5 meses ha durado el idilio. Lejos queda ese anuncio en abril, en el que se posicionaban como la nueva opción ¿centenial? a las plataformas de consumo de contenidos. Quibi se lanzaba, justo en mitad de la pandemia por el coronavirus y con el mundo confinado en sus hogares, con un propuesta de series divididas en capítulos de 10 minutos listas para consumir en el móvil.
Definida por muchos como la apuesta por el futuro del consumo audiovisual, Quibi era la primera en crear una idea de negocio que aprovechaba directamente la penetración de los smartphones en la sociedad. Así como el elevado consumo de contenidos desde estos dispositivos.
Ahora, y con más problemas que aciertos en su corta vida, varios informes publicados por The Wall Street Journal, apuntan a que la compañía está barajando opciones para seguir a flote. Una salida a bolsa (poco probable ante la situación de la compañía), una fusión y, lo más seguro, una venta.
Pese a que la tecnológica ni confirma ni desmiente la posibilidad, en el horizonte ya asoman Disney, Amazon, NBC, Warner o, incluso, Google. Posiblemente más interesados por el formato, adaptable a sus propios intereses, que por el éxito –o ausencia del él– de la plataforma. Quizá adelantados a su tiempo, el producto base de Quibi alcance su madurez en manos de alguno de los grandes del sector.
Un problema de usuarios... y de contexto
Los datos de Quibi no son buenos, y la empresa lo sabe. El objetivo de la compañía era alcanzar los 7 millones de usuarios al término de 2020. La realidad es que en su punto más dulce no ha rebasado el millón de suscriptores.
La plataforma aterrizó con una competitiva propuesta para atraer a las masas: 90 días de prueba. Una vez terminados los tres meses iniciales, Quibi bajó a los 14 días de prueba. Un tiempo mucho más reducido, pero que seguía siendo superior al de la competencia. Disney Plus, que se lanzaba solo unas semanas antes, arrasaba con su única semana de prueba. Hasta hoy mantiene la propuesta que, además, se ha arriesgado al no incluir su estreno de pago: Mulán.
Sea como fuere, Quibi no convenció con sus 90 días. Tras la finalización del periodo, el mundo miraba atento a los resultados. De los casi 910.000 usuarios, solo permanecieron 72.000 –pese al bajo precio que no superaba los 5 euros–. La plataforma perdió en cuestión de días el 92% de su audiencia.
¿Cómo explica Quibi estas malas cifras? Ya en mayo, en declaraciones a The Wall Street Journal y con unos primeros resultados bajos, la compañía ponía la mirada en las consecuencias del coronavirus. Con sus público objetivo encerrado en los hogares, la propuesta de consumo de contenido rápido –perfecto para un trayecto de autobús o una sala de espera– Quibi entendía que no eran tan necesarios. También como una suerte de sustituto a las redes sociales, ganadoras de los tiempos muertos.
"Mi esperanza, mi creencia era que todavía habría muchos momentos intermedios mientras me refugiaba en el hogar", explicaba el fundador Jeffrey Katzenberg. La realidad es que no ha sido así. Igualmente, pese a la realidad del coronavirus, surge una pregunta importante. Quibi se lanzaba en abril: Europa ya estaba confinada y Estados Unidos ya apuntaba a ser otro de los principales focos de contagio. Era un desastre que se veía venir.
¿Tiene sentido echar la culpa a la pandemia cuando, de hecho, el lanzamiento fue posterior a la misma? No son pocos los que han acusado al fundador de Quibi de echar balones fuera con el poco éxito de la compañía. Es, además, un momento dulce para las grandes compañías de contenidos. Si bien llevamos escuchando hablar de las Streaming Wars desde hace años, en 2020 la guerra está en pleno auge.
Nunca antes se han registrado tantos suscriptores a canales streaming –con todo el sentido por el confinamiento–. Y si bien es cierto que habrá que ver cuántos de estos se mantienen tras la pandemia, 2020 ha marcado la pauta de los que mandan, gustas y perviven. Netflix es, sin lugar a dudas, el rey de la jungla. Por la parte de las redes sociales, y con el permiso de Instagram y Facebook, Tik Tok ocupa su puesto como pasatiempos por excelencia.
