Las vidas de Alberto Amigo y Miguel Melgarejo se unieron cuando un gigante de la tecnología daba sus últimos coletazos –junto antes de rendirse a una competencia que supo ver el futuro del mercado–. Un paso por la startup por excelencia de España, que luego dio lugar a la cuna de los primeros emprendedores de España también cuando sus últimos movimientos anunciaban un cambio y una carrera por Estados Unidos entre medias, pusieron punto de inicio a Inlab. Una compañía dedicada a ese oscuro mundo de la publicidad digital con campañas basadas en datos. El petróleo del siglo XXI.
Nokia, de los politonos a la debacle
Era 2007 y Nokia aún seguía siendo líder en el mercado de la telefonía móvil; por poco tiempo. Las grandes estrellas de Hollywood aún mostraban en escena modelos de la compañía, pero poco quedaba para que Blackberry y poco después Apple le comiesen en terreno a la finlandesa.
Una versión universitaria de Alberto y Miguel coincidió en las oficinas de Nokia en España. El primero de ellos en la web creando contenido responsive para mobile, el segundo en Nokia Interactive Advertising. Los primeros pasos de la comercialización de espacios publicitarios online. Justo cuando el N95 de Nokia causaba furor entre los usuarios y los politonos, concretamente el Ave María de David Bisbal, era uno de los productos más vendidos por la división de la compañía.
Prisa, Unidad Editorial y Grupo Zeta fueron sus primeros clientes. Después de todo, tenían espacios que no estaban comercializando y que, a través de Nokia, podían empezar a monetizar. Lejos quedan ya esos tiempos en los que la publicidad digital tenía una concepción inocente.
Algo más de dos años duró el idilio de Nokia con los grandes medios en España. La pérdida del 45% de su cuota de mercado hardware causó estragos en la compañía. Al poco tiempo, la finlandesa decidió cortar todos los servicios que ofrecía. Lo que pasó a continuación es historia viva.
Tuenti y Estados Unidos, una buena cantera
El cierre de Nokia marcó caminos diferentes para Alberto y Miguel. El primero se marcó a Estados Unidos a estudiar relaciones internacionales, de ahí pasó unos meses trabajando para una web de logística hasta que el destino le devolvió a España a una compañía de publicidad online. Eran los primeros pasos de algo más que banners; el sector, allá por 2012, se estaba empezando a dar cuenta de la importancia de la importancia de saber qué pasaba después de que alguien entrase en un anuncio.
Y de ahí a Estados Unidos de nuevo, "al primer DSP de gestión de campañas de publicidad de manera automática; una forma de poner en contacto a anunciantes y demandantes con una plataforma", explica.
A la par, Miguel –con solo 24 años– pasa por L'Oreal para caer en una de las tecnológicas por excelencia de España. La misma que creó una de las mayores canteras de emprendedores del país al modelo Silicon Valley: Tuenti.
"Yo conocía al fundador a Felix Ruiz [fundador de Tuenti] y por aquel entonces ellos tenían 600 millones de páginas vistas al mes. Era el site mobile con más tráfico en España. Yo entré en la venta de publicidad móvil en Tuenti y ahí la verdad que se vendía solo. Podías segmentar por todo lo que te imaginases".
El final, o punto y a parte, de Tuenti también es historia. La llegada de Telefónica con 70 millones de euros sobre la mesa para hacerse con el éxito de las redes sociales, ya con Facebook ocupando su lugar en el mundo, cambio el curso de la compañía.
Family, friends y muchos fools en una startup de datos
La idea de Inlab ya empezaba a cobrar forma en la cabeza de Miguel: "Nos dábamos cuenta de que había que avanzar en el sector de la publicidad online porque las técnicas que usábamos se estaban quedando obsoletas".
De esta manera, desde Tuenti migró a eltiempo.es también para encargarse de la publicidad mobile, pero ya con el proyecto en proceso. Allá por 2016, fueron identificando a potenciales clientes que, buscando un modelo CPM, no encontraban quien les ofreciese esa opción. Esto es que los ingresos no se producen por el clic en un anuncio, sino por cada 1.000 veces que un anuncio aparece en una página.
