Para muchas personas, aprender a conducir es toda una tortura. No hay más que ver los numerosos intentos que les supone a ciertos individuos sacarse el carnet. Sin embargo, parece ser que para las ratas este aprendizaje es todo un placer.

Es una de las conclusiones que se extraen del experimento realizado recientemente por un equipo de científicos de la Universidad de Richmond, cuyos resultados han sido descritos en New Scientist.

Ratas motorizadas

Estos investigadores, dirigidos por la profesora del departamento de psicología Kelly Lambert, querían saber cómo afecta al cerebro de las ratas aprender tareas nuevas, más complejas que las que se les enseñan normalmente.

Para ello, quizás recordando el quebradero de cabeza que es para algunos humanos, decidieron enseñarles a conducir. Lógicamente, no disponían de coches aptos para roedores, por lo que tuvieron que construir uno. Utilizaron un recipiente de plástico transparente, cuatro ruedas, un suelo de aluminio y tres barras que servirían como volante, ya que sujetándose a la del centro, la de la izquierda o la de la derecha, los animales podrían guiar el vehículo.

El coche se colocó en un circuito de arena rectangular, de unos cuatro metros cuadrados, en el que se colocaba una pequeña cantidad de cereales Froot Loops. Los animales no tardaron en aprender a conducir el vehículo hasta su ansiada recompensa, incluso cuando esta se iba cambiando de lugar y colocando cada vez más lejos.

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Los resultados del experimento mostraron que las ratas son más inteligentes de lo que podríamos creer y que tienen una gran plasticidad cerebral, pues se adaptan fácilmente al aprendizaje de tareas complejas. No obstante, ese no fue el único hallazgo que tuvo lugar. Por ejemplo, descubrieron también que conducir producía una intensa relajación en estos roedores. Lo hicieron al analizar los niveles en heces de dos hormonas: el cortisol, que se genera en mayor cantidad en situaciones estresantes, y la dehidroepiandrosterona, que actúa contrarrestando el estrés. Además, comprobaron que no era el simple hecho de pasear a bordo del automóvil improvisado lo que las relajaba, ya que el estrés era mucho menor en las conductoras, en relación con las que viajaban junto a ellas, como pasajeras.

Todo esto demuestra que, al igual que nosotros, las ratas también muestran un alto nivel de satisfacción cuando logran perfeccionar una nueva habilidad. En humanos, la confianza para alcanzar los resultados propuestos se conoce como autoeficacia y se asocia a altos niveles de bienestar. Por eso, dado que estos roedores se consideran un modelo animal muy útil para el estudio del aprendizaje humano, este hallazgo resulta especialmente importante.

El estrés también afecta a los animales, especialmente al pelo de los meloncillos

Pero el experimento no ha hecho más que empezar. Lambert y su equipo planean pasar a un segundo paso, consistente en comprender cuáles son las áreas cerebrales involucradas en que las ratas aprendan a conducir y, de paso, usar los resultados para investigar enfermedades como el párkinson, en el que las habilidades motoras y la conciencia espacial se ven fuertemente deterioradas.

De cualquier modo, cabe destacar que las ratas no tuvieron que compartir “carretera” con nadie, ni obedecer a señales de circulación, ni entrar en rotondas. Así se relaja conduciendo cualquiera.