El síndrome de fermentación intestinal, también conocido como síndrome de autocervecería, es una curiosa afección, padecida por personas cuya microbiota intestinal, rica en levaduras, les juega algunas malas pasadas. Al igual que ocurre con los azúcares de la uva que se fermentan para dar lugar al alcohol, estas levaduras residentes en el intestino toman los carbohidratos de la dieta y dan lugar etanol, generando los síntomas típicos de la borrachera en los desconcertados pacientes. Se conocen numerosos casos de este síndrome, que puede provocar mareos, confusión, náuseas y, en la peor situación, daño hepático. El más reciente es especialmente curioso, porque fue necesario recurrir a un trasplante de caca para tratar la fermentación intestinal.

¿Por qué recurrieron al trasplante de caca para tratar la fermentación intestinal?

Normalmente, el síndrome de autocervecería se trata reduciendo los carbohidratos de la dieta y administrando ciertos fármacos que atacan a las levaduras que se encuentran en exceso en el intestino.

Esos fueron los pasos iniciales con un hombre de 47 años que acudió al hospital aquejado de periodos frecuentes de síntomas similares a los de una borrachera. Por desgracia, no se obtuvo ningún resultado. Aunque él no estaba bebiendo alcohol, su organismo sí que lo generaba, por lo que podría llegar a dañarse el hígado. Era necesario buscar una solución. Por eso, optaron por uno de los procedimientos más estudiados en los últimos años para tratar patologías asociadas a problemas en la microbiota.

Al usarlas heces de pacientes sanos en este sentido, su microbiota coloniza los intestinos de los enfermos, desplazando a aquellos microbios que estaban generando problemas.

En el caso de este paciente, el trasplante de caca para tratar la fermentación intestinal fue un éxito. Y es que, según explican en un informe del caso en Annals of Internal Medicine, no solo dejó de experimentar los síntomas de borrachera. También pudo retomar una dieta normal, sin controlar los carbohidratos, e incluso volvió a beber alcohol.

Lógicamente, cuanto menos alcohol se beba, mejor, independientemente de que haya o no una enfermedad de este tipo. No obstante, para este paciente fue un gran avance poder tomar una cerveza sin que su alcohol se sume al que se estaba “cocinando” en sus intestinos.