Los trombos de AstraZeneca se han convertido en el tema estrella de las últimas semanas. Mientras los científicos estudian lo ocurrido, para comprobar si realmente hay o no una relación entre ambos fenómenos, los expertos de las redes sociales dan sus veredictos, con algo menos de investigación detrás, y los medios de comunicación ponen su granito de arena a la histeria colectiva con unos titulares a menudo desacertados. Las vacunas del coronavirus ya provocaban ciertos temores a la población por haberse obtenido tan deprisa. Ahora, hay una razón tangible para temerlas, o al menos eso parece.
Sin embargo, la Agencia Europea del Medicamento (EMA) insiste en que, de existir realmente la relación, sería un efecto secundario extremadamente raro y que, además, los beneficios superan a los riesgos.
Esto es algo importante. Como ejemplo, sirven los propios trombos. De repente, la posibilidad de trombosis causada por la vacuna de AstraZeneca se nos hace un mundo. Pero nos olvidamos de que el propio coronavirus también puede causar trombos, entre otras muchas complicaciones. Y no es una sospecha. Es algo muy investigado, sobre lo que se han escrito numerosos estudios este año.
Uno de los pocos virus trombóticos
A día de hoy se conocen pocos virus que causen trombos. Se sabe que algunos citomegalovirus pueden causar trombosis y que el virus de la varicela-zóster es capaz de causar tanto trombos como hemorragias.
Además, se ha comprobado que los dos parientes más recordados del SARS-CoV-2, el SARS-CoV-1 y el MERS-CoV, también los causan.
Por eso, no sorprendió comprobar que este nuevo coronavirus también lo hiciera. Se comprobó inicialmente en las autopsias de algunos fallecidos, en las que se encontraron microtrombos en la vasculatura pulmonar. Pero más tarde se empezaron a diagnosticar casos de trombosis en pacientes que habían logrado superar la enfermedad. Esto puede ocurrir por los días de ingreso, especialmente si han sido en UCI, desde luego. No obstante, algunos estudios han demostrado que los enfermos ingresados por COVID-19 muestran una mayor propensión al desarrollo de trombosis que los que estuvieron hospitalizados por otras patologías. Y también más que con las vacunas del coronavirus.
Los trombos que no causan las vacunas del coronavirus
Una de las pruebas que se emplean para analizar si una persona tiene trombos es la del dímero D. Se trata de un test dirigido a analizar la presencia en sangre de una proteína asociada a la disolución de coágulos.
Por eso, la mayoría de estudios sobre trombos asociados al coronavirus partieron de realizar esta prueba a pacientes previamente diagnosticados con COVID-19.
Como ejemplo, un estudio realizado por científicos chinos en abril de 2020 señalaba niveles anormales de este dímero en un 43’2% de los pacientes leves de coronavirus y en un 59’6% de los graves.
Esto indica algún problema en la coagulación. De hecho, cuadra con los resultados de otro estudio, en el que se apunta a que aproximadamente la mitad de los pacientes graves desarrollan coagulopatías. Aunque no son todas las mismas.
Por ejemplo, una revisión publicada en julio de 2020 por científicos de la India, Ucrania y Reino Unido, mostraba que el 15% de los pacientes COVID-19 con neumonía y dímero D elevado desarrollaban trombosis venosa profunda. Según Clínica Mayo, esta es la que se da cuando se desarrollan coágulos en una o varias venas profundas del cuerpo, principalmente en las piernas. Es, por ejemplo, una de las coagulopatías que se están estudiando en personas que han recibido las vacunas del coronavirus. Este mismo estudio encuentra que es todavía más probable en pacientes con patologías previas, como la diabetes.
También se ha observado una mayor probabilidad de trombosis en embarazadas con coronavirus. Por ejemplo, en un estudio realizado con 20 gestantes con COVID-19, se comprobó que 10 de ellas desarrollaban mala perfusión vascular fetal o trombosis vascular fetal.
Problemas en la UCI
El mismo estudio de julio de 2020 muestra que más del 20% de los pacientes ingresados en UCI por coronavirus acaban desarrollando tromboembolismos. Es lógico, después de ser intubados o pasar mucho tiempo en cama. Sin embargo, el mismo estudio señala una proporción de tromboembolismos menor del 2% en enfermos que ingresaron en cuidados intensivos por otras patologías.
Aun así, cabe destacar que estos datos se contradicen con los de otros estudios que no encuentran grandes diferencias entre los pacientes de UCI COVID y no COVID.
Lo que está claro es que la hospitalización, especialmente en cuidados intensivos, es un factor de riesgo para el desarrollo de trombos. Pero no es el único motivo. En realidad, parece que el propio coronavirus genera en el organismo procesos que llevan a una coagulación descontrolada.
Su propio mecanismo de entrada a las células provoca el aumento de la acción de las hormonas angiotensina II vasoconstrictoras y la disminución de las vasodilatadoras. Además, el fenómeno conocido como tormenta de citoquinas, responsable de muchos de los casos graves de COVID-19, incluyendo a pacientes jóvenes, da lugar a un proceso inflamatorio muy intenso, que también puede desencadenar la formación de trombos.
Trombos y vacunas del coronavirus
Reino Unido ha detectado 30 trombos entre 18 millones de personas que recibieron las vacunas del coronavirus con AstraZeneca. Alemania, 31 casos de trombos entre 2’1 millones de personas vacunadas.
Esto arroja porcentajes muy diferentes, que podrían explicarse por diferentes motivos. Por un lado, que no tengan nada que ver con la vacuna. Por otro, que haya cierta predisposición genética. Esto último es algo que puede ir vinculado a la región geográfica. De cualquier modo, en ambos casos el porcentaje es muy bajo. Millones de personas que podrían haber enfermado gravemente y desarrollado trombos no lo han hecho gracias a las vacunas del coronavirus.
Lógicamente, comparar porcentajes de trombosis por un motivo o por otro no tiene sentido, pues no se trata de estudios hechos bajo las mismas condiciones. No son datos extrapolables, pero nos sirven para hacernos a la idea de que, entre otros síntomas, esas vacunas que tanto tememos también pueden protegernos de una trombosis. Y quizás a nosotros no, pero sí a ese vecino diabético que aún no se ha vacunado, a esa amiga embarazada a la que han recomendado que no se vacune hasta dar a luz o a ese abuelo inmunodeprimido al que no han podido vacunar por la debilidad de su sistema inmunitario.
Por eso la EMA habla de que los beneficios superan los riesgos. Nuestros beneficios y los de las personas a las que queremos.