Un 27 de enero de 1832 nacía el escritor y matemático Charles Lutwidge Dodgson, el verdadero nombre de Lewis Carroll, en Daresbury en el condado de Cheshire (Reino Unido). Este escritor y matemático inglés es conocido mundialmente por ser el autor de Alicia en el país de las maravillas o Alicia a través del espejo. Sin embargo, la creación de este entrañable personaje, que más tarde saltaría a la gran pantalla de la mano de Disney, no es la única razón que hace su vida digna de ser contada.

Y es que Dodgson era un hombre muy particular, al que sus problemas constantes de salud no impidieron desarrollar y perfeccionar un gran número de aficiones, desde la fotografía hasta la ilustración, pasando por supuesto por la escritura las matemáticas. Por eso, hoy en Hipertextual hemos recopilado algunos datos curiosos sobre la vida del hombre que nos empujó a imaginar un colorido país en el que los sueños se mezclan con la realidad.

Alicia existió de verdad

La pequeña Alice Liddell fue la encargada de dar nombre a la protagonista de los dos libros que convirtieron a Carroll en un autor famoso. A pesar de la época, el autor, que autopublicó su obra en un primer momento, llegó a vender 250.000 ejemplares entre ambos títulos de esta fascinante historia.

Alice conoció al escritor cuando apenas tenía cuatro años y mantuvieron una amistad hasta que ella tuvo once años. Ella era hija del decano de Christ Church, el college de Oxford donde Carroll era profesor de matemáticas. No obstante, también era conocido por su pasión por la fotografía, un arte que justo en aquellos momentos estaba empezando. Una calurosa tarde de verano le contó lo que después, debido a la insistencia de la niña de que lo plasmara en papel, sería Alicia en el país de maravillas.

Alice y Carroll pasaban tanto tiempo juntos que se llegó a rumorear que el escritor estaba enamorado de la pequeña. Sin embargo, poco podemos afirmar al respecto ya que apenas se conservan cartas de él hacia la niña.

La explicación a la locura del sombrerero

Uno de los personajes más interesantes que nacieron de la pluma de Lewis Carroll fue sin duda el Sombrerero Loco, ese extravagante hombrecillo que invita a Alicia a tomar el té en una peculiar merienda. En realidad, aunque sea conocido en este calificativo, en la obra de Dodgson nunca se nombra como tal, sino simplemente como el Sombrerero. Sin embargo, hay motivos de sobra para pensar que no anda demasiado sobrado de cordura. ¿Pero por qué?

Esta puede parecer una pregunta retórica, pero lo cierto es que tiene una explicación, derivada de la profesión del personaje. Durante el siglo XIX, los fabricantes de sombreros utilizaban un adhesivo elaborado a base de mercurio para pegar la piel y fieltro, dos materiales normalmente muy difíciles de unir. A día de hoy sabemos que este es un metal muy peligroso. Sin embargo, en esa época era totalmente desconocido, por lo que no se utilizaba ningún tipo de medida de prevención para evitar la intoxicación. Además, estos artesanos solían trabajar en lugares mal ventilados, por lo que terminaban inhalando grandes cantidades. Entre los daños que podía causarles esta sustancia, destacan los síntomas psíquicos generados por su efecto sobre el sistema nervioso central. Por otro lado, se sabe que actúa sobre las vainas de mielina de los cerebros en desarrollo, por lo que los niños sufrirían aún más todo este deterioro. El personaje de Carroll procedía de un clan de sombrereros, por lo que es muy probable que acudiese desde pequeño al taller en compañía de sus padres, estando en contacto con el mercurio durante muchos años.

Todo esto podría ser simple casualidad, pero no lo parece, ya que resulta que el joven Charles Dodgson creció cerca de Stockport, un pueblo inglés cuyo comercio principal era precisamente el de los sombreros. Es muy posible que viese con sus propios ojos más de un caso de envenenamiento por mercurio y se inspirase en ello para la creación del personaje.

Do-do-Dodgson, mucho más que un pájaro extinto

El dodo es uno de los muchos animales que se bañan en el repentino mar que crea Alicia con sus lágrimas y que luego deben improvisar una “carrera loca” para poder secarse. Para cuando Carroll escribió su obra maestra el animal llevaba ya varios siglos extinto, sin embargo, lo describe con gran exactitud, dentro de las licencias que le permite el onírico escenario en el que se desarrollan los acontecimientos.

