Muchas personas se niegan a ponerse la vacuna del coronavirus. Otras, en cambio, imploran formar parte de los grupos prioritarios. Ese es el nuevo dilema de la pandemia. ¿Quiénes serán los elegidos para recibir el ansiado fármaco? Entre los pacientes que reclaman que se les administre cuanto antes, se encuentran los afectados por la trisomía del cromosoma 21. Sus familiares llevan meses preocupados por el riesgo que corren, especialmente desde que en mayo se publicó un estudio acerca de los efectos del coronavirus sobre el síndrome de Down.
Desde entonces se han realizado otras muchas investigaciones al respecto. Algunas no se han sometido aún a la revisión por pares, pero las conclusiones no son muy diferentes a las de aquellas que sí lo han hecho: estos pacientes corren un grave peligro.
Efectos del coronavirus sobre el síndrome de Down
Son muchos los motivos por los que los efectos del coronavirus sobre el síndrome de Down pueden ser tan negativos.
En el estudio publicado en mayo, Joaquín Espinosa, de la Universidad de Colorado, señalaba un factor relacionado con su sistema inmunitario. Se sabe que estos pacientes tienen una activación constante del interferón. Esta es una de las primeras líneas de defensa contra las infecciones, que por lo general se activa solo cuando se detecta la entrada de algún patógeno. Sin embargo, en ellos este batallón defensivo se encuentra siempre en marcha, como soldados combatiendo un enemigo invisible.
Si a eso le sumamos una infección real, las nuevas defensas que sí deben combatirla se incorporan a un campo de batalla ya demacrado, afectando negativamente a la salud de los enfermos.
Pero eso no es todo. Cabe recordar que el síndrome de Down se caracteriza por una trisomía del cromosoma 21. Esto significa que en vez de un par de cromosomas de este tipo, como ocurre normalmente, tienen tres. El resultado es un exceso en el número de copias de los genes que se encuentran en él. Es, por ejemplo, el caso del gen TMPRSS2. Este cuenta con las instrucciones para la síntesis de una proteína que puede ser “secuestrada” por el virus para facilitar su entrada en las células. Un exceso en el número de copias supone más facilidades para entrar y una posible infección más grave.
Características anatómicas
Otras de las razones por las que los efectos del coronavirus en el síndrome de Down pueden ser más graves se relacionan con la anatomía de estos pacientes. Concretamente, la presencia de lenguas grandes, mandíbulas pequeñas, amígdalas y adenoides relativamente grandes y un tono muscular laxo de la garganta. Todo esto facilita el desarrollo de esta y otras infecciones respiratorias.
Por eso, durante meses se ha contemplado que estos pacientes podrían enfermar más gravemente. Y poco a poco las sospechas se han convertido en tristes evidencias.
Si enferman, tienen una probabilidad cinco veces mayor de requerir hospitalización. En cuanto al riesgo de muerte, es 10 veces más grande que el de pacientes sanos de su edad. Todo esto se concentra especialmente en aquellos que han superado los 40 años, ya que cuentan con una mortalidad del 51%, que equivaldría a la de personas de más de 80 años que no padezcan el síndrome. En cambio, aquellos con síndrome de Down pero menos de 40 años solo tienen un 7% de posibilidad de morir, según un estudio publicado en Annals of Internal Medicine.
¿Cómo se puede velar por la salud de estos pacientes?
No debemos olvidar que estas personas pueden tener otras comorbilidades, como problemas cardíacos o respiratorios, prácticamente desde que nacen. Pero incluso si no fuera así, hay otros motivos por los que se debe prestar atención a los efectos del coronavirus sobre el síndrome de Down.
Afortunadamente, existe un fármaco que parece frenar la respuesta excesiva del interferón: el baricitinib. Sus efectos ya se han probado en ratones, con muy buenos resultados. Todo esto ha llevado a que la Administración de Fármacos y Alimentos de Estados Unidos, la FDA, apruebe su uso de emergencia junto al remdesivir. Pero solo en situaciones muy concretas, de mucho riesgo. No está aprobado en todo el mundo y tampoco es siempre una solución infalible. Por eso, multitud de asociaciones de pacientes y familiares de síndrome de Down solicitan que se tengan en cuenta para recibir cuanto antes la vacuna, al menos los que tienen más de 40 años. Viene una época complicada, en lo referente a nombrar a los “elegidos”. La ciencia debe ser un criterio indispensable para tomar decisiones, por eso está bien que estas personas hayan puesto los estudios científicos sobre la mesa.