¿Qué tienen en común Haunting Of Hill House, la adaptación de Mike Flanagan de la obra fundacional del terror de Shirley Jackson, y la controversial visión sobre el terror y el racismo de Lovecraft Country? Es probable que sea el punto que menos imagines: ambas comparten la misma extraordinaria casa en la que ocurren la mayoría de los eventos terroríficos que vemos en pantalla. Bienvenido al negocio de las casas embrujadas.
Aunque parezca sorprendente, la tétrica mansión que aloja los secretos interdimensionales y monstruos inquietantes de la adaptación de la obra de Matt Ruff para HBO es la misma en la que la familia Crain padece los dolores del pasado. La opulenta Bisham Manor ubicada en LaGrange (Georgia, EE.UU.) fue escogida por ambos equipos de producción, y de manera independiente, para filmar historias por completo distintas. Y aunque la durísima trama de Lovecraft Country no puede parecer más alejada del romance gótico que Mike Flanagan narró en las venerables paredes de la mansión, es evidente que la casa, en toda su gloria siniestra, es el centro medular de ambos argumentos.
Por extraño que parezca, la casa forma parte de un grupo de propiedades especializadas en ofrecer el servicio de… sí, adivinaste, ser la localización perfecta para lugares terroríficos. En particular, Bisham Manor fue edificada en la década de 1920 y fue un tesoro regional, hasta que por motivos del clima de la región y otros tantos relacionados con la estructura en general de la casa sufrió una extensa remodelación que permitió remozar tantos sus jardines y áreas exteriores, hasta las habitaciones del primer y segundo piso, que de hecho son las que vemos en Territorio Lovecraft.
Diseñada para dar miedo
El enorme estanque y los parterres de flores que rodean a la propiedad (y que Hill House muestra a detalle) fueron plantados en 2013, cuando la casa cambió de propietarios y se convirtió en una curiosa reliquia con un objetivo para eventos de todo tipo y en especial rodajes.
La mansión conserva buena parte de los detalles de sus primeros años y, de hecho, los largos pasillos iluminados que recorren de un lado a otro los personajes de Mike Flanagan, forma parte de varios de los espacios de la casa que siguen intactos desde 1920.
Las ventanas estrechas, las habitaciones con pisos pulidos de madera y paneles de madera también pertenecen al mobiliario general y fue el motivo, por el que el equipo de producción decidió rentar la casa que tendría que imitar a una venerable construcción ancestral en la adaptación de la obra de Shirley Jackson.
No obstante, para Territorio Lovecraft fue necesario añadir dos plantas y una cúpula de cristal por medio de CGI con la intención de crear la sensación que la construcción se levantó sobre los cimientos de algo más siniestro y elaborado de lo que podemos ver. Por su parte, Mike Flanagan, utilizó los espacios de Bisham Manor para crear la espeluznante sensación que Shirley Jackson describe en su relato: la casa de Hill House parece encontrarse viva y de hecho es tan poderosa la sensación que cada habitación y rincón está animado por una extraña vida propia.
En Lovecraft Country, la casa es de hecho refugio de algo más tenebroso e inquietante, mientras que en Hill House la construcción entera responde a un tipo de fuerza sobrenatural inexplicable de la misma forma su versión literaria.
¿Un dato curioso? La mayoría de las casas terroríficas que llenan la pantalla en la actualidad forman parte de una selección de servicios inmobiliarios cuyo negocio se basa en en encontrar edificaciones lo suficientemente siniestras como para encajar — sin demasiadas mejoras o detalles que rehacer en CGI — con los terroríficos guiones que se filmarán en su interior.
Lo mismo ha ocurrido con Haunting of Bly Manor (que también, se trata de una casa norteamericana ubicada en Massachusetts), en la que la mayoría de los espacios interiores se utilizaron para crear la sensación de una venerable mansión inglesa, mientras que los exteriores son una combinación de tomas exteriores de varias propiedades de la campiña en Inglaterra junto con la fachada digitalizada de la propiedad real.