De nuevo, la unión de empresas españolas que buscan impulsar la digitalización del ecosistema bajo la marca Adigital ha presentado su informe anual que aborda el estado del país como nación digital. De nuevo, los resultados arrojan una situación de claroscuros que ponen sobre la mesa una situación que dista de ser la ideal para un país que quiere ponerse a la cabeza de la innovación. Pese a que España es, en la actualidad, la quinta economía europea en cuanto a tamaño de mercado, algunos de sus indicadores no están en línea con su PIB. En otras palabras, de momento el camino elegido no es el bueno.

"España está en la frontera de las economías de 2º nivel y las digitales", empieza de forma tajante Carina Szpilka, presidenta de Adigital. "Esto es preocupante en un contexto en el que todo tiende a la concentración de países", añade, "mientras, en España, la innovación es residual y poco estable". Pese a los esfuerzos, la realidad es que los datos que aporta el informe dejan una situación que demuestra que España es un país que sigue sin ser capaz de aprovechar el valor de la transformación digital pese a tener algunas buenas herramientas.

Porque el problema no reside en las infraestructuras ni en las mejoras de la financiación (ámbito en el que progresa adecuadamente), sino en el uso de las mismas. "El análisis de las capacidades digitales del país no es que se mantenga, es que va a peor; ahora mismo necesitaríamos dos décadas para que los jóvenes tengan el nivel educativo digital suficiente como para competir con las grandes potencias", alega en la presentación del informe. Es, precisamente la cuestión de la formación uno de los puntos más preocupantes del informe de Adigital: pocos idiomas, malos resultados en los informes internacionales (PISA) y la ya tradicional disonancia entre los sistemas educativos y las realidades laborales preocupan ante el desarrollo de las próximas generaciones. En la línea con Lituania, Malta o Portugal, España dista, y mucho, de estar cerca de los ganadores en capacidades y talento: Estados Unidos o Canadá.

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Pese a todo, se cuenta, efectivamente, con uno de los despliegues de red más desarrollados del planeta –solo superada por Japón y Corea del Sur–; España es, de hecho, el país con más proyectos piloto de 5G del conjunto de los países miembro. Alcanzando casi la totalidad de su territorio conectado a la red, la realidad es que el margen de mejora ya no depende de la red de fibra, sino del uso de la misma.

Si bien es cierto que los indicativos han mejorado, respecto al año anterior en el entorno de los negocios, "España es un país de micropymes que son las que tienen que mejorar su adopción digital", analiza Andrés García –creador del informe–. En esta línea, y como parte y origen del problema, la falta de políticas de innovación estables, podrían tener la culpa. Esperan que, a partir de la futura ley de startups e innovación, propuesta por el organismo liderado por Francisco Polo, se incentive el desarrollo dentro del tejido empresarial innovador en el país –vía aumento de la inversión– y cumpla una de la tarea pendiente de "mejorar la conectividad de las pequeñas empresas" que saque a España de su modesta posición global; amén de la ya tradicional propuesta de "quitar complejidad a las normativas regulatorias", añade Szpilka.

Porque, si bien es cierto que el tejido productivo en España ha estado tradicionalmente ligado a sectores poco innovadores ya de origen, principalmente turismo, "en España existen muchos proyectos innovadores muy buenos, pero que están siendo incapaces de monetizarse".