En los últimos días, la foto de dos médicos chinos contagiados por COVID-19 ha dado la vuelta al mundo. Ambos han pasado un periodo extremadamente largo en la UCI, debatiéndose entre la vida y la muerte, por lo que no es extraño que se les vea con un aspecto demacrado, propio de alguien en su situación.

Lo que sí resulta extraño es el color de su piel, tan oscura que parece más propia de africanos que de chinos. No se puede descartar que tengan ascendencia de otro país o que por algún motivo genético su tez sea más oscura de lo habitual, pero basta con ver fotos suyas de antes de enfermar para comprobar que tenían la cara de un tono muchísimo más claro. ¿Qué ha pasado entonces? ¿Ha tenido que ver el coronavirus en este drástico cambio en su aspecto?

En declaraciones a medios de comunicación chinos, uno de los médicos que les trataron, el doctor Li Shusheng, ha explicado que cree que este síntoma puede haber sido un efecto secundario de un fármaco que se les administró tras su ingreso en la unidad de cuidados intensivos. Sin embargo, en ningún momento ha mencionado cuál. Dada esta situación, se puede elucubrar qué ocurrió; pero, a falta de más pistas, es imposible saberlo con seguridad.

CCTV

Casos muy similares, pero únicos

Los doctores Yi Fan y Hu Weifeng, ambos de 42 años de edad, son colegas en el Hospital Central de Wuhan. El primero es cardiólogo y el segundo urólogo. Durante las últimas semanas de diciembre y las primeras de enero realizaban su trabajo con normalidad, a pesar de que su compañero del área de oftalmología, el doctor Li Wenliang, llevaba un tiempo avisando que algo no iba bien en el centro.

Este había observado que muchos pacientes padecían una neumonía rara, que no parecía estar relacionada con ninguna enfermedad conocida, por lo que advirtió al resto de sanitarios que tomasen medidas contra un posible virus contagioso. En un inicio no se le hizo caso, pero más tarde se supo que tenía razón. Lamentablemente, Li terminó contagiándose e incluso murió a causa del coronaviru.

Sus dos compañeros sí han sobrevivido para contarlo, pero después de una larga guerra de más de tres meses, a la que todavía le quedan varias batallas que librar, una de ellas que su piel vuelva a ser la que era.
Los dos médicos fueron diagnosticados el 18 de enero e ingresados por los síntomas de la COVID-19. Poco a poco fueron empeorando, haciendo necesario primero su introducción en la UCI y después la conexión a una máquina de soporte vital, llamada ECMO.

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Este es un dispositivo diseñado para dar soporte cardíaco y respiratorio durante periodos de tiempo prolongados a personas en las que el corazón y los pulmones no funcionan adecuadamente. Se utiliza, por ejemplo, para alargar el tiempo de vida de pacientes que se encuentran a la espera de un trasplante de corazón. Yi necesitó el soporte de esta máquina durante 39 días, mientras que Hu debió estar conectado 6 días más.

Sus casos fueron descritos en un reportaje de la cadena de televisión China CCTV, rodado el pasado 6 de abril. En él se puede ver al cardiólogo mucho más recuperado que al urólogo. De hecho, pudo hablar con los periodistas, explicando que se encontraba mucho mejor, aunque todavía tenía muchas pesadillas por la noche.

Sin embargo, los dos seguían teniendo un mismo factor común: el color oscurecido de su piel. En el reportaje los médicos que los atendieron fueron muy reservados con las causas de este fenómeno. Apuntaron a un daño hepático causado por un fármaco que se les administró ante el empeoramiento de sus síntomas, pero no aclararon cuál. Sí que explicaron que esperan que la situación se reversible y que todo vuelva a la normalidad cuando recuperen la función de su hígado. No sabemos nada más.

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Algunos medios de comunicación han señalado a la hidroxicloroquina como fármaco “culpable” de lo sucedido. Por un lado, podría ser, puesto que es uno de los tratamientos que más se están utilizando de forma experimental en prácticamente todo el mundo. Además, se conoce que entre sus efectos secundarios se encuentra la hiperpigmentación mucocutánea, que puede afectar al mentón, el rostro, el paladar duro, el tronco y el lecho ungueal. En 2013, por ejemplo, se reportó en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid el caso de una paciente diagnosticada con lupus eritematoso sistémico, que después del tratamiento con este fármaco empezó a experimentar una hiperpigmentación grisácea generalizada en todo el cuerpo, pero más especialmente en la piel de la cara y las manos.

¿Pero qué tiene que ver el hígado en todo esto? Los médicos que atendieron a los dos enfermos hablaron de daño hepático y esto, en realidad, no parece concordar, puesto que cuando el hígado está afectado es común que se produzca ictericia, en la cual la piel adquiere un color amarillento o cerúleo, pero no grisáceo o marrón, como en el caso de los dos galenos chinos y la paciente del Ramón y Cajal.

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En busca de otras opciones, el doctor en medicina molecular y divulgador científico Álvaro Carmona, conocido en sus redes sociales como S de Siensia, publicó anoche un hilo en el que, al más puro estilo de Sherlock Holmes, desgrana la información disponible hasta dar con una posible explicación al misterio. Una búsqueda inicial en PubMed, donde se recogen estudios pertenecientes a bases de datos online sobre ciencias biológicas y medicina, le llevó hasta unas moléculas inhibidoras de las quinasas inducibles por sal (SIK por sus siglas en inglés). Se sabe que estos inhibidores actúan como estimuladores de los melanocitos, las células responsables del oscurecimiento de la piel. Cuadraría que el fármaco en cuestión estuviese relacionado con ellas, ¿pero por qué lo usarían para tratar a estos dos enfermos de COVID-19? Y más importante aún, ¿qué papel juega el hígado aquí? Las pesquisas de Carmona le llevan hasta el Human Atlas Protein, donde descubrió que estas se expresan en muchos tejidos del organismo, entre ellos los del hígado. Solo falta ver qué tienen que ver con el coronavirus y aquí es donde entra en juego el hecho de que la inhibición de la actividad de las SIK “induce un fenotipo antiinflamatorio”. Esto tendría un papel esencial para evitar síntomas relacionados con la mortalidad del virus, como las tormentas de citoquinas, relacionada con una inflamación exagerada.

El hallazgo indicaría que un fármaco dirigido a inihibir las SIK sería útil para tratar casos graves de la enfermedad y, además, podría causar hiperpigmentación; aunque, como ha recordado Carmona en conversación con Hipertextual, es importante tener en cuenta que todo esto no es más que “una ficción detectivesca basada en artículos reales, pero que igual ni es eso, pues es solo por divertir al personal un rato haciéndole partícipe de un misterio sin resolver”.

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Lógicamente, todo esto no son más que teorías, dados los pocos datos de los que disponemos hasta el momento. Será necesario esperar a ver si los especialistas del Hospital de Wuhan dan más información al respecto. Si no, no nos queda otra que hacer de detectives, con suposiciones, pero sin certezas.

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