La neumoconiosis consiste en un conjunto de enfermedades pulmonares, producidas por la inhalación de polvo y la deposición de residuos procedentes de este, tanto en los pulmones como en los bronquios y los ganglios linfáticos. Es especialmente conocido el caso de la asbestosis, generada por el polvo de amianto, o la silicosis, muy frecuente en mineros y otros trabajadores expuestos a la liberación de partículas muy pequeñas de sílice.

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Ambas coinciden con otra, conocida como neumoconiosis de metales duros, en que la inmensa mayoría de afectados por ellas suelen ser trabajadores, cuyo oficio se centra en la manipulación de sustancias liberadoras de polvo. Estos metales duros hacen referencia a un gran número de materiales, aunque todos coinciden en la presencia en su composición de cobalto, de ahí que sea este el principal culpable del cuadro médico que producen. Precisamente por este motivo, los autores de un estudio recién publicado en European Respiratory Journal se sorprendieron al comprobar que un paciente, cuyos pulmones tenían las marcas típicas de la neumoconiosis, tuviese una profesión totalmente ajena a estos materiales. ¿Cómo podría haber llegado a esa situación? El responsable, sorprendentemente, se encontraba en su bolsillo, pues era el vapeador que utilizaba frecuentemente para el consumo de cannabis. Y no, el cannabis no tenía la culpa. Al menos no de esto.

Una situación para recapacitar

El tejido pulmonar de los pacientes con cualquier forma de neumoconiosis se caracteriza por la presencia de nódulos, resultantes de la sedimentación de unas células inmunitarias, conocidas como macrófagos, cargadas de polvo. Además, este procedimiento defensivo deja cicatrices que, junto a los nódulos, puede verse fácilmente en una placa de tórax o, más concretamente, a través del microscopio.

Por eso, los médicos que trataron a este paciente no tuvieron dudas de lo que se trataba. No obstante, necesitaban saber cómo se había producido. Al saber de su hábito de vapear, solicitaron analizar el dispositivo que utilizaba para ello. Al encenderlo y estudiar sus emisiones, comprobaron que el vapor liberado contenía cobalto, además de otros metales tóxicos, como níquel, aluminio, manganeso, plomo y cromo.

No es el primer estudio que encuentra estas sustancias perjudiciales en las emisiones de los cigarrillos electrónicos, pero sí es el único conocido en el que se asocian dichos aparatos con la aparición de este trastorno, reconocido como enfermedad profesional. Esto llamó la atención de sus autores, de ahí que hayan advertido en un comunicado que, quizás, se hayan dado otros casos similares y no hayan llegado a ser reconocidos como tales.

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Por otro lado, recuerdan que la investigación sobre el vapeo está menos avanzada que la realizada en torno al tabaco y que este es el motivo por el que se le conocen muchos menos perjuicios. Pero eso no quiere decir que no conlleve ninguno. Cada vez son más los estudios que apuntan a sus peligros, de momento a corto plazo. Será necesario esperar unos años para tener información más allá de eso; pero, dadas las circunstancias, podría no ser buena. Y eso es algo que los consumidores deben tener claro antes de comenzar a vapear con la falsa tranquilidad de estar haciendo algo seguro.