Cada vez que un cliente les daba una campaña, los datos generados se iban almacenando. De esta manera, y para campañas similares, ya tendrían el target de usuarios que potencialmente podrían estar interesados en el producto.
Así, y con estos primeros pasos, Inlab creó su primera cartera de clientes y sus primeros pinitos en la financiación de amigos y familia, "y muchos tontos", explican, que se dejaron convencer para un proyecto que se juega en un sector que mueve más de 12.000 millones de euros al año, solo en España. Y que ahora, con la crisis por el coronavirus, se enfrenta a un cambio de paradigma creciente: muchos del mundo analógico pasarán, sin demora, al digital ante el miedo de un efecto rebote por el virus.
Comenzando con tecnología de terceros, ahora afirman que cuentan con un sistema de Machine Learning propio con sus propios servidores. Un desarrollo que, como a muchos emprendedores, se les dijo que era una locura.
Y lo más importante, con sus propios datos. "Siempre hemos guardado los datos que hemos obtenido para ver qué pasa en el mundo de los anuncios. Lo que han visto en nosotros es que les hemos dado modelos de compra a éxito y retorno de inversión a la larga. Cuando tenemos campañas similares volvemos a impactar en esos usuarios y eso hace que el retorno sea muy eficiente", explica Alberto.
Una despedida de soltero y una ronda para Inlab a las puertas
Woom, dedicada a la salud de las mujeres, ha conseguido cerrar una ronda de 2 millones de euros. Factorial, en pleno auge del teletrabajo, una de 15 millones. Las dos tienen el mérito de haber cerrado operaciones justo en mitad de una pandemia que, entre otras cosas, se ha llevado por delante cualquier previsión económica. Inlab está a punto de anuncia su propia operación tras un largo recorrido.
La ayuda del dinero de los más cercanos tenía un corto recorrido. El suficiente como para crear la empresa y dejar los empleos para centrarse en el negocio, pero no mucho más.
Fue a 2017, a raíz de una despedida de soltero, cuando entró la primera operación de capital seria. Cuenta Miguel que, al cursar el colegio en Niza, hizo amistad con un danés. Años más tarde y por la boda de este con una joven alemana, el destino quiso que la novia tuviese una melliza casada con un tal Max Fischer –dedicado a las inversiones de capital riesgo–. A su vez, este conocía a Rolf Smith, en Sony Music cuando aún se vendían CDs y a los mandos de una incubadora de startups. Poco después Rolf entró en el capital de la compañía con lo suficiente para dar un primer impulso.
En Inlab no dan cifras, "son sensibles de momento" cuenta, pero sí reconocen que fue una cantidad modesta para lo que se está dando ahora en las rondas de inversión. Y lo mínimo para empezar a contratar personal a tiempo completo.
Aún les faltaba dinero para crear sus propia tecnología, por lo que contactaron con una empresa de desarrollos tecnológicos, Digital Dooers. A cambio de capital, estos le proporcionarían un programador cubriendo los costes de su nómina. Una vez el proyecto estuviese avanzado, Inlab se haría cargo del empleado. Hoy, este ya forma parte de la plantilla y cuenta con capital de la compañía. Y desde 2018 ya cuentan con 40.000 euros de ingresos mensuales. "Algo ya serio", apuntan.
Más tarde llegó un ENISA, en marzo de 2019. Un buen timing para unas ayudas económicas que hoy, a raíz del coronavirus, se encuentran paralizados. Tras eso llegó el CDTI, también justo antes del virus.
A finales de ese mismo año la primera nota convertible cubierta por el que ahora promete ser su primer inversor de venture capital. No hay nombre, de momento prefiere el anonimato, pero es un fondo nacional con presencia fuera de España. Tampoco hay importe, pero anuncian que a principios de julio todo quedará cerrado para un proceso que viene alargándose desde marzo –el dichoso coronavirus– y al que solo le falta poner punto y final a la valoración de Inlab.