A punto de terminar una temporada llena de altibajos, Westworld parece recuperar el ritmo y el tono para hilvanar uno de los capítulos más extraños y poderosos en medio de un argumento que sigue sin revelar todos sus secretos. Mientras Dolores desaparece del primer plano —o al menos su versión más poderosa— y Maeve recupera el impulso para luchar, es evidente que el programa intenta reivindicar los notorios fallos en el guion de los últimos episodios con una trepidante capacidad para reflexionar sobre sus enigmas.
Más allá de la propuesta inicial, la historia de la posible guerra entre androides y seres humanos es algo más que la probabilidad de una colisión fatal entre dos formas de vida. Para la serie parece de especial importancia demostrar que en el centro de todas las intrigas corporativas y las escenas de acción brillantemente coreografiadas, hay una perla cognoscitiva en la que se desdibuja el verdadero valor de una historia, que para sus últimos momentos comienza un recorrido más complicado a través de su mitología. La decisión justifica a medias los experimentos argumentales de la tercera temporada, a su vez que ignora lo ocurrido durante la segunda. Gracias a ese audaz planteamiento, Westworld recupera su astuta capacidad para hacerse preguntas intelectuales complejas y también, para mostrar escenarios de una violencia elegante, lo que anuncia que el futuro enfrentamiento se llevará a cabo quizás en dos planos a la vez.
‘Westworld’ 3×05: como uñas arañando un pizarrón
De pronto las preguntas sobre este futuro distópico oculto bajo el brillante lustre de una utopía engañosa, envuelve cada escena mostradas ahora en una tramposa colección de cuestionamientos. ¿Lo que vemos se trata de la realidad o algún tipo de ramificación estructurada, que conecta a los personajes con una versión idílica del mundo en que viven? ¿Son cada uno de los seres humanos que hasta ahora hemos conocido versiones de sí mismos, sublimadas gracias a la Inteligencia artificial? El argumento gira alrededor de un reflejo de dobles identidades: William muestra sus peores secretos a través de un recorrido por su psiquis que resulta terrorífico por su emotiva dureza, a la vez que Sarec (una sombra perturbadora que sólo afianza el misterioso a su alrededor) atraviesa de un lado a otro los diferentes escenarios de la serie, sin que nunca se aclare su verdadera naturaleza.
Por supuesto, es Maeve de nuevo el rostro más más emocional de una batalla que depende de lealtades borrosas y, sobre todo, de la destrucción de lo que creemos realidad. La anfitriona debe recorrer el camino que Sarec planeó para ella y lo hace, con una elegancia fatalista que incluye recuperar alguno de sus efectos, como si la humanización del núcleo sagaz que la inteligencia artificial liberada de todo control muestra, fuera una extraña y retorcida versión de la humanidad como cristal opaco de sus defectos. El juego del gato y el ratón que la cabeza visible de Incite lleva a cabo con la criatura más poderosa de Westworld, no es solo un recorrido incómodo a través de las debilidades que la podrían hacer controlable, sino también de los pequeños espacios con los que aún debe lidiar para conseguir su verdadera independencia.
Al final, Maeve se enfrenta a Dolores —su némesis y reflejo— pero la lucha final se lleva a cabo más allá de la ilusión de la realidad. Para cuando Maeve comprende lo que realmente está ocurriendo, Héctor (Rodrigo Santoro) es la primera víctima y el anuncio de lo que tendrá que enfrentar una vez que la verdadera Dolores — el rostro de una revolución a medias que por ahora no está demasiado clara — vaya en su búsqueda.
Por qué el mundo de los humanos de ‘Westworld’ es tan distópico como el de los androides
Pero es Charlotte Hale, el personaje que deberá encarar una disyuntiva que muestra la verdadera profundidad de los anfitriones y las capacidades que han obtenido a través de una batalla silenciosa contra el dominio sobre su naturaleza. En una conversación reveladora, el personaje muestras las aristas de la conciencia dividida que le atormenta. Casi por accidente, Charlotte descubre que su propósito es mucho más que solo ser la sombra de la antigua ejecutiva de Delos.
“No sé para qué conservamos las emociones” se queja Charlotte al teléfono mientras Dolores se escucha en silencio. “Es lo que hace la diferencia ¿Qué sentido tendría todo si sólo nos moviera el impulso de sobrevivir?”, responde la líder de la rebelión. Y súbitamente, la humanidad de las criaturas creadas por una cultura déspota, resplandece en toda su trágica fragilidad. Para el final del capítulo, descubrirá los niveles de crueldad del mundo humano y también de las verdaderas intenciones de Sarec. Y será esta criatura híbrida a mitad del camino entre la fría mente de la mujer que intenta imitar y la violenta naturaleza el programa Wyatt la que se sostendrá sobre la rabia para recorrer un camino aún incierto de una posible venganza.
Con el tiempo real y la ilusión de los algoritmos que controlan la vida del hombre del futuro, los acontecimientos se apresuran en Westworld. Por ahora Dolores — la real, las copias que separadas de su núcleo crean infinitas variaciones de un tipo de dureza difícil de comprender -, deberá enfrentarse al dolor de Maeve, quizá el punto más blando de una criatura capaz de controlarlo todo. Por último. el hombre de negro — convertido a través de la violencia en la mejor versión de sí mismo — es un lienzo en blanco a punto de conocer su historia su origen y tener un nuevo propósito. ¿Encontrará Westworld la manera de escapar a su propio Laberinto? Solo restan dos capítulos para saber la respuesta.