La cuestión de los patinetes lleva ya unos cuantos años instalada en las conversaciones de las grandes ciudades. La curva ya ha pasado por todos los niveles. Primero la novedad del suceso, después la duda sobre lo que podría implicar, los primeros problemas, las regulaciones para controlarlo y, como no podía ser de otra manera, los problemas derivados de unas normativas hechas sin cabeza.

Esta es, más o menos, la historia que las grandes ciudades han vivido de alguna manera u otra. Madrid, con la regulación aún vigente de Manuela Carmena teniendo en cuenta el cambio de partido, liderado por Almeida, sigue a vueltas con la situación.

El nuevo líder del Ayuntamiento de Madrid, igualmente, avisaba de un más que seguro cambio de la normativa. Las casi 10.000 licencias de patinetes, que se otorgaron a casi 20 compañías para operar en la capital pronto fueron víctimas de las especulación y los problemas de operar en zonas alejadas del centro de la ciudad. Algunas de ellas desaparecidas, otras a medio gas y otras sobreviviendo, la realidad es que estos meses no han sido los mejores para las compañías de patinetes. Movo, Mygo, Bird, Bolt, Lime, Jump by Uber, Tier, Voi, Wind y Reby siguen operando y esperando una reforma de las normativas de movilidad en Madrid, que fuentes del sector ya apuntaban a que estaba en preoceso. Otras, por su parte, se han rendido por el camino: Citybee, TIER, Eskay, UFO y Rideconga. Buny, Alma, Scoot, iScoot y Bbhuo no llegaron a desplegar servicios pese a solicitar las licencias.

Y a la historia de una penosa regulación –a la que ahora se le suma la prohibición de aparcar en las aceras–, que ha visto su réplica en forma de motos en Barcelona, pronto se le sumó la fragilidad de los vehículos en cuestión.

Eran otros tiempos en los que, con las primeras compañías aterrizando en las grandes capitales, la duda sobre si el civismo se impondría respecto a los patinetes sería la tónica común. La realidad es que estos han sacado lo peor de la sociedad. Presentes en barrios y zonas con un elevado nivel de delincuencia, ya son cientos los patinetes que han sido robados.

Según Business Insider, Bolt los cuenta a cientos, Citubee entre 150 y 200, Wind también a cientos y otras, prácticamente todos. Después, muchos de ellos han sido vendidos a piezas en mercados de segunda mano o simplemente tirados a ríos o basureros.

No contentos con la historia de desgracias que pueblan la vida de los patinetes, la realidad es que las compañías se han dado cuenta de un hecho importante: son vehículos que no están pensados, desde un origen, para sobrevivir en la calle. En la mejor de las circunstancias, el uso intensivo o el poco cuidado por parte de los usuarios no ayudan con modelos altamente sensibles.

Es por esto, que las compañías han estado buscando soluciones a sus primeras versiones de patinetes eléctricos. Ruedas más anchas y grandes que sobrevivan a las carreteras mal asfaltadas, bases más grandes y anchas que aporten seguridad o mejores sistemas de rastreo y GPS para evitar los robos.

Mygo, recientemente adquirida por Wheels, ya apuntaba a una mejora de los modelos. Así como Lime, que ya se enfrentó a una necesidad de revisar su flota local. El último de ellos ha sido Bird, precisamente la que menos tiempo lleva operando en la capital desde abril de 2019 con 797 unidades.

La compañía estadounidense también ha lanzado un modelo que promete contar con los famosos neumáticos resistentes –los más afectados en esta lucha–, y los soportes anticaida y una estructura única para evitar los ya numerosos accidentes. 273 en 2018 según la Fiscalía de Seguridad Vial en Madrid. Añaden, además, la encriptación para los robos que esperan disuada a los ladrones durante un tiempo.