Casi uno de cada tres estudiantes universitarios abandona sus estudios superiores según las cifras del último estudio de U-Ranking 2019. Hace ya tiempo que las universidades dejaron de ser el punto de encuentro de las mentes del futuro por, entre otras cuestiones, el mal diseño de los planes de estudio, los problemas con la formación del profesorado y la mala orientación académica. La promesa del trabajo seguro tras los estudios quedó en un olvido muy lejano.

Y mientras la universidad trabaja por recuperar su trono perdido, en algunas de las disciplinas que marcarán la pauta laboral del futuro –principalmente técnicas– ya han surgido varias alternativas que intentan ocupar ese hueco en ciertas especificaciones laborales. Directamente desde el modelo académico estadounidense, el boom de los Bootcamps ha llegado a España para cambiar un sistema ya no solo educacional, sino cultural. El logro de la generación de posguerra de colocar a muchos de sus hijos y prácticamente todos sus nietos en instituciones académicas superiores aún cala hondo en la psique de una sociedad pendiente de una titulación.

A la frustración académica se le une la frustración laboral. Según Asempleo, casi 5,2 millones de personas (lo que corresponde al 20% de los trabajadores de España) se encuentran infrautilizados laboralmente. Si sumamos el hecho de que el 95% de las empresas tecnológicas tienen problemas para encontrar perfiles cualificados debido a una disonancia entre la educación, la realidad laboral y los nuevos empleos, creamos el caldo de cultivo perfecto para el surgir de esos nuevos centros educativos.

Desde las iniciativas de las diferentes escuelas de negocios, ya un clásico en la educación especializada, hasta la propuesta que Telefónica estrenaba hace unos meses con su primera edición de Escuela 42 en la que se carecen de profesores y sistemas cerrados de aprendizaje, ya son unas cuentas las propuestas que están llegando. La última de ellas la que viene de la mano de The Bridge, definida a sí misma como una aceleradora de talento digital para nuevos estudiantes, empresas o profesionalees que busquen reciclar su vida laboral en ciencia de datos, ciberseguridad, desarrollo full-stack y diseño de producto.

Enfocado a futuros estudiantes de todas las edades, a partir de los 18 años, la realidad es que son conscientes de que aún les queda mucho trabajo para poder entrar de lleno en en sistemas. "Aún vienen algunos padres acompañando a sus hijos a las entrevistas porque no lo tienen del todo claro", aseguran. Pese a todo, su estudiante más joven cumple los 21 años y el mayor de todos pasa los 50.

Las ayudas a financiación para la educación, bajo el modelo de EE.UU, llegan a España y no es bueno

Son los de 26 a 30 años los que más se presentan a las formaciones técnicas especializadas; de forma paulatina, los que ya llevan años trabajando buscan reciclarse o volver a entrar en el mercado laboral tras los procesos de despidos que las grandes compañías están anunciando. Esto quiere decir que, pese a todo, existe una formación universitaria previa (de un sinfín de disciplinas, puesto que no requieren formación o conocimientos previos) que forma una base de estudiantes descontentos con el sistema.

Estamos lejos de que esta sea la primera elección de muchos, quedando la universidad como primera selección. Eso es un hecho, "en un país (España) que tiene un desarrollo promedio bueno, pero con un gran riesgo a caer en la liga de los perdedores", explica Iker Arce, CEO de The Bridge. Igualmente aseguran que el acceso a las rentas de las nuevas exigencias laborales juega en la misma liga, pero a menos precio de acceso y con menos años de estudios.

Menos precio porque los 3 meses de estudios intensivos de todo lo que necesitan saber sobre su materia -recordemos que esto es una especialización y no una carrera– cuestan 6.300 euros, en parte subvencionados por Telefónica. Y con la opción de financiarse con otro modelo importado de Estados Unidos: los Income Share Agreements. O lo que es lo mismo, solo pagar, durante el tiempo y el importe estipulado en el contrato, cuando el estudiante tenga el trabajo prometido por el curso. Un sistema que si bien deja a un lado los perniciosos modelos de financiación tradicionales del país norteamericano, también ha sido definido por muchos como "una apuesta contra uno mismo" al determinar, antes de tiempo, el futuro de unos estudios y reducir la laboralidad en sí misma. Esto, en la era de la especialización, la realidad es que queda en un segundo plano.