El canto de apareamiento de algunos pájaros es una de las melodías más bonitas que podemos escuchar en la naturaleza. Otros más bien profieren sonidos estridentes, mucho menos dulces, pero con el mismo fin: atraer la atención de las hembras de su especie.
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Sea como sea, por lo general se trata de una canción aprendida, que los pájaros más jóvenes ensayan poco a poco, hasta entonarla a la perfección a la hora de la verdad. Nadie nace aprendido, ni los concertistas de piano, ni tampoco los pájaros. Un equipo de científicos de la Universidad de Chicago se ha dedicado a investigar cómo cambian sus neuronas a medida que ensayan estas melodías y lo ha publicado hoy en un estudio en Nature Communications, en el que muestran también cómo podría extrapolarse esto hasta entender los mecanismos que llevan al ser humano a la tartamudez.
Plasticidad neuronal y apareamiento
Durante años los científicos han interpretado el aprendizaje como el resultado de una serie de cambios en las conexiones entre neuronas, que se refuerzan o eliminan según vaya siendo necesario.
Este es un proceso conocido como plasticidad neuronal; que, en realidad, resulta mucho más complejo. De hecho, ahora se sabe que no solo influye el modo en que unas neuronas se unen a otras, sino también otros factores intrínsecos a ellas. Y eso es lo que estos científicos querían estudiar.
Todas las células tienen un voltaje eléctrico interno, diferente al del medio que las rodea. Pero las neuronas van más allá, pues poseen algo conocido como potencial de acción, consistente en una descarga eléctrica que viaja a través de sus membranas, alterando la diferencia de carga establecida entre el interior y el exterior de la célula. La secuencia y el momento en el que se generan los picos en este potencial determinan la información que fluye entre las neuronas, por lo que tienen un papel esencial en el aprendizaje.
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Para comprobar exactamente cómo lo hacen, estos científicos tomaron varios ejemplares de pinzón cebra (Taeniopygia guttata), conocido por entonar melodías de apareamiento complejas, y analizaron los potenciales de acción de sus neuronas, tanto cuando eran jóvenes y estaban aprendiendo su melodía como cuando, ya adultos, la podían cantar a la perfección.
Vieron que los patrones variaban de unos pájaros a otros y que, curiosamente, si estas propiedades intrínsecas de sus neuronas se parecían también eran similares las melodías que entonaban. Además, solía ocurrir en pájaros hermanos, que habían aprendido de un mismo adulto. Esto era aplicable a pájaros ya maduros, pues los jóvenes no tenían todavía un patrón establecido.
Pero lo más interesante es que todo esto podía ser modificado por los experimentadores, pues si estos emitían la grabación del canto de un pájaro, con un ligero retardo, las aves acabarían reproduciendo el canto de un modo similar a como lo hacen los humanos tartamudos. Incluso sus potenciales de acción se modificaban.
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Esto es esencial para comprender los mecanismos cerebrales que conducen a la tartamudez. De hecho, si se lleva a cabo el mismo mecanismo en humanos que no son tartamudos, pueden acabar trastabillándose como si lo fueran. No obstante, también supone una gran estrategia para el tratamiento de este problema en el habla; pues, según explican en un comunicado sobre el estudio, al exponer a personas tartamudas a una grabación retrasada podrían reducir algo su tartamudez.
Es solo un paso previo, pero al menos ahora sabemos que los pinzones cebra pueden ser un modelo experimental perfecto para comprender los mecanismos cognitivos del habla humana.