Hoy en día las campañas de concienciación sobre los peligros del tabaquismo son tan frecuentes y completas que muchos jóvenes han comprendido los riesgos que supone para su salud comenzar a fumar. Sin embargo, los hay que piensan que el peligro está solo en el tabaco, por lo que otras sustancias similares, como el cannabis, pueden consumirse sin miedo. Como mucho, pueden pensar en sus efectos psicoactivos; pero, al fin y al cabo, ¿quién no quiere un poco de euforia para animar la noche o sumirse en un estado de calma y evasión cuando todo parece torcerse?

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Esta es la concepción que muchas personas tienen del consumo de este tipo de sustancias. No obstante, fumar marihuana tampoco sale gratis a nuestra salud y, de hecho, según dos investigaciones que se presentarán el próximo fin de semana en las Sesiones Científicas de la Sociedad Americana del Corazón, el precio puede ser muy caro, también para los jóvenes.

Más accidentes cerebrovasculares

Este estudio, llevado a cabo por investigadores de la Universidad George Mason en Fairfax, de Virginia, formará parte de una de las presentaciones orales del evento. No obstante, también está prevista su publicación en la revista Stroke.

En él, los autores analizan una serie de datos provenientes del sistema de vigilancia de factores de riesgo de comportamiento (BRFSS) (2016-17), una encuesta transversal representativa a nivel nacional recopilada por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos. Concretamente se estudia el caso de 43.000 adultos, con edades comprendidas entre los 18 y los 44 años, de los cuales el 14% reconoció haber consumido cannabis en los 30 días previos a la realización de la entrevista.

La conclusión, al analizar el estado de salud de los participantes, fue que aquellos que consumían esta droga con frecuencia y también fumaban cigarrillos, convencionales o electrónicos, tenían una probabilidad de sufrir un derrame cerebral tres veces mayor que la de los que no tenían este hábito. Podría culparse de ello al tabaco, pero también comprobaron que los que solo fumaban cannabis, con una frecuencia superior a 10 días al mes, tuvieron una probabilidad 2’5 veces más alta que los que no tomaban nada.

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Por todo esto, los autores del estudio explican en un comunicado de prensa que los jóvenes con factores de riesgo, como la presión arterial alta, deberían ser informados por sus médicos de que el consumo de esta droga, que muchos creen inocua, puede incrementar sus posibilidades de sufrir uno de estos accidentes cerebrovasculares a edades tempranas.

Influencia sobre el ritmo cardíaco

Este estudio, que se presentará en uno de los pósteres del congreso, ha sido llevado a cabo por científicos del Hospital Griffin Memorial, de Oklahoma, a partir de datos de la Muestra nacional de pacientes hospitalizados de la Agencia de Investigación y Calidad de la Atención Médica.

En él se observa que las personas diagnosticadas con trastorno por consumo de cannabis tenían un 50% más de probabilidad de ser hospitalizados por una arritmia, en comparación con los no consumidores. A grandes rasgos, este trastorno define aquellas personas que consumen esta droga de forma continuada, a pesar del deterioro físico que esto pueda empezar a provocarles.

Los autores de esta investigación encontraron, además, que los efectos son más intensos en la población afroamericana; aunque, según las estadísticas, el consumo de cannabis es más común en hombres blancos jóvenes.
Uno de estos científicos, Rikinkumar S. Patel, ha recordado en el mismo comunicado que muchas arritmias son benignas, pero que otras pueden poner en peligro la vida del paciente. Además, explica que los efectos sobre el ritmo cardíaco varían en función de la dosis, pues si esta es baja se tiende a un aumento en este, mientras que si es más alta el corazón se ralentiza.

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De cualquier modