Mientras el mundo se enfrenta a la crisis sanitaria generada por el coronavirus, y las atenciones de gobiernos y ciudadanos se centran en salir lo antes posible de la situación, la realidad es que el mundo sigue su curso. Y los problemas siguen fuera de la agenda informativa del COVID-19; concretamente en Chernóbyl.

Quizá pocos se hayan enterando, pero desde el pasado sábado dos focos de incendio siguen activos en la región de Vladimirovka, en un bosque dentro de la zona de exclusión de Chernóbyl. Desde el fin de semana, un grupo de 124 bomberos, dos aviones y un grupo de helicópteros están trabajando para extinguir el foco lo antes posible.

Una necesidad que se ha crecido en las últimas horas tras los análisis de los últimos datos. Según el jefe del servicio de inspección ecológica de Ucrania, Egor Firsov, y a través de una declaración publicada en Facebook, el centro del incendio está registrando una radioactividad muy por encima de lo normal, aún teniendo en cuenta la zona en la que se han desarrollado los focos –afectada por la explosión del reactor hace más de 30 años–. En la misma publicación, en la que aparece con un contador Geiger se puede ver que las lecturas del dispositivo son de 2.3, siendo la medida normal 0.14. El máximo permitido, según los servicios de emergencia estaría en 0.5.

De momento, las autoridades han querido transmitir calma a las regiones colindantes al área de exclusión. Las medidas fuera de lo normal estarían concentradas en la zona del incendio. Ni Kiev, ni la propia ciudad de Chernóbyl, han registrado ninguna variación en sus datos los últimos días.

La región de Vladimirovka se encuentra dentro de los más de 2.500 kilómetros cuadrados que se vieron afectados por la explosión de uno de los reactores de la planta nuclear en 1986. Una historia que más de 30 años después sigue muy presente con las versiones para cine y televisión que se han ido sucediendo a lo largo de los años; la última de la mano de HBO.

Desde entonces, y debido al abandono de la región, los incendios forestales son una realidad por culpa, como viene siendo costumbre, por la mano humana. Saltándose la normativa de exclusión y las multas por tal ejercicio, son ya muchos las personas que hacen quema de rastrojos en la zona cada año. La naturaleza ha tomado la zona y los campos arden principalmente en primavera y otoño.