Se ha visto como uno de los pocos -por no decir el único- efectos positivos de la crisis del nuevo coronavirus causante del COVID-19. Las emisiones de gases de efecto invernadero y la contaminación de las ciudades se han reducido drásticamente debido a las medidas de confinamiento y la paralización de buena parte de las actividades económicas.

Mucha gente sin coger el coche para ir a trabajar, fábricas paradas... El efecto se ha visto claro en unas vistas por satélite desde China o el note de Italia, donde el dióxido de nitrógeno, uno de los principales contaminantes ocasionados por la quema de combustibles fósiles, ha caído con fuerza.

También en España, donde en ciudades como Madrid y Barcelona la calidad del aire también ha mejorado drásticamente, como te contábamos hace unos días en Hipertextual. Sin embargo, esta cara inesperada del COVID-19 puede no ser tan buena, si como algunos organismos empiezan a advertir ya, la crisis sirve para que se paralice buena parte de de las medias de implementación hacia la transición ecológica o el debate sobre la crisis climática también entra en cuarentena al estar ofuscado.

La contaminación en España baja por el coronavirus, pero puede haber un grave efecto rebote

Volviendo a los datos y las emisiones, lo cierto es que los efectos del parón de la actividad son claros. En lo que respecta al CO2, el principal gas causante del efecto invernadero, el centro de estudio Global Carbon Project estimaba que sus emisiones habían caído cerca de un 25% en los meses de confinamiento por la pandemia en el gigante asiático, el país más contaminante del mundo.

En España, esta misma semana el Observatorio de la Sostenibilidad publicaba su último informe, que aseguraba que las emisiones en España habían caído cerca de un 6% en el último año -achacadas sobre todo al parón de la generación de electricidad por carbón-, y entonces ya se estimaba que en 2020 la cifra siguiera descendiendo a causa de la presente crisis.

Todo ello lleva a pensar que a nivel mundial, 2020 puede ser el primer año con un descenso en las emisiones globales de CO2 en más de una década. El precedente anterior hay que buscarlo en 2008, cuando el comienzo de la crisis económica y la desaceleración provocó la primera caída en décadas. Y esto, ya de por sí, no es un buen precedente.

El efecto rebote y la congelación de las 'políticas verdes'

Rob Jackson, profesor de la Universidad de Stanford y presidente de Global Carbon Project, comentaba hace unos días en Los Ángeles Times que “lógicamente, no voy a celebrar un descenso de emisiones por el coronavirus. Pero tampoco celebraré nunca ningún descenso que no sea escalonado”.

El director de este organismo, que estima que en 2020 la emisiones puedan caer un 2% si siguen las cosas así, se refiere al 'efecto rebote' que hubo tras la crisis de 2008, y que se aprecia de forma clara en la evolución de las gráficas de contaminación.

Tras la crisis, el descenso del precio del petróleo y la falta de inversión en innovación y energías renovables, así como la necesidad de volver a usar materiales más económicos, provocó este reverso tenebroso de la caída anterior. Las emisiones tuvieron su repunte más alto de la década.

Pero el riesgo no es en sí mismo que la economía repunte con fuerza -faltaría más- sino como han advertido organizaciones como la Agencia Internacional de la Energía que se desproteja por completo sectores ligados a la transición ecológica. Esta semana, el director de esta agencia, Fatih Birol, emitía una carta en la que pedía a los gobiernos que se aprovechara esta crisis para reforzar los sectores que apuestan por un futuro sostenible.

“Esta situación es una prueba del compromiso de los gobiernos y las empresas con las transiciones de energía limpia. Los análisis de la AIE muestra que los gobiernos dirigen directa o indirectamente más del 70% de las inversiones mundiales en energía. Hoy tienen una oportunidad histórica de dirigir esas inversiones hacia un camino más sostenible”, escribía.

BloombergNEF, el grupo de análisis del portal económico centrado en movilidad electrificada y energía solar, es poco halagüeño: ha reducido sus pronósticos de crecimiento de estos dos sectores para 2020, afirmando que cree que los gobiernos apostarán por inyectar dinero en sectores que puedan estimularse a corto plazo, y no en tecnologías innovadoras que puedan tener un horizonte de desarrollo más a largo plazo.

Y lo cierto es que hasta ahora no les ha faltado razón a la hora de vaticinar que los gobiernos fueran a incentivar si cabe aún más una reactivación económica basada en los fósil, especialmente en lo que toca al ejecutivo de Donald Trump en los Estados Unidos. Allí, en medio de la crisis del COVID-19 pero también de las tiranteces por los precios del petróleo, que han caído con fuerza, Trump ha ofrecido incentivos para la empresas productores de gasolina y gas.

Por parte de Europa, el renombrado Pacto Verde con el horizonte de convertir al grupo de países en neutro en carbono para 2050 ha postergado la reunión que tenía para seguir avanzando en los detalles esta semana. Mientras, sectores como el de las aerolíneas, muy afectados por la crisis y el parón de los vuelos, pero que parece que habían comenzado a trabajar en usar combustibles y medidas más sostenibles, parece que ya están presionando a algunos Gobiernos para frenar la implementación de estas medidas, según Axios.

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