Locke & Key tenía todos los elementos para convertirse en el siguiente fenómeno de audiencia y crítica de Netflix. Basado en el cómic del mismo nombre, tiene una historia inteligente, profunda y cargada de referencias al cine de terror, además de un grupo de fanáticos fieles que esperaban con enormes expectativas la llegada a la pantalla chica de la adaptación.

Las casas del terror vuelven a Netflix: todo lo que debes saber antes de ver ‘Locke & Key’

Después de todo, la plataforma había estrenado en diciembre la versión para televisión de la conocida saga The Witcher con resultados extraordinarios. De modo que no había motivos para dudar de que con un material lleno de posibilidades, el gigante lograría resultados semejantes o, incluso, mucho mejores.

Pero no solo no ocurrió, sino que en cierta forma demostró que el canal está cayendo en la tentación de crear productos con cierto aire genérico que permitan su rápida viralización y que sean lo suficientemente sencillos para convertirse en éxitos masivos sin excesivo esfuerzo.

Filtradas las primeras imágenes de la segunda temporada de ‘The Witcher’

La versión del ya icónico cómic no es un solo carece de la complejidad, profundidad y atmósfera tenebrosa del original, sino que, además, parece cumplir los requerimientos del canal de asegurarse un nuevo fenómeno de audiencia. Y aunque el resultado es lo suficientemente solvente como para asegurar una segunda temporada, también se echa en falta un mayor esfuerzo de guion y puesta escena en un material que ofrecía un rico iniverso para hacerlo.

¿Por qué Netflix se limitó a delimitar las líneas generales de una narración conocida por sus niveles de lectura y dimensión específica? Quizás, el canal comienza a rozar los nada deseables límites de crear contenido bajo una fórmula carente de riesgos y el resultado de Locke & Key es la prueba más contundente al respecto.

Una puerta abierta y otra cerrada

Hace una semana, IndieWire contaba que antes del estreno de Locke & Key la ciudad de Los Angeles se llenó de enormes carteles de promoción del tamaño de un edificio corriente. Eran piezas fotográficas de enorme belleza, en la que podía verse marcas de cerradura en los estilizados cuellos de lo que parecían ser el jovencísimo elenco de la serie. Además del nombre del programa y fecha de transmisión, las pancartas no profundizaban demasiado en el argumento, como si el solo hecho de resultar impactante fuera suficiente para demostrar el futuro éxito de uno de los estrenos más esperados de la plataforma.

No hay una mejor metáfora para describir el resultado de Locke & Key, que con una lujosa puesta en escena y una evidente atención a los detalles, es también un producto argumentalmente vacío construido a la medida de las audiencias, o eso parece sugerir la agresiva simplificación que sufrió el material original de cara a su adaptación en la pantalla chica.

Incluso, IndieWire llegó a insinuar que el programa había sido creado en beneficio de los cálculos de audiencia y el algoritmo que permite a Netflix analizar al universo estadístico de sus suscriptores. En otras palabras, crear una serie que imitara los puntos más fuertes de otros programas con alta preferencia entre el público para asegurarse un éxito de sintonía seguro.

Con más de veinte series canceladas durante los últimos dos años y una feroz competencia en el mundo de las plataformas, Netflix necesita de inmediato un éxito —o varios— para apuntalar su lugar en un mercado reñido, y además abrir las posibilidades de expandir su masa de suscriptores más allá de su público natural.

En paralelo, la plataforma maniobra con la posibilidad de éxito de sus productos originales fuera de la television, y lo hace con una estrategia cada vez más directa de conquistar espacios en festivales, premios y alfombras rojas. Un proceso que este año sufrió un serio revés: de las veintidós nominaciones a las que aspiraba, Netflix no solo no logró ninguna, sino que dejó claro que es más que probable que presiones invisibles entre gremios y votantes hagan muy complicado el siguiente paso que la cadena necesita dar a nivel de estrategia de ventas y método de negocios para resistir una robusta competencia.

De modo que Netflix insiste con lo que mejor sabe hacer: el 14 de febrero lanzaba el primer vistazo a la serie insigne de la casa, Stranger Things. Mostraba a los fans la posible continuación del que sigue siendo uno de los programas más exitosos de la casa.

