No es de extrañar que todo cinéfilo que se precie y vea White Lines (Álex Pina, desde 2020) —que se parece más a El embarcadero que a La casa de papel— no aparte los ojos de la británica Laura Haddock cuando se asoma en pantalla. No solamente porque a su interpretación como la un pelín cargante Zoe Walker no se le puede poner ni un pero, sino porque, además, es bastante probable que la reconozca de alguna otra ficción y se le resista el dato preciso en la punta de la lengua. Así, tal vez la mire con los ojos entornados como el perro suspicaz de Los Simpson (James L. Brooks, Matt Groening y Sam Simon, desde 1989).
La carrera de Laura Haddock se inició en 2007 con el episodio “Life Begins at Fifty” (7x09) de la comedia My Family (Fred Barron, 2000-2011), en el que encarnó a Melanie. Luego fue Miss Grosvenor en el capítulo “A Pocket Full of Rye” (4x01) de Agatha Christie: Miss Marple (2004-2013), Beryl Ballard en seis episodios de la nueva Arriba y abajo (Heidi Thomas, 2010-2012), Lucrezia Donati en Da Vinci’s Demons (David S. Goyer, 2013-2015), Megan Cantor en dos capítulos (4x01 y 4x02) de Luther (Neil Cross, desde 2010) o Vivian Wembley en la película Transformers: El último caballero (Michael Bay, 2017).
Bien nos puede sonar el rostro de Laura Haddock por cualquiera de los papeles anteriores, pero parece razonable suponer que sería por el que agarró con fuerza en el Universo Cinematográfico de Marvel. Y no nos referimos a la joven rubia que le pide un autógrafo a Steve Rogers (Chris Evans) en Capitán América: El primer Vengador (Joe Johnston, 2011), a la que igualmente dio vida la actriz inglesa. Porque se puso en la piel nada menos que de Meredith Quill, la madre de Star-Lord (Chris Pratt), en los dos volúmenes de Guardianes de la Galaxia (James Gunn, 2014, 2017), que murió cuando Peter era niño del cáncer que le había provocado su padre celestial, Ego (Kurt Russell), para huir de la distracción que ella suponía para él y su propósito de multiplicarse por el cosmos infinito.
