La ciencia es apasionante. Tanto, que lo que en un momento te puede servir para buscar rastros de vida fuera de la Tierra, en otras ayuda a diagnosticar la enfermedad causante de una pandemia global. Es lo que han conseguido desde el Centro de Astrobiología del CSIC (CAB) y el Hospital Central de la Defensa “Gómez Ulla” con la creación de un test serológico basado en biochips para diagnosticar el coronavirus. Esta tecnología se había usado con anterioridad en la detección de rastros moleculares de vida en ambientes extremos, como los que podrían encontrarse en otros planetas, especialmente en Marte.
El método, bautizado como SCOVAM, se está validando actualmente mediante un estudio serológico aleatorio. No obstante, ya ha mostrado contar con características que lo hacen único en comparación con otras herramientas similares.
Biochips para diagnosticar el coronavirus
Este método está compuesto por un microarray o biochip en el que pueden depositarse hasta 96 muestras.
Los “pocillos” que lo forman contienen una serie de proteínas marcadas de manera que, en caso de interaccionar con anticuerpos contra el SARS-CoV-2, emiten fluroescencia. De este modo, puede detectarse de una forma fácil y visual tanto la inmunoglobulina M (IgM) como la inmunoglobulina G (IgG).
Es importante recordar que la primera hace referencia al tipo de anticuerpos que se empiezan a generar en las etapas tempranas de la infección y desaparecen cuando esta termina. En cambio, la segunda aparece al final y permanece en el tiempo. Por eso, si una persona tiene ambos, significa que se encuentra al final de la infección, si solo tiene IgM, al principio y, finalmente, si únicamente se detecta IgG, significará que pasó la infección, pero ya está curada.
Ventajas frente a otros métodos
La primera ventaja del uso de estos biochips para diagnosticar el coronavirus es precisamente la detección simultánea de IgG e IgM.
Es un proceso más lento que los famosos test rápidos, que también miden anticuerpos, ya que se necesitan 3 horas para tener un resultado. Sin embargo, los resultados son mucho más sensibles, al poder detectarse hasta cantidades muy bajas de inmunoglobulinas.
Otra de las ventajas que presenta es el hecho de que se puedan analizar hasta 96 muestras a la vez. Es cierto que tarda más, pero puede realizar un trabajo mayor en un solo paso, por lo que se acaba compensando.
Además, para detectar los anticuerpos se usan varias de las proteínas del virus que se unen a ellos. Esto permite una eficiencia mayor y, además, es capaz de dar con patrones antigénicos, ya que no todos los pacientes responden igual.
Por otro lado, el hecho de que use varias proteínas a la vez permitiría añadir marcadores concretos si en un futuro se descubrieran como objetivo de diagnóstico. Por ejemplo, podría ocurrir con ciertos marcadores de inflamación. Se detectarían a la vez que los anticuerpos, acelerando mucho el proceso y haciéndolo más preciso.
De momento, al compararlo con otros test comerciales, se ha encontrado que el porcentaje de acierto es muy similar. Además, pueden corregir algunos falsos negativos arrojados mediante pruebas de PCR.
Será necesario esperar al final del ensayo que se está realizando actualmente para tener más datos sobre su eficacia. Sin embargo, de momento todo lo señala como una posible gran opción de cara al futuro.