Estos días se está hablando mucho sobre los test serológicos, cuya función es determinar si una persona ha padecido o está padeciendo el SARS-CoV-2 en base a los anticuerpos presentes en su sangre.

Concretamente, se detectan dos tipos de anticuerpos, también conocidos como inmunoglobulinas, la IgG y la IgM. Lo “ideal”, es que la primera sea positiva y al segunda negativa, ¿pero por qué? La respuesta está en la fase de la infección en la que se genera cada una de ellas.

El sistema inmunitario, un ejército en tu interior

Si nuestro organismo fuera una fortaleza, cuando el ejército enemigo, en este caso el coronavirus, logra penetrar en ella, es reconocida por las células B, que actúan como centinelas, poniendo en marcha al resto de “soldados” que componen el sistema inmunitario.

Una vez realizada su función de centinelas, algunas de estas células B se diferencian en algo conocido como células plasmáticas, cuya función es fabricar y secretar los anticuerpos, que podrán desarrollar tres funciones diferentes. Por un lado, los hay que actúan bloqueando la entrada del patógeno a las células. Este es proceso, conocido como neutralización, es esencial para detener una infección antes de que esta llegue a causar problemas graves. Por otro lado, pueden ejercer como “etiquetas”, uniéndose al virus para que sea reconocido por otro tipo de células, llamadas macrófagos, que se encargarán de destruirlo. Finalmente, los hay que provocan la degradación directa de este cuerpo extraño.

En mamíferos placentarios, como los humanos, existen cinco clases diferentes de anticuerpos, también conocidos como inmunoglobulinas (Ig): la IgA, la IgD, la IgE, la IgG y la IgM. En el caso de los test serológicos que se están utilizando para diagnosticar el SARS-CoV-2, se pueden detectar dos de ellas, la IgG y la IgM, capaces de dar información muy interesante por el momento en el que se secretan.

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De hecho, la IgM es la primera en sintetizarse tras el inicio de la batalla, actuando durante la primera fase de la infección hasta que, finalmente, es relevada por la IgG, que se mantiene durante un periodo de tiempo más largo, incluso cuando ya no hay rastro del virus en el organismo.

Los test que se están realizando a pacientes sospechosos de tener COVID-19 pueden medir cualquiera de estos dos factores: la presencia del virus o la de anticuerpos frente a él.

Lo primero es lo que se ha medido desde el principio, gracias a una técnica conocida como PCR, que detecta la presencia del material genético del SARS-CoV-2 en las muestras extraídas del paciente. Aunque los test serológicos sean más rápidos, su uso no hace innecesarios los anteriores. De hecho, deben ser complementarios para conocer la situación del paciente.

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Si ambas inmunoglobulinas dan positivo significará que la enfermedad está en curso y sería el único caso en el que podría descartarse la obligación de hacer PCR, aunque sería conveniente realizarla para confirmar.

Si las dos dan negativo, no significa que la persona esté libre de coronavirus, por lo que será necesario llevar a cabo la otra prueba. Si también es negativa, podrá considerarse sana, salvo que haya síntomas persistentes y se deba repetir, pero si da positiva indicará que el paciente se encuentra en el periodo ventana, en el que la respuesta inmune aún no ha sido suficiente para generar anticuerpos detectables. Esto es algo que ocurre normalmente antes de los 7 días desde que se produjo la infección. Otra opción es que tanto la PCR como la IgM den positivo, pero la IgG negativo. Indicará una fase temprana de la infección, en la que ya se ha comenzado la respuesta inmunitaria, pero aún no lleva mucho tiempo.

Si por el contrario la PCR es positiva y también la IgG, pero la IgM ya no es detectable, la infección estará llegando ya a su fase final, todavía con el virus detectable. Finalmente, el resultado más deseado y del que tanto se habla estos días es que tanto la PCR como la IgM sean negativas, pero la IgG sea positiva. Eso significaría que ha habido una infección por coronavirus, pero que esta ya se ha curado. Serían pacientes supuestamente inmunizados, cuyo papel como cortafuegos de la cadena de contagios se considera tan importante en esta fase de la pandemia. ¿Pero son realmente inmunes?

El tiempo lo dirá

En una rueda de prensa desarrollada el pasado lunes, el director del programa de emergencias de la OMS, Mike Ryan, comunicó que con la información disponible no se puede garantizar que las personas que han pasado la enfermedad estén protegidas frente a futuras infecciones.

Además, explicaron que se ha comprobado que algunas de las personas curadas de COVID-19 no parecen tener suficientes anticuerpos para ello. Ni siquiera si los tuvieran se podría tener seguridad sobre qué ocurriría si el paciente volviera a entrar en contacto con el virus. Esto se debe a que puede haber una gran concentración de inmunoglobulinas, pero que la mayoría de ellas no cuenten con la capacidad de neutralización mencionada anteriormente.

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Por eso, aunque sigue siendo esencial hacer estudios de seroprevalencia y comprobar los niveles de anticuerpos en la población general, solo el tiempo podrá darnos una respuesta sobre la inmunidad conferida tras haber pasado la enfermedad. Es una máxima que se repite mucho en todo lo relacionado con el SARS-CoV-2: el tiempo tiene las claves que nos faltan. Será necesario esperar.

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