La leishmaniasis es una enfermedad causada por un protozoo parásito del género Leishmania y transmitida por las hembras de mosquitos flebótomos. En los países desarrollados es más conocida la leishmaniasis en perros, aunque también puede infectar a personas. De hecho, según la OMS, unas 700.000 enferman al año por este motivo. Es importante controlar los mecanismos que emplea para expandirse. Y eso precisamente es lo que ha hecho un equipo de científicos de la Universidad de Lancaster, que acaba de descubrir que son capaces de modificar el aroma de los perros, haciéndolos más atractivos a los insectos que funcionan como vectores.
Sus resultados, que se acaban de publicar en PLOS Pathogens, suman a este protozoo a la lista de parásitos y virus que manipulan como marionetas a sus hospedadores para poder proliferar. No lo hacen conscientemente, como es lógico, pero suponen un serio problema si no logramos entender sus triquiñuelas.
Parásitos manejando los hilos
Los parásitos, así como los virus, necesitan huéspedes para subsistir. A veces lo tienen fácil, pero otras requieren artimañas que los convierten en verdaderos manipuladores.
Buen ejemplo de ello es el del virus de la rabia, que genera en sus víctimas agresividad y fobia al agua. De este modo, aumentan la probabilidad de contagio, propiciando los mordiscos y evitando que se diluya la saliva al beber.
También es común el caso del protozoo causante de la toxoplasmosis, que hace que los ratones a los que invade se sientan relajados y sin miedo a los gatos o que a los chimpancés les pirre el olor de la orina de leopardos. Incluso se ha observado que en humanos puede provocar comportamientos casi suicidas. Obviamente, el parásito no se verá beneficiado si su hospedador salta delante de un coche, pero sí si en el pasado se enfrentaba sin miedo a un jaguar. Y al parecer todavía arrastramos esos coletazos.
Ahora, por si fuera poco, se ha encontrado un mecanismo similar con la leishmaniasis en perros.
El caso del parásito de la leishmaniasis en perros
Al igual que el parásito de la toxoplasmosis, este protozoo juega con los aromas, aunque esta vez no modifica el olfato. Al parecer, manipula el olor de los perros, para que atraigan a las moscas de arena. Pero solo a las hembras. Estas son las que actúan como vector del parásito, picando a los canes infectados y llevándolo hasta los humanos con una nueva picadura. ¿Para qué molestarse entonces con los machos?
Es la conclusión a la que ha llegado el equipo de Mónica Staniek y Gordon Hamilton. Querían comprobar el papel que juega el olfato en la transmisión de la enfermedad por parte de sus vectores. Por eso, tomaron muestras de perros infectados y no infectados, residentes en una ciudad brasileña donde la leishmaniasis es endémica.
A continuación, expusieron a estos aromas a un grupo de moscas de arena, tanto machos como hembras. Los primeros no mostraron ningún tipo de preferencia. Sin embargo, las hembras se veían claramente más atraídas por el olor de los perros que tenían el parásito en su organismo.
Este hallazgo es vital para comprender la leishmaniasis e intentar frenar su expansión en países en los que supone un serio problema. Así lo han explicado los autores en un comunicado: “Esta demostración de la manipulación del olor del huésped, para potencialmente mejorar la oportunidad de transmisión del parásito, nos ayudará a entender la epidemiología de la enfermedad y mejorar las estrategias de control existentes, así como a desarrollar nuevas metodologías para el control y el diagnóstico”.
Suele decirse que para combatir al enemigo hay que conocerlo. Y si el enemigo tiene un modus operandi tan complejo, más nos vale poder estudiarlo a fondo.