Ha pasado más de medio siglo desde que el astronauta Neil Armstrong dio aquel pequeño paso que resultó ser tan grande para la humanidad. Desde entonces, solo once personas más han pisado nuestro satélite. Sin embargo, los planes para que la hazaña vuelva a repetirse pronto no han parado ni un momento. Las diferentes misiones sin tripular que se han enviado a territorio selenita han servido para conocer mejor la zona, de modo que los próximos astronautas que la visiten lo hagan más seguros y con algo más de comodidad. Para eso, sería fundamental disponer de recursos como la presencia de agua en la Luna. Y precisamente por eso es tan importante el anuncio que acaba de hacer la NASA.

La agencia espacial estadounidense venía avisando desde la semana pasada que hoy saldría a la luz un hallazgo importante sobre nuestro satélite. Ahora sabemos que se trata de la información recogida en dos estudios, recién publicados en Nature, uno sobre la presencia de la molécula de agua en la Luna y otra acerca de la abundancia de esos parches helados, conocidos como trampas frías; que, hasta ahora, se pensaba que se encontraban concentrados en las inmediaciones del polo sur.

La historia del agua en la Luna

Ya en los años 60, coincidiendo con los preparativos para llevar a los primeros seres humanos a nuestro satélite, se empezó a conjeturar con la existencia de agua en la Luna.

Se pensaba que posiblemente se encuentra en forma de parches helados, ubicados en los cráteres permanente sombríos del polo sur. Además, se creia que tanto la molécula de agua (H2O), como el grupo hidroxilo (-OH), ambos compuestos por átomos de hidrógeno y oxígeno, podrían formar parte de otros compuestos químicos, presentes en los minerales selenitas.

Estas teorías comenzaron a tomar fuerza en 1978, cuando las muestras devueltas a la Tierra por la sonda soviética Luna 24 mostraron la presencia de un 0’1% de agua. Sin embargo, no fue hasta 2008, cuando otra sonda, dentro del marco de la misión india Chandrayaan-1, registró pruebas de la existencia de agua en la Luna a través de la medición de espectrometría de masas. Un año más tarde, el instrumento Moon Mineralogy Mapper (M3) de la NASA detectó por primera vez agua en la superficie lunar, además de evidencias de la presencia de grupos hidroxilo.

Muchos años después, en 2018, el análisis de los datos extraídos por M3 concluyó que, efectivamente, había una gran cantidad de agua helada en la superficie lunar, la mayoría de ella ubicada en las sombras de los cráteres cercanos a los polos, donde las temperaturas nuca superan los -156ºC. Se confirmaba así lo predicho en los años 60. Sin embargo, los hallazgos anunciados hoy por la agencia espacial estadounidense van mucho más allá.

¿Qué se ha anunciado?

El anuncio ha dado a conocer los resultados de dos estudios. El primero lo han llevado a cabo científicos de la NASA, la Universidad de Hawái, la Universidad Johns Hopkins, el Instituto de Ciencias Espaciales Boulder y el Instituto de Ciencia y Tecnología de Georgia.

En él, se analiza la presencia de moléculas de agua en la Luna en mayor abundancia de la predicha hasta el momento. Las observaciones anteriores apuntaban a la existencia de moléculas de agua o grupos hidroxilo en los minerales lunares. Además, era difícil determinar si las agrupaciones de hidrógeno y oxígeno procedían de moléculas de agua o de otros compuestos. Ahora, en cambio, gracias al Observatorio Estratosférico de Astronomía Infrarroja (SOFIA por sus siglas en inglés) de la NASA, tienen una respuesta más clara al respecto. Este instrumento, formado por un Boeing 747SP cargado con un telescopio reflector, cuenta con la capacidad de medir radiaciones infrarrojas procedentes del espacio. No es el primero que lo hace. Sin embargo, al ser un avión ubicado a 11 kilómetros sobre la superficie terrestre, puede obtener mucha más información, al evitar las perturbaciones de la atmósfera.

Así, han podido medir concretamente las vibraciones en la franja de 6 micrómetros del espectro, que se generan en las moléculas de agua, pero no de otros compuestos con grupos hidroxilo. De este modo, han concluido que, efectivamente, buena parte de las moléculas analizadas eran de agua, que se encontraba por sí sola, no contenida en los minerales selenitas.

¿Qué dice el otro estudio sobre agua en la Luna?

El segundo estudio lo han realizado tres investigadores, procedentes de la Universidad de Colorado, el Instituto de Ciencias Weizmann, de Israel, y el Instituto de Ciencias Planetarias de Honolulu.

En este caso, se centra en la presencia de las famosas trampas frías de agua en la Luna. Estos son pequeños “parches” helados, que se encuentran en las zonas permanentemente sombrías, cerca del polo sur.

En este caso, se basaron en los datos del Lunar Reconnaissance Orbiter, para concluir que la cantidad de trampas frías de agua en la Luna es mucho mayor de lo que se creía y que, además, no están solo concentradas en el polo sur.

Lo descubrieron al centrarse en las más pequeñas. Estudios anteriores habían encontrado muchas menos, por dirigirse a las de un tamaño mayor. En cambio, en esta investigación concluyen que el 0’15%de la superficie lunar está permanente en sombra y que, de esa área, aproximadamente el 10% está compuesto por trampas heladas de menos de 100 metros. De hecho, las más numerosas estaban en la escala de 1 centímetro.

En total, teniendo en cuenta estas estructuras pequeñas olvidadas, los autores del estudio calculan que 40.000 kilómetros cuadrados de la superficie lunar tienen la capacidad de atrapar agua y que de ellos solo el 60% están ubicados al sur.

¿Para qué sirve todo esto?

Si ambos estudios se interpretan juntos, la cantidad de agua en la Luna podría ser mucho mayor de lo que se creía hasta ahora. Y eso, de cara a las futuras misiones a la Luna, sería una gran ventaja.

El programa Artemisa, previsto para 2024, planea llevar al décimo tercer hombre y a la primera mujer a caminar sobre la superficie lunar. Si todo va bien, en el futuro las agencias espaciales implicadas esperan poder construir allí una base científica. Tanto para misiones esporádicas como para la colonización, la presencia de agua sería sin duda una gran ventaja.