Los contenidos, un tema complicado
La propuesta de contenidos es, a día de hoy, la mayor baza que juega Quibi. Con acuerdos firmados bajo el cartel de Hollywood, la marca consiguió aunar a un gran elenco de actores capaces de atraer hordas de fans.
John Travolta, Demi Lovato, Jennifer López, Will Smith, Kristen Bell y Alex Rodríguez pronto formaron parte de algunas de sus producciones de corta duración. Algunas lograron convencer, otras cayeron en el olvido y otras, incluso, rozaron las mieles del éxito con algunos premios Emmy. Con diez nominaciones, de las que al final ninguna se llevó el galardón, la apuesta po contenidos propioshttps://hipertextual.com/2020/05/streaming-wars-tiempos-pandemia y de calidad ha sido la máxima de la plataforma.
Laurence Fishburne, Jasmine Cephas Jones y Stephan James fueron nominados por el drama policiaco #FreeRayshawn, Christoph Waltz recibió una mención por Most Dangerous Game y Corey Hawkins por Survive. Anna Kendrick por Dummy, Kaitlin Olson por Flipped y Kerri Kenney-Silver por una nueva versión de Reno 911!. Most Dangerous Game y Reno 911! fueron postuladas a mejor cortometraje de comedia o drama.
Ahora bien, el éxito en las nominaciones no se ha traducido en más usuarios. Para Quibi, el formato corto –y preparado para el smartphone– era la apuesta de base. En las antípodas de lo que el resto de plataformas lleva trabajando desde hace tiempo: capítulos de más de 50 minutos de duración e incluso películas de más de 3 horas (El Irlandés), han marcado la tónica de su competencia. Tras años, el público se ha acostumbrado al consumo fraccionado de esos contenidos.
Es, de hecho, el contenido –junto al precio–, lo que determina las decisiones. Con cada productora sacando su propia plataforma –lo que avivó el caso de Friends circulando por unas y otras–, la atracción por la cartelera es vital. Netflix, aunque no gana por calidad, sí que lidera la cantidad. "Siempre hay algo que ver", suelen decir. HBO reina sobre la calidad y la más novata, Disney Plus, por el poder de la nostalgia y el enganche a las sacas de sus grandes títulos; con Star Wars y el Universo Cinematográfico de Marvel, la casa del ratón Mickey ya tiene parte del camino hecho.
Otro de los problemas de Quibi: el dinero
Lanzar una plataforma en pleno 2020 capaz de competir con las grandes, cambiar el concepto de consumo y crear contenidos únicos con caras reconocidas tiene un nombre: mucho dinero.
Dinero es precisamente lo que necesita Quibi en ese momento. Con inversores de capital riesgo y de la industria de Hollywood, Quibi logró 1.750 millones de dólares para echar a andar. Alibaba, Time Warner, Warner Bros o Sony Pictures arriesgaron su capital en la tecnológica.
Ahora necesita más. En junio de este año, y con unos primeros meses complicados, Quibi adelantaba la posibilidad que tener que levantar 200 millones de dólares para seguir adelante. La llegada de la opción de venta a uno de los gigantes audiovisuales, y la caída masiva de usuarios, elevaría esa cifra a algo que no muchos inversores estarían dispuestos a asumir.
Tras la cara de Katzenberg
Jeffrey Katzenberg no es un desconocido en el sector de los contenidos audiovisuales. En su historial figura su papel como productor de algunas de las joyas principales de la casa Disney: Aladdin (1992) y El Rey León (1994), tras la cual fue despedido.
Fue en ese momento cuando Katzenberg, junto a Steven Spielberg y David Geffen –porque si de algo goza el fundador de Quibi es de contactos–, fundaba Dreamworks. De su mano salieron los primeros éxitos de la casa: Shrek o Madagascar*. El patrimonio de la empresa pronto escaló a los 800 millones de dólares, junto con el reconocimiento del sector de la animación.
Algunas decisiones de negocio fallidas acercaron a la quiebra el éxito inicial de Dreamworks. En 2004 la división de animación se constituyó como empresa independiente, mientras Pictures terminó siendo vendida y, tras pasar por manos de Paramount, en la actualidad forma parte del universo de Comcast manteniendo su posicionamiento entre los grandes del sector. Pese a la venta, el propio Katzenberg mantiene su estatus en el sector.