El estreno de Cats en la gran pantalla ha traído consigo una enorme cantidad de críticas que la describen como la película más extraña y vergonzosa del año. Las figuras de rasgos gatunos convertidos por CGI —con los efectos inacabados en el momento del estreno— y la sinuosa dinámica de los actores hizo que más de uno se sintiera incómodo en la sala del cine.

Pero a pesar de lo extravagante que pueda resultar Cats, no es nada en comparación con otro musical de Andrew Lloyd Webber, Starlight Express. La obra trata sobre un niño que juega con sus trenes de juguete y, al quedarse dormido, sueña que los trenes cobran vida y empiezan a competir entre ellos. El protagonista es Rusty, un tren algo obsoleto que quiere ser el más rápido de la carrera para impresionar a Pearl, un tren femenino de último modelo

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Con esta premisa, similar en estructura al propio Cats —sí, cada tren se presenta con una canción que enumera sus cualidades—, da comienzo un torbellino de carreras, descarriles, canciones y ensoñación que termina con un enérgico final en el que los trenes se rebelan contra la imaginación del niño y deciden que no quieren volver a competir. Y todo ello con los actores montados sobre patines.

Webber pasó años dándole vueltas a esta idea. Inicialmente, quería poner en marcha una serie de animación para adaptar los cuentos infantiles de Thomas the Tank Engine, escritos por el reverendo W. Awdry y su hijo. Sin embargo, ningún estudio apoyó el proyecto y tuvo que dejar la idea en barbecho hasta 1981, cuando decidió escribir de forma definitiva Starlight Express.

Para entonces había recibido multitud de influencias musicales que lo habían llevado a querer escribir una historia sobre trenes a toda costa. Una de ellas fue su participación en una adaptación animada del clásico de la Cenicienta, pero a través de una alegoría mecánica en la que Cenicienta es una máquina de vapor y las hermanastras motores de diésel y eléctrico. Afortunadamente, este filme nunca vio la luz, pero fue el último impulso que necesitó Webber para sacar adelante su ansiado musical ferroviario.

Andrew Lloyd Webber | Evan Agostini

El compositor británico empezó a escribir las canciones con ayuda de Richard Stilgoe y el director Trevor Nunn, que los animó a llevar la producción un paso más allá, buscando el máximo espectáculo posible. La coreógrafa Arlene Phillips y el diseñador John Napier se unieron al equipo y, entre todos, montaron lo que sería la primera versión de este curioso musical.

A pesar del éxito de Cats, Starlight Express nunca gozó de la misma aprobación por parte de la audiencia, aunque sí se ganó la reputación de extravagante entre los asiduos al teatro musical. Entre otras cosas, por el detalle de que los intérpretes fueran patinando, lo que ocasionaba constantes caídas, colisiones y accidentes.

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Entre las más de cuarenta canciones originales de la obra, encontramos un curioso rap que abre el segundo acto y que ha sido reescrito en varias ocasiones para adaptarse a los nuevos tiempos. Por desgracia para Webber, no fue tan pegadizo como los temas rapeados de Hamilton. Su canción más popular es Starlight Express, en la que Rusty le reza a la deidad ferroviaria del mismo nombre para ganar la carrera.

“Cuando lo preparamos por primera vez, la gente pensó que estábamos locos”, comentaba Arlene Phillips a The Stage. A pesar de todo, la producción se mantuvo durante 18 años en el West End. Además, se fue de gira por los cinco continentes y llegó a tener incluso una versión sobre hielo en 1997 en Estados Unidos.

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Alemania, hogar predilecto de ‘Starlight Express’

La producción de Starlight Express ha recorrido un camino turbulento desde su primer estreno en 1984. Andrew Lloyd Webber nunca ha dejado de revisar el libreto, por lo que ha sufrido multitud de modificaciones a lo largo de los años. Actualmente, ni el show original de Londres, ni su corta trayectoria en Broadway siguen en producción. Pero Alemania parece haberle cogido cariño a la obra de Webber.

En 1988, la ciudad de Bochum acogió la obra del compositor británico en un auditorio construido específicamente para ello, al que llamaron Starlighthalle. Desde entonces, no han parado de representar la obra. Allí construyeron un espectacular escenario en forma de U, que consta de carriles a tres niveles de altura y en el que el público puede escoger asientos en el centro o alrededor de las vías. Durante los últimos 32 años, Bochum ha recibido a más de 15 millones de espectadores en el Starlighthalle para disfrutar de este peculiar musical.

Actualmente, la producción es muy distinta a aquel primer estreno en Londres, ya que ha sufrido las alteraciones de Webber durante décadas. La última, en 2018, sustituyó viejas canciones por otras nuevas y añadió nuevos personajes: un tren británico llamado Brexit y otro japonés llamado Manga. Además, algunos de los trenes pasaron a ser “gender-fluid”, es decir, que podían ser interpretados tanto por hombres como por mujeres.

Quien quiera asistir a la producción de Bochum deberá desembolsar entre 55 y 120€, pero esto no parece un problema en Alemania, donde el estreno de Cats ha sido uno de los más cuantiosos del mundo, solo por detrás de Estados Unidos, Reino Unido y Australia. Los musicales de Andrew Lloyd Webber están tan presentes en el imaginario popular que uno de los programas de entretenimiento del país contó recientemente con un número musical que aunaba ambas creaciones.

El presentador alemán Jan Böhmermann pierde un reto en el programa y tiene que vestirse de un personaje de Cats y meterse en una bañera llena de mostaza mientras canta la canción principal de Starlight Express junto al protagonista de la obra.

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El musical más peligroso del mundo

Un estudio llevado a cabo por la Universidad de Texas en 1996 coloca a Starlight Express como la obra de teatro más peligrosa del West End. Los actores deben actuar y cantar mientras patinan a casi 60 Km/h, según los productores de la obra.

Además, las carreras, choques y piruetas ocurren en tiempo real y sin apenas medidas de protección, por lo que los intérpretes sufren una media de tres lesiones por actuación. Es sin duda una de las obras más exigentes a nivel físico y sus protagonistas deben asistir a una escuela de patinaje antes de empezar a ensayar.

El estudio, que investigaba los riesgos en veinte producciones londinenses también tuvo en cuenta la inclinación del escenario en algunos teatros, que tienen cierta pendiente para mejorar la visibilidad del público. La Asociación para la Igualdad de los Actores de Estados Unidos ha recomendado que los escenarios se inclinen un máximo de 7,5%, además de instaurar un programa de fisioterapia para aliviar molestias de los actores. El escenario de Starlight Express se inclina un 10% con respecto al eje horizontal, lo que incrementa razonablemente el riesgo para el equipo.

A lo largo de las décadas, han sido varios los actores que han renunciado a su papel por las lesiones que estaban sufriendo. Frances Ruffelle tenía 17 años cuando empezó a actuar en la obra y, años después, confiesa que sigue teniendo “ansiedad y pesadillas” con participar en Starlight Express.

Su compañero Martyn Andrews corrobora sus miedos diciendo que solía acabar los ensayos llorando y con los pies “ensangrentados tras caerse un millón de veces”. Andrews es de los que ven el lado positivo y asegura que, al menos, “una vez que has hecho Starlight Express puedes hacer cualquier cosa”.

Después de conocer Starlight Express es probable que veamos Cats con otros ojos. La excentricidad de esta última adaptación, que ha sacado lo mejor y lo peor de la crítica especializada, parece un juego de niños al compararlo con la peligrosidad de este otro musical.