El cine resiste en etapas tan difíciles como la de la pandemia presente de coronavirus y no desaprovecha ninguna oportunidad. Porque se nutre de nuestras circunstancias vitales, de las que no pocos cineastas pretenden ofrecer un reflejo sentido y sincero. O servirse de ellas para ficciones interesantes. No en vano, pronto hubo propuestas sobre el asunto. Lo de mayor inmediatez, al margen de reportajes televisivos, fueron las docenas de cortos que se lanzaron durante el funesto y monotemático 2020. Y, después, unas cuantas miniseries antológicas y los documentales de rigor. A los que se suma ahora Vitals: Una historia humana (Fèlix Colomer Vallès, 2021).
Sin impacto
El título seleccionado se encuentra entre lo inespecífico, porque podría valer para multitud de cuestiones, y lo que esperaríamos para una peliculilla pedorra de sobremesa televisiva. De hecho, tanto podemos ver en Vitals momentos decentes de conexiones personales como otros apuntalados por una trillada banda sonora lacrimógena a la que solo le faltaría el sintetizador. No falla, eso sí, al mostrar el sufrimiento y el temor lógicos de las personas enfermas y de los sanitarios que las atienden en el hospital. Y el ánimo y la preocupación de sus familias. Pero sin demasiada elocuencia, ni testimonios muy valisosos ni, desde luego, ninguna clase de brillantez expositiva.
Toda la miniserie es de un realismo indiscutible pero desangelado. No han conseguido captar hechos impactantes. No de una manera vacua o gratuita, sino de enjundia y que vengan a cuento. No han logrado algo parecido en un hospital de Sabadell a cómo empieza 76 Days (Hao Wu y Weixi Chen, 2020) en uno de Wuhan, por ejemplo. Y esta circunstancia es cosa del azar, si nos podemos permitir un comentario así de frívolo con la vida y la muerte en juego durante una terrible crisis sanitaria. Pero, por otro lado, Fèlix Colomer se muestra más inspirado en las composiciones audiovisuales de Sasha (2016) y Shootball (2017). Y más suertudo con el material.
Una afirmación falsa
Otro de los problemas más llamativos de Vitals es la siguiente afirmación de un doctor pastoril, que bendice la mesa antes de probar un solo bocado de su comida, en el segundo episodio: “¿Cuál es el gran miedo de estas enfermedades sin tratamiento? El miedo a morirse. ¿Y cuál es el gran antídoto para el miedo a morir? La fe. Así que imagínate si es importante vivir con fe y esperanza. ¿Esto tiene algún efecto? Pues sí: lo que vemos los médicos es que, para la gente que afronta cualquier enfermedad con energía y ánimos, estadísticamente, la probabilidad de curarse es más alta”. Y, oye, que viva la Pepa.
Pero esto, según los estudios correspondientes, se halla en las antípodas de la realidad: si un paciente determinado cumple con todos los pormenores de un tratamiento o de una terapia, su actitud ultrapositiva o de absoluta desmoralización resulta por completo irrelevante en el desarrollo de su enfermedad. Tanto puede sanarse como lo contrario aunque se le salgan por las orejas las frasecitas de Mr. Wonderful. Y, lamentándolo mucho, hay que decir que el documental es un género de tesis, y el rigor en el mismo, imprescindible y evaluable. Y, si uno afirma algo falso pero no obvio, la obligación es desmentirlo.
Los vínculos emotivos de 'Vitals'
Vitals quedará como un documento más sobre cómo fue la pandemia de covid-19, disponible para las próximas generaciones que deseen conocer su realidad... de aquella manera. Porque Fèlix Colomer y su equipo no la han captado en toda su crudeza posible, o el lugar escogido no se vio azotado tanto como otros. Y su intención parece recoger testimonios emotivos y, en última instancia, esperanzadores, casi con una sensibilidad reconocible de Antonio Mercero (Planta 4ª). Y los vínculos que se forjan entre los supervivientes y los sanitarios que ciudan aquí de ellos son agradables de ver. Pero no bastan para impresionarnos.