El final de temporada de Dark, no solo se convirtió en un suceso de crítica y, sin duda, de audiencia, sino también en un recorrido por los elementos esenciales que convirtieron a la serie original de Netflix en un fenómeno a todo nivel. La última temporada de la serie no solo dejó claro que el cuidado argumento —con al menos seis líneas temporales distintas y otras tantas realidades paralelas— encajaba con la precisión de un reloj, sino que la percepción sobre lo esencial del show continuaba intacto. Incluso, sus creadores tuvieron la osadía de dejar un misterio final para los últimos minutos del episodio de cierre, destinado quizás a no tener respuesta pero sí a provocar largas discusiones. Nos referimos, por supuesto, al déjà vú que sufre Hannah (Maja Schöne) en medio de la cena ¿familiar? con que acaba la historia.
Hagamos un poco de contexto de lo que ha pasado en Dark: para la secuencia conclusiva del programa, su largo elenco se reduce a seis personajes, que comparten una animada velada alrededor de una mesa en la llamada “casa roja” que, hasta entonces, fue centro de encuentros y desencuentros a través del argumento. En esta ocasión, lo realmente importante no es el lugar, sino las conexiones entre quienes comparten la mesa.
Dark y el juego de los mundos
Como ya quedó claro unas secuencias antes, todo lo ocurrido tanto en la primera temporada como en la segunda corresponde a dos “mundos” creados cuando H. G. Tannhaus (interpretado entre 1953 y 1954 por el actor Arnd Klawitter y, entre 1986 y 1987, por Christian Steyer) al crear una máquina del tiempo, con la que intentaba revertir el curso de los acontecimientos en los que murió su hijo, nuera y nieta. No solo no lo logró, sino que creó un agujero de gusano que dividió su realidad en dos caminos paralelos, en los que Jonas (Louis Hofmann) y Martha (Lisa Vicari), su trágico árbol genealógico y todos quienes se relacionaban con él estaban atrapados en un ciclo de sufrimiento y dolor, en el cual estaban condenados a morir y vivir en sucesivas ocasiones.
Finalmente, Jonas y Martha (que en sus versiones adultas luchaban por mantener a salvo a sus respectivos mundos), comprendieron que las respectivas realidades que habitaban eran accidentes, por lo que decidieron interrumpir el flujo de los hechos. A saber: evitar la muerte de Marek Tannhaus y su familia, gracias a lo cual, la máquina del tiempo jamás se construiría y, por tanto, jamás existirían los mundos en los que habitaban.
Como consecuencia, ambos personajes desaparecieron, así como todos los nacidos debido a su retorcida genealogía. Sin Jonas y Martha, prácticamente todos los personajes interconectados entre sí dejaron de existir, por lo que en la cena con la que concluye el capítulo —que ocurre, como es de suponer, en el llamado “mundo original”— solo se encuentran seis asistentes: Katharina Albers (Jördis Triebel), Hannah Krüger, Torben Wöller (Leopold Hornung), Bernadette Wöller (Anton Rubtsov), Peter Doppler (interpretado por Stephan Kampwirth en 2020 y Pablo Striebeck en 1987) y Regina Tiedemann (Deborah Kaufmann).
En una rápida mirada al lugar, queda claro que Regina es la nueva dueña de la casa (y de hecho, es una mujer feliz), en la que incluso vemos de niña en una imagen junto a su padre y su madre. Por supuesto, en este mundo de origen, Hannah no está casada con Ulrich o Mikkel porque ninguno de los dos existe y, de hecho, es la pareja de Wöller, el oficial de policía que vimos con un parche en el ojo durante la serie completa.
Los giros de guion
Todo parece transcurrir con normalidad en medio de una celebración hasta que Hannah, quien está embarazada y tiene un aspecto feliz y radiante, tiene un déjà vu. Y lo tiene justo cuando Wöller está a punto de explicar qué le provocó la lesión misteriosa —e inexplicable— que le caracterizó a lo largo de la historia. Pero no llegamos a saber qué ha ocurrido porque hay un breve corte de luz que interrumpe la alegre tertulia alrededor de la mesa. Un giro que Darkno ha dudado en explotar desde sus inicios.