Al mismo tiempo, la popular Castlevania también mostraba nuevo trailer y fecha de estreno. También, las redes y web especializadas se llenan de rumores, imágenes y especulaciones sobre la esperada segunda temporada de The Witcher, así como también los avances de los programas y películas originales anunciados para este año y que incluyen a su mayoría a buena parte de la lista AAA de Hollywood.

Para la plataforma es esencial recuperar el terreno perdido y sin duda, aumentar su producción de series —su principal base— y replicar éxitos inmediatos es una de sus objetivos más concretos.

No obstante, Locke & Key no es el producto ideal para un experimento semejante. La historia de una familia huérfana de padre que debe lidiar con el hecho de descubrir una situación sobrenatural, y también con la pérdida, el dolor y el duelo que una muerte supone no admite de origen que sus elementos más poderosos sean reversionados de forma más sencilla infantil o incluso, simplemente digerible.

El cómic, conocido por su poderoso argumento y su capacidad para englobar varios hilos narrativos de considerable complejidad, es también una historia con varios niveles de interés y simbolismo que bien pudieron brindar a Netflix la oportunidad de crear un producto más elaborado, inteligente e intuitivo.

Pero el canal parece más interesado en crear una adaptación de éxito rápido, que en algo más elaborado. Por lo que Locke & Key es apenas un resumen —y no demasiado pormenorizado— sobre el mundo imaginado por Joe Hill y dibujado por Gabriel Rodríguez. Con su tono levemente oscuro, la serie tiene desde su primer capítulo un aire que la emparenta de manera inevitable con la exitosa The Haunting of Hill House, la amenaza misteriosa y sobrenatural de Stranger Things e incluso algunos elementos tétricos y sofisticados de la aclamada Dark.

Sin embargo, el show no tiene personalidad propia y termina convertida en un drama simple con aires de fantasía juvenil, que además lleva el peso de lo que parece ser la intención del canal de agradar a todos los públicos y crear un producto que nadie tenga razones para no disfrutar. Hay una cierta atmósfera natural para los adultos —incompleta, sin mayor interés y poco elocuente— y también aventura para los más jóvenes. Todo un empaque que comienza a ser muy parecido a otros productos de la plataforma.

Mientras sucesos increíbles se se siguen unos a otros, Locke & Key tiene toda la apariencia de un lienzo en blanco para versionar por enésima vez la historia de niños comunes en situaciones extraordinarias. El guion no solo ignora de manera deliberada las complejidades y momentos más retorcidos del cómic, sino que además crea una percepción casi ingenua sobre fenómenos sin explicación. Entre ambas cosas, el programa es un compendio de lugares comunes sin mayor interés.

Lo asombroso y en cierta forma preocupante es que Locke & Key evita por todos los medios lidiar con los grandes temas que hicieron famoso el cómic y decide mostrar, una versión de la historia tan edulcorada como simple. Las posibilidades que ofrecía el material original no solo eran enormes, sino también abrían todo nuevos tipo de nuevos espacios para una narración que abarca desde el drama hasta el terror clásico. ¿Por qué Netflix simplemente ignoró el corazón de la obra que desea abarcar?

La respuesta, es el uso de trozos de todo tipo de referencias inmediatas y de giros argumentales que hasta ahora, le han funcionado bien al canal. Tanto como para que el televidente asiduo a la programación de la plataforma, pueda reconocer con toda facilidad cómo Netflix decidió que Locke & Key sería un compendio no muy claro (ni tampoco en exceso coherente) sobre un mundo mucho más meticuloso y construido sobre las inteligentes bases de la cultura pop.

Hasta hace pocos años, Netflix estaba a la vanguardia de la experimentación de nuevos lenguajes televisivos. Y todavía hoy sigue disfrutando de ese período de gracia que le llevó a convertirse en referencia obligada a la hora de hablar sobre la evolución de la televisión y los hábitos del consumo: grandes programas como BoJack Horseman y The Crown siguen siendo asombrosos espacios para el análisis y reflexión sobre la forma en que la cultura contemporánea analiza grandes temas. No obstante, resulta preocupante pensar si el futuro son productos como Locke & Key, creados a la medidas de las exigencias de una apuesta segura. Una jugada calculada sin mayor profundidad.

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