Los efectos de la Guerra Fría aún perduran en nuestra sociedad, pero sus consecuencias van mucho más allá de los posibles enfrentamientos geopolíticos que todavía pueda haber entre Estados Unidos y Rusia. Las lluvias radiactivas como resultado de las pruebas nucleares de los años 50 y 60 ha afectado a la miel de Estados Unidos. O, al menos, esto señala un nuevo estudio publicado en Nature Communications.

Todo comenzó con un experimento de James M. Kaste. En la primavera de 2017 pidió a sus alumnos que, allá donde fueran a pasar sus vacaciones, trajeran alimentos locales. Después en clase medirían los niveles del isótopo radioactivo Cesio-137. Y es que este elemento continúa en el medio ambiente debido a las pruebas nucleares realizadas durante la Guerra Frían, tanto por Estados Unidos y Rusia, como por parte de otros países. "Hubo un periodo en el que probamos cientos de armas nucleares en la atmósfera", explicó el investigador principal, Kaste, en Science Alert.

El cesio-137 es un subproducto de la fisión nuclear, tal y como explican desde Science Alert, e implica la reacción del uranio y el plutonio. Y aún hoy se puede encontrar en la naturaleza debido a la contaminación nuclear del medio ambiente. Esto es justamente lo que trataba Kaste de explicar a sus alumnos cuando les pidió que llevaran a clase alimentos locales del lugar en el que pasaran sus vacaciones de primavera. Sin embargo, el que se llevó la sorpresa fue el profesor cuando midió los niveles de este isótopo en un tarro de miel de Carolina del Norte.

Niveles altos de Cesio-137 en la miel

¿El resultado? El tarro de miel de Carolina del Norte tenía 100 veces más Cesio-137 que el resto del alimentos locales, como frutas o frutos secos. Kaste se sorprendió tanto que volvió a medir la radioactividad de la miel. Pero el resultado fue el mismo. Entonces, comenzó a investigar cómo podía ser posible que la miel tuviera tanto cesio-137. Aunque este es un buen momento para señalar que los niveles encontrados no son perjudiciales para los seres humanos y no tenemos que preocuparnos.

Así que se pusieron manos a la obra y analizaron muestras de miel cruda, pura y sin filtrar, elaborada localmente, procedentes de mercados y apicultores situados en el este de Estados Unidos. En total fueron 122 muestras, de las que 68 mostraban rastros detectables del isótopo radiactivo. Siempre sin superar los niveles que convertirían el producto en algo perjudicial. Y es que tomar esta miel no es peligroso para el ser humano ya que esos niveles de cesio-137 no son dañinos. En todo momento estuvieron por debajo del umbral de 50-100 becquereles por kilogramo de radiactividad.

Los niveles de Cesio-137 encontrados en la miel estuvieron por debajo del umbral de 50-100 becquereles por kilogramo de radiactividad, por lo que su consumo no es perjudicial para la salud de las personas

Las zonas en las que se produjeron las pruebas nucleares fueron las Islas Marshall en el Océano Pacífico y Novaya Zemlya, un archipiélago ártico en el norte de Rusia. Aunque también hubo en Nuevo México y Nevada. "Sabemos que la producción de cesio-137 de los emplazamientos del Pacífico y de Rusia fue más de 400 veces superior a la de las explosiones de Nuevo México y Nevada", afirma Kaste. De hecho, no todas las bombas fueron igual de intensas, señala el experto. Ya que "una sola bomba rusa, la Bomba Zar, fue más de 50 veces más potente que todas las pruebas de Nevada y Nuevo México juntas".

Zonas de tierra baja en potasio

Abeja
Foto por Dmitry Grigoriev en Unsplash

No sabemos qué bomba fue ni hace cuánto que explotó ni cuál fue la lluvia radiactiva que ha contaminado la miel. Pero los expertos tienen una teoría de cómo ha terminado el Cesio-137 ahí. "Muchas de las detonaciones aéreas fueron tan potentes que decenas de productos de fisión radiactivos se inyectaron en la estratosfera y se distribuyeron por todo el mundo con un tiempo de residencia de [aproximadamente] un año antes de depositarse principalmente por las lluvias", explican Kaste y sus compañeros en este nuevo estudio. "La presencia de contaminación radioactiva procedente de las pruebas nucleares es globalmente ubicua y detectable en todos los continentes e incluso en las fosas oceánicas profundas".

Las mieles con más radioactividad venían de lugares con tierra baja en potasio, no en zonas con mucha lluvia

Aunque parece que la lluvia arrastra el cesio-137 de la atmósfera y lo devuelve a la tierra, las mieles con más radiactividad no venían de los lugares más lluviosos. El equipo de Kaste explica que vienen de las zonas con una tierra más pobre en potasio, que las plantas adsorben para hacer sus procesos metabólicos. Pero, ¿por qué la miel con radiactividad viene de estos lugares? La respuesta que dan es que el potasio y el cesio comparten unas similitudes atómicas. Y ante la falta de potasio en la tierra, las plantas absorban el cesio, aunque sea una variante radiactiva.

El cambio de las plantas del potasio al cesio, a pesar de ser radiactivo, no es algo nuevo. Es más esto ya ocurrió tras el desastre de Chernóbil. Y la vida de las partículas radiactivas es tan larga que, a pesar del paso del tiempo, pueden seguir estando ahí. Pero también a miles de kilómetros de los lugares en los que se hicieron pruebas nucleares.

La desaparición de las abejas

En su estudio, el equipo de Kaste plantea la posibilidad de que la radioactividad pueda estar relacionada con la desaparición de las abejas y otros insectos polinizadores. Esto tiene a la comunidad científica bastante preocupada por todas las consecuencias que podría tener para el medio ambiente y nosotros mismo su completa desaparición. Kaste señala que no podemos permitirnos ignorar que la radiactividad también podrían contribuir. Sin embargo, para saber más sobre este tema tendrán que realizarse más estudios.

"Dado que los insectos polinizadores prestan servicios vitales al ecosistema mundial y son esenciales para mantener la seguridad alimentaria global; se necesita más investigación para ayudarnos a entender mejor cómo la contaminación ionizante amenaza su salud y supervivencia"

Kaste y su equipo

En definitiva, un tarro de miel radiactiva no fue algo que Kaste viera venir. Sin embargo, ese pequeño experimento en clase le ha traído hasta aquí. Ahora sabemos un poco más sobre la miel con radiactividad y cómo puede producirse; pero también que no es peligrosa para la salud de las personas. Aunque sí es interesante averiguar más sobre el papel de la radiactividad en la muerte de las abejas. Quizás ese es el problema. O quizás no. Lo que sí está claro es que tenemos que cuidar nuestro entorno, ya sea de la basura, los plásticos... o la radiactividad.

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