En realidad sabía muy bien cómo eran estos enormes pájaros, pues le fascinaban tanto que solía ir a menudo a visitar una cabeza disecada expuesta en el Museo de Historia Natural de Oxford, para dibujarla. De hecho, en algunas ocasiones iba hasta allí acompañado de Alice Liddle.

Tal era su afición por este animal que utilizó a este personaje para caricaturizarse a sí mismo y poder así formar parte de su propia obra. Por otro lado, algunas personas piensan que también decidió introducirse precisamente en el personaje del dodo porque, a causa de su tartamudez, a menudo solía presentarse como Do-do-Dodgson.

El síndrome de 'Alicia en el país de las maravillas'

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Uno de los pasajes más icónicos de la obra de Carroll es el momento en el que Alicia se hace gigante, otro es cuando se encoje. Estas escenas parecen haber puesto de manifiesto que el autor se basaba en su propia percepción al escribir estos relatos, según algunas teorías.

El síndrome de Alicia en el país de las maravillas, conocido en la jerga médica como micropsia, consiste en ver, de repente, objeto que son grandes, como por ejemplo un coche, como si fueran diminutos, por lo que se vería más como un coche de juguete. Pero también para al revés, que objetos más pequeños, como un tenedor, parecen demasiado grandes. El tenedor de la cena pasaría a crecer tanto que el que padece este síndrome descartará llevárselo a la boca. Otro de los síntomas es que pueden llegar a perder la noción del tiempo, es decir, pasar de una percepción lenta del tiempo a una más rápida o viceversa. Las distorsiones en las percepciones auditivas y táctiles también se presentan durante estos ataques.

Los ataques de este síndrome llegan sin avisar, pueden durar entre cinco minutos y una hora y son más frecuentes por la noche. Debido a este motivo es bastante difícil estudiarlo y aprender cuál es el mecanismo por el que funciona. Aún así, hay investigadores que también han observado este síntoma en pacientes que tienen migrañas, epilepsia o ante una infección por mononucleosis.

No se sabe a ciencia cierta si Carroll sufrió este síndrome, pero los expertos especulan con que no todo lo que escribió tiene por qué ser fantasía. Puede ser que él tan solo plasmara lo que sentía cuando tenía un ataque.

Amante de la microbiología

En su obra Carroll muestra su interés por lo grande y lo pequeño, no hay más que ver los cambios de tamaño a los que se somete la mismísima Alicia. Pero no solo le gustaba imaginar otros mundos con tamaños extremos en la ficción, sino que también disfrutaba con ello en la realidad. Por eso, compró uno de los microscopios más modernos de su época. Con él, se dedicabas a observar microorganismos como amebas y protozoos y también algunas larvas de insectos.

El microscopio de Leeuwenhoek que emergió del lodo y terminó subastado en eBay

Una obra con muchas matemáticas

El escritor británico disfrutaba mezclando sus dos grandes pasiones, de ahí que las matemáticas estén muy presentes en prácticamente todas sus obras literarias. En Alicia aparecen varias referencias al ajedrez, al que también era muy aficionado, y otros muchos guiños a las matemáticas. Buen ejemplo de ello es la descripción que se hace de su caída a través de la madriguera, que recuerda en cierto modo al concepto de límite matemático.

Cómo la Dama se convirtió en la pieza más poderosa del Ajedrez

Pero no solo las dos obras protagonizadas por Alicia contenían muchas matemáticas. También escribió títulos dedicados a divulgar esta materia, tanto para niños como para adultos.

Este es el caso de Euclides y sus rivales modernos, una obra de teatro que puede descargarse de forma gratuita en Internet Archive y que defiende Los Elementos de Euclides como el mejor libro de texto para aprender geometría.

Lógica para niños

“¿Cuál de estos dos relojes funciona mejor, el que da la hora exacta una vez al año, o el que nos indica la hora correcta dos veces al día? ‘El segundo’, dirían ustedes, ‘sin ninguna duda’. Pues bien, queridos lectores, presten atención”, planteaba Carroll en El juego de la lógica, un libro pensado para entretener al público infantil.

Al final, el escritor entraba en un bucle en el que el lector intenta dar una respuesta, pero se va contradiciendo. Este es un buen método para hacer a los niños pensar. Y, aunque más que matemática, la lógica se enmarcaba en aquella época en la filosofía, esto demuestra una vez más el ingenio de Carroll no solo para inventar historias sino también para hacer pensar a sus lectores.