Si ya realizar una película coherente y que esté ajustada en todos sus aspectos es un logro digno de ser elogiado, imaginad elaborar una larga saga cinematográfica como el Universo de Marvel, con el número ingente de detallitos que deben coincidir en sus veintitrés filmes estrenados hasta la fecha, la gran mayoría a disposición de los usuarios de Disney Plus. Y han fallado a veces, por supuesto; no muchas. Una de ellas, que el algoritmo del Proyecto Insight predijese que Stephen Strange (Benedict Cumberbatch) se convertiría en el Hechicero Supremo, y otra, por la falta de ciertas explicaciones sobre Quentin Beck (Jake Gyllenhaal).

Aun así, los responsables de la franquicia han admitido errores diferentes. Por ejemplo, el productor ejecutivo Kevin Feige, artífice del UCM, se arrepiente de haber decidido teñir las cejas del Dios del Trueno (Chris Hemsworth) de rubio en Thor (Kenneth Branagh, 2011). Y esto carece de verdadera importancia, claro. No así que el director James Gunn, quien dirigió la escena intercréditos de Thor: El Mundo Oscuro (Alan Taylor, 2013), incluyese en la misma el capullo (con perdón) de Adam Warlock, que se puede ver en una de las vitrinas de Taneleer Tivan (Benicio del Toro) cuando le piden que guarde la Gema de la Realidad.

“Para mí, en ese momento solo estaba inventando cosas divertidas para poner en el museo del Coleccionista. No sabía la gente se tomaría tan en serio los huevos de pascua”, ha declarado. Con todo, bromeó en otra de Guardianes de la Galaxia, vol. 2 (2017) con que Ayesha (Elizabeth Debicki) había creado al personaje, futurible del UCM. Pero su mayor error fue uno distinto de esa película, durante el cameo habitual de Stan Lee; en esta ocasión, como astronauta que le cuenta todos sus cameos a los Vigilantes. Y menciona el del repartidor de FedEx que le entrega el paquete de Steve Rogers (Chris Evans) a Tony Stark (Robert Downey Jr.) en Capitán América: Civil War (Joe y Anthony Russo, 2016).

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El problema está en que, mientras Guardianes de la Galaxia, vol. 2 ocurre en 2014, el enfrentamiento de los superhéroes es posterior. “La cagué; no estaba pensando. Pero voy a decir que probablemente Stan Lee usó la apariencia de un tipo FedEx más de una vez”, ha bromeado James Gunn. Y hay una pifia tras la secuencia inicial de Spider-Man: Homecoming (Jon Watts, 2017), en la que nos presentan al villano de la función: Adrian Toomes (Michael Keaton), el dueño de una compañía al que le arrebatan el contrato de limpieza de los escombros esparcidos por Nueva York tras la batalla de Los Vengadores (Joss Whedon, 2012).

Como prólogo del primer filme protagonizado por Peter Parker (Tom Holland), sucede cuatro años antes de su aventura, pero leemos lo que sigue en la transición de su salto temporal: “Ocho años después”. Y, por último, en Thor: Ragnarok (Taika Waititi, 2017) hicieron lo posible para arreglar una importante metedura de pata de la primera Thor y Vengadores: La era de Ultrón (Whedon, 2015) con el Guantelete del Infinito, elaborado por Eitri (Peter Dinklage) para que Thanos (Josh Brolin) pudiese usar las Gemas del Infinito a su antojo y cometer en Avengers: Infinity War (Hermanos Russo, 2018) un genocidio universal.

Porque, sorprendentemente, vemos el poderoso guantelete dorado en la bóveda que Odín (Anthony Hopkins) tiene en las entrañas de su palacio de Asgard. Pero, en una escena poscréditos de La era de Ultrón, el Titán Loco se lo pone, de forma que su presencia en Thor carece de sentido por completo. Y no hubo más bemoles que hacer que Hela (Cate Blanchett), la sádica hermanita del Dios del Trueno que asalta su mundo en Thor: Ragnarok, lo examine mientras deambula por la bóveda de su papá y diga divertida que es más falso que la Sábana Santa de Turín. Con unas palabras diferentes, desde luego.