Es entonces cuando ocurre el enigmático momento en que Hannah parpadea y tiene un déjà vu. Lo más curioso es que los fallos de electricidad fueron, a lo largo del programa, un indicativo de que la máquina del tiempo estaba funcionando. Y, en este caso, podría sugerir un evento relacionado directamente con el uso o una alteración cuántica de los agujeros de gusano. ¿Percibe Hannah, en el mundo de origen y en pleno 2019, la desaparición física de Jonas, a quien nunca conoció ni conocerá?
Es una teoría probable. Todo parece indicar que, en Dark, la máxima de que la energía no se destruye sino que se transforma es por completo válida, por lo que está entre las posibilidades que la desaparición física de su hijo en uno de los mundos alternos pueda ser percibida por Hannah en el mundo de origen, algo en principio muy semejante a lo que utilizó el argumento de Avengers: Endgame (Hermanos Russo, 2019) para explicar la forma en que el personaje de Nébula del presente y el pasado podían compartir recuerdos. A pesar de existir en diferentes universos y líneas temporales, la energía es la misma y cabría la posibilidad —siempre según esta teoría— de que Hannah pudiera percibir el momento en que Jonas deja de existir.
De hecho, Hannah es la más afectada por el apagón en Dark. Parece confusa, aturdida, y mira fijamente un impermeable que cuelga del pasillo, muy semejante al que llevó Jonas —y también Martha— la mayor parte del show. Es entonces cuando admite que acaba de experimentar un déjà vu, lo que, por cierto, tiene exactamente la misma línea del personaje de Martha en el episodio piloto, cuando tuvo la sensación clara de la existencia de los mundos espejos.
Pero, en lugar de enfocar la atención en la posibilidad de que nos encontremos en otro bucle temporal, el argumento insiste en el hecho que Hannah percibió de hecho y de manera subconsciente algo semejante a lo que la serie deja entrever que les ocurrió a Jonas y Martha. “Estaba oscuro y nunca más había luz”, dice Hannah. “Y lo extraño es... que se sintió realmente bien. Que todo terminara. Como estar repentinamente libre de todo. Sin deseos. Sin necesidades. Oscuridad interminable. No ayer. No hoy. No mañana. Nada”.
La tenebrosa descripción provoca un minuto de silencio, solo roto por Bernadette, que seguramente sigue siendo la hermana de Wöller, tal como lo era en el mundo de Jonas. Hay una breve conversación, risas, y después, Regina hace la gran pregunta con que la serie cerrará su historia: “Si el mundo se acabara hoy, y solo tuvieras un deseo, ¿qué desearías?”
Katharina interviene. Sin Ulrich ni tampoco relación alguna con la malograda familia Nielsen, es una mujer feliz que, además, es notoriamente cercana a Hannah. Es ella la que responde la pregunta: “Un mundo sin Winden. Brindemos por eso”. Se refiere, por supuesto, al pueblo, que en el mundo original es un lugar rural y tranquilo, sin asomo de las tragedias que lo asolaron en los mundos de Jonas y Martha.
En medio de las risas, el grupo reanuda la conversación, al mismo tiempo que las luces se encienden. “Parece que Winden no quiere simplemente desaparecer”, dice Peter, que sin Martha o Jonas, nunca habría sufrido la serie de desgracias que acaeció al personaje. Un intercambio de palabras idéntico al que tienen el joven Ulrich con Hannah en el tercer episodio de la primera temporada. De hecho, todo parece indicar que la historia de Dark vuelve a su punto de origen, y que, sin los universos corruptos, finalmente comienza un trayecto limpio y directo hacia algo por completo nuevo.
Como si todo lo anterior no fuera suficiente, cuando la conversación se centra en el bebé que Hannah gesta, el personaje hace una larga pausa. ¿Recuerda? Lo cierto es que, cuando le preguntan si ya pensó en un nombre para el bebé, la respuesta parece cerrar el ciclo de manera impecable: “Creo que Jonas es un nombre hermoso”.
¿Quiere decir que Jonas y, quizás, Martha tendrán una nueva oportunidad de nacer? Con el fundido a negro, Dark se lleva el más curioso de sus misterios.