fábrica a los lugares de suministro supondría un descenso claro del coste de la misma.
Sin embargo, en una entrevista reciente a Sky News, Bill Gates puso de manifiesto el que él considera el gran contra. Según explicó, son pocos los laboratorios en el mundo que disponen de los estándares de seguridad adecuados para la fabricación de vacunas. "No existe una fábrica de vacunas ociosa con aprobación regulatoria que produzca vacunas mágicamente seguras. Cada proceso de fabricación debe analizarse de forma muy cuidadosa". Y esto viene implícito en el concepto de patente: usar la "receta de la vacuna" es gratis en este momento, no tanto así el proceso de producción de la misma que, tal y como está expuesto en dichas propiedades intelectuales, tiene que cumplir unos mínimos de seguridad y vigilancia.
Por lo tanto, si bien es cierto que se obtendrían muchas más dosis, no se podría garantizar en todas ellas que cumplen los requisitos con los que se probaron en los ensayos clínicos. Se podría correr el riesgo, entonces, de lotes defectuosos o sin efecto sobre los pacientes.
No es solo la patente, es todo lo que la rodea
Por otro lado, el hecho de que Estados Unidos haya anunciado su liberalización de las patentes, y ahora Europa parece que seguirá la estela, ya está analizando como una forma sutil de "escurrir el bulto". El hecho de cualquier laboratorio del mundo pueda fabricar la vacuna del coronavirus de forma autónoma no es sinónimo de que el apoyo económico y social también salgan por la ventana.
El compromiso de los países con posibles económicos debe ir más allá de la patente y terminar con la ayuda a la fabricación de la misma, así como la distribución a toda su población. India, sin ir más lejos, es uno de los mayores productores de medicamentos y, en este caso, de vacunas del coronavirus. Y con unas de las peores cifras de contagios y fallecidos a nivel mundial, no es el primer receptor de las mismas.
En cualquier caso, y respecto a Gates, cabe destacar que el informático, empresario y filántropo estadounidense lleva años muy implicado en la erradicación de enfermedades a través de las vacunas. De hecho, uno de sus principales objetivos ha sido invertir en la eliminación de la polio en África. Por eso, su opinión ha generado un gran revuelo entre defensores y detractores que consideran que todo esto no es más que una excusa.
Ese, sin duda, será uno de los puntos que tendrá que valorar ahora la Unión Europea antes de tomar una postura clara sobre las patentes de las vacunas del coronavirus. Mientras tanto, la única opción para estos países sigue siendo la iniciativa COVAX.
Positiva pero insuficiente
COVAX es una iniciativa solidaria mundial dirigida a realizar un reparto equitativo de las vacunas del coronavirus por el mundo.
Se distribuye principalmente AstraZeneca, pues es la única de las opciones que se fabrica a precio de coste. Su fin es muy loable. Sin embargo, los sanitarios que trabajan en estos países más desfavorecidos siguen considerándola insuficiente.
De hecho, recientemente lo explicó en declaraciones a Hipertextual el pediatra Iñaki Alegría, quien trabaja como Coordinador Médico en el Hospital General Rural de Gambo, en Etiopía. Nos contaba que el objetivo de esta iniciativa es vacunar al 3,3% de la población de los países que la reciben para junio 2021, mientras que los países ricos pretenden conseguir la inmunidad colectiva en esa misma fecha.
Esto supone una desigualdad, que tanto para Alegría como para otros profesionales que se encuentran en primera línea de la sanidad africana solo podría solucionarse liberando las patentes.
Es un tema controvertido, desde luego. ¿No hay forma de garantizar la seguridad sin dejar en stand by a buena parte del planeta? Tendremos que esperar para saber la respuesta. Ojalá sean los expertos y no la política o el dinero quienes den con ella. Sea cual sea.