Cuando aparece una ballena varada puede ser por muchos motivos. El punto común a todos ellos es que se encontró demasiado mal para mantenerse a flote y decidió ir a aguas poco profundas en busca de algo de aire que respirar. Los que varían son los motivos que la llevaron a encontrarse así. A veces simplemente se trata de problemas de salud derivados de su edad. Otras, en cambio, son las consecuencias de una desnutrición, provocada por la falta de alimento o por accidentes que les impiden comer correctamente. En este aspecto, por ejemplo, se han dado casos de ballenas que han aparecido con grandes trozos de plástico en su sistema digestivo. Pero eso no es todo. También pueden haber sufrido heridas por el enganche con redes de pesca o el choque con barcos.

Esto último puede parecer casi imposible. ¿Cómo iba una ballena a encontrarse accidentalmente con una embarcación en la inmensidad del océano? ¿Acaso no tienen espacio para nadar sin acercarse a ellas? Sin embargo, esto no es algo tan simple. De hecho, como una imagen vale más que mil palabras, el Centro Ballena Azul, de Chile, ha utilizado datos extraídos de un estudio de Nature para elaborar un vídeo en el que se ve el verdadero caos al que se someten estos animales marinos para evitar los choques con barcos.

Cuando evitar los choques con barcos se convierte en tortura

El estudio, publicado a principios de febrero en Nature, analizaba los movimientos ansiosos de una ballena azul mientras intentaba evitar los choques con barcos en las aguas de la Patagonia.

Entre el 22 y el 29 de marzo, el animal tuvo varios episodios en los que casi choca contra embarcaciones. El resultado es un vídeo impactante, que podría ser aún peor, ya que solo se tiene en cuenta el tráfico marítimo pesado. Si también se hubiese hecho el seguimiento a las embarcaciones de recreo, posiblemente habría sido más desastroso.

Todo esto puede parecer inverosímil en un espacio tan amplio como el océano. Sin embargo, cabe destacar que las ballenas azules son animales impredecibles, que pasan mucho tiempo en las profundidades del mar y emergen bruscamente en busca de comida. Así, se encuentran sin previo aviso con las hélices de los barcos, cuyos patrones tampoco son capaces de esquivarlas cuando ya las tienen encima.

Afortunadamente, la que sirvió como ejemplo para este vídeo logró evitar los choques con barcos durante el tiempo que se la siguió. No obstante, otras no tuvieron tanta suerte.

El caso de Infinity y su bebé

Durante la noche del pasado 12 de febrero, el capitán de un buque pesquero informó que acababan de chocar con una ballena cerca de la entrada de St. Augustine, en Florida.

El impacto había provocado la entrada de agua en la embarcación y les había obligado a volver a puerto antes de lo previsto para poner a salvo a la tripulación. No hubo que lamentar heridos humanos. Pero no había ni rastro de la ballena. Empezó así una tarea de búsqueda, que terminó con el triste hallazgo de una cría muerta en una playa del Parque Estatal Anastasia. Era un ejemplar de ballena franca del Atlántico Norte, de solo un mes de edad. Los científicos del Instituto de Investigación de Vida Silvestre y Pesca de la Comisión de Conservación de Pesca y Vida Silvestre de Florida (FWC FWRI) sabían de quién se trataba, pues llevaban tiempo realizando el seguimiento de su madre, Infinity.

Una cría tan pequeña no podría estar sola, salvo que le hubiese ocurrido algo a su madre, por lo que posiblemente ella también estuviese allí cuando se produjo el accidente. Sin embargo, como suele pasar con otros choques con barcos, en la oscuridad de la noche los marineros no vieron que en realidad se trataba de dos ballenas.

Finalmente, los investigadores hallaron a Infinity el 16 de febrero y sus sospechas se confirmaron al ver que también estaba herida. Tenía lesiones, provocadas por las hélices del navío; aunque, por suerte, no eran tan graves como las de su hijo.

ballenas, choques con barcos
FWC FWRI

Hay que evitar posibles complicaciones para las ballenas

La aparición de Infinity con vida es una buena noticia, dentro de la tragedia. Sin embargo, será importante realizar un seguimiento, ya que muchas veces los choques con barcos no causan heridas preocupantes en un principio, pero estas terminan agravándose por infecciones. Por eso, se está realizando una monitorización constante para controlar el estado de las lesiones hasta que terminen de sanar.

Tanto esta historia como el estudio publicado en Nature ponen de manifiesto la necesidad de implantar medidas para evitar este tipo de accidentes. Por ejemplo, según declaraciones de la Whale and Dolphin Conservation (WDC) reproducidas en IFLScience, el primer paso es fomentar los estudios que analicen las rutas frecuentes de migración de las ballenas. Una vez que eso esté claro, es aconsejable que las embarcaciones que naveguen por estas zonas reduzcan su velocidad a unos 10 nudos, equivalentes a 18’5 kilómetros por hora. Así, podrán reaccionar a tiempo si ven ballenas y estas también podrán esquivarlos con más facilidad.

Finalmente, este tipo de investigaciones son un buen punto para recordar cómo se debe obrar al hallar un cetáceo varado. Lo explicaban recientemente desde la cuenta de Facebook de la Asociación Equinac. Estos animales no son peces. Tienen pulmones y necesitan salir a la superficie para respirar. Si se encuentran demasiado heridos o enfermos para mantenerse a flote, devolverlos al agua cuando aparecen en una playa es condenarlos a una muerte mucho más agónica. Por eso, ya sea por los choques con barcos, las heridas por redes de pesca o la desnutrición, si encontramos uno de estos animales en la playa, debemos llamar al 112 o al número de emergencias del país en cuestión, para que se envíe a un equipo especializado. Si no se ha podido evitar este triste desenlace, es lo único que podemos hacer para que sea al menos un poco menos trágico.

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