El Premio Nobel de Física este año ha sido una gran noticia, no solo por ir a parar a un tema tan interesante como el de los agujeros negros y la teoría de la relatividad, sino también porque entre los tres ganadores había una mujer. Se trata de Andrea Ghez, quien con este galardón se ha convertido en la cuarta mujer con un Premio Nobel de Física.
Antes de ella fueron Marie Curie, Maria Goeppert-Mayer y Donna Strickland. La cifra es extremadamente baja; pero, curiosa y tristemente, no es la más reducida del palmarés femenino. Y es que en la categoría de economía, cuyos resultados este año aún se desconocen, solo han ganado dos. En total, desde que los Premios Nobel comenzaron a entregarse en 1901, han sido 871 los hombres y 54 las mujeres que han obtenido el galardón por ahora. ¿Significa eso que solo ha habido nombres masculinos merecedores del premio? Está claro que no. Ojalá poco a poco esta concepción vaya cambiando y llegue un día en que el hecho de que una mujer se alce con esta medalla no sea una noticia excepcional. Hasta entonces, aprendamos un poco sobre las mujeres que lograron ganar en el área de la física.
Marie Curie, la primera mujer con un Premio Nobel de Física
Marie Curie se hizo con el galardón en 1903, apenas un par de años después de que empezaran a celebrarse estos premios. Rompió todas las barreras, convirtiéndose en la primera mujer en ganar un Nobel, la primera en obtener el de física e incluso, unos años después, en la primera en hacerse con dos galardones, al llevarse también el de química. Este último título lo sigue ostentando en soledad; ya que, si bien existen otras tres personas que lo lograron, todas ellas son hombres.
Pero es la física lo que hoy nos ocupa. Centrando la atención en este galardón, lo obtuvo junto a su marido, Pierre Curie, y también junto al físico francés Henri Becquerel. El motivo de tal reconocimiento fueron “los extraordinarios servicios que prestaron con sus investigaciones conjuntas sobre los fenómenos de la radiación”.
Marie tuvo la suerte que otras mujeres científicas no tuvieron. El apoyo de un marido, también investigador, que no solo no intentó hacerse con sus méritos, sino que la apoyó en todo momento. De hecho, según cuentan algunos historiadores, en principio solo Pierre y Henry Becquerel fueron propuestos para recibir el galardón. Pero cuando el primero lo supo, amenazó con rechazarlo si Marie no estaba entre los ganadores.
El apoyo de su pareja sin duda fue muy positivo en su carrera, pero igualmente tuvo que lidiar en numerosas ocasiones con los problemas impuestos por ser una mujer en un mundo de hombres. Aun así logró pasar a la historia como la primera de muchas cosas. La primera de numerosas listas, por desgracia todavía escuetas. Porque han pasado más de 100 años, pero la situación aún no ha cambiado suficiente.
María Goeppert-Mayer, la Premio Nobel que apenas cobró por su trabajo
La segunda mujer con un Premio Nobel de Física fue María Goeppert-Mayer, quien obtuvo el galardón 60 años después que Marie Curie, en 1963. Tenía muchos puntos en común con su predecesora. Por ejemplo, ambas nacieron en la actual Polonia, pero tomaron una nueva nacionalidad, Marie la francesa y María la estadounidense. Además, María también compartió el premio con dos hombres, J. Hans D. Jensen y Eugene Wigner, por sus descubrimientos sobre la estructura de capas nuclear.
María venía de una familia de académicos y científicos, por lo que no tuvo oposición para que se dedicara a las ciencias. Sus problemas empezaron más tarde, a medida que empezaba su carrera profesional.
En 1930, año que finalizó su tesis, se casó con el químico Joseph Edward Mayer, quien poco después recibió una oferta para trabajar como profesor en la Universidad Johns Hopkins. El matrimonio se mudó a Estados Unidos, donde María comenzó a realizar trabajos como voluntaria en el laboratorio. Apenas unos años más tarde Joseph fue despedido. Si bien el centro no hizo público el motivo, él declaró que se debía al desacuerdo del decano de la facultad de físicas por la presencia de María y otras mujeres en los laboratorios.
A partir de ahí se fueron sucediendo numerosos puestos de trabajo, la mayoría sin remunerar. Sí que logró un contrato con sueldo en el famoso Proyecto Manhattan, y más tarde en la Universidad de California, donde fue contratada poco antes de recibir el Nobel. En la actualidad, apenas habría cotizado para tener una jubilación adecuada. Pero sus méritos fueron tan grandes que logró ganar un Premio Nobel. Ni las negaciones ni los desprecios consiguieron que se rindiera. Pero el objetivo no es enseñar a las mujeres a no rendirse ante estas situaciones. El objetivo es que no vuelvan a suceder jamás.
Donna Strickland, la primera del siglo XXI
Entre el galardón de María y el de Donna pasaron 55 años. De nuevo, casi 6 décadas. Esta ingeniera canadiense se convirtió en la tercera mujer con un Premio Nobel de física a causa de su método para generar pulsos ópticos ultra cortos de alta intensidad. Ganó en 2018, junto a Arthur Ashkin y Gérard Mourou. Este último fue su tutor de tesis y con él desarrolló un método para generar pulsos ópticos muy cortos de alta intensidad, llamado amplificación de pulso gorjeado.
Esta fue precisamente la investigación que les valió el Nobel, por su aplicación para realizar cortes muy precisos en medicina. En su historia no hay episodios marcados por los obstáculos de su género, al menos no que se conozcan oficialmente. Este es un avance, en comparación con sus dos predecesoras, pero el hecho de que en un siglo solo obtuvieran el galardón tres mujeres significa que hemos avanzado, sí, pero aún queda mucho por caminar.
Andrea Ghez, la primera astrofísica que gana el Premio Nobel
La historia de la astronomía cuenta con nombres tan importantes como el de Caroline Herschel, Vera Rubin o Jocelyn Bell. Sin embargo, hasta ahora ninguna se había hecho con el Premio Nobel. Y no porque no lo mereciera.
Por eso es tan buena noticia el galardón de Andrea Ghez. Y también porque esta vez solo han hecho falta dos años para volver a leer un nombre femenino en el palmarés.
En su caso, ha compartido el premio con Reinhard Genzel, “por el descubrimiento de un objeto compacto supermasivo en el centro de nuestra galaxia". Y también con Roger Penrose, galardonado por “descubrir que la formación de agujeros negros es una predicción sólida de la teoría general de la relatividad”.
Andrea tenía solo 4 años cuando el ser humano puso por primera vez un pie sobre la Luna. Quedó fascinada tanto por esta como por las posteriores misiones Apolo, hasta el punto de querer convertirse en la primera mujer astronauta. Esto la llevó a estudiar física en el MIT, donde no se convirtió en astronauta, pero sí en una gran astrofísica.
Su trabajo se centra principalmente en el uso de técnicas de imágenes de alta resolución espacial para estudiar las regiones de formación de estrellas y un agujero negro supermasivo , ubicado en el centro de la Vía Láctea y conocido como Sagitario A *. Desarrolla estas investigaciones junto a Genzel, con quien ha compartido el premio.
De pequeña soñaba con ser la primera astronauta. Sin embargo, apenas tenía trece años cuando Sally Ride se convirtió en la primera mujer de la NASA en viajar al espacio. Pero lo que no imaginaba es que pasaría a la historia por algo igualmente importante. Aquella niña de cuatro años tenía claro lo que quería. Deseaba que su nombre fuera recordado por haber llegado a las estrellas. En cierto modo lo ha hecho, aunque sin la necesidad de viajar hasta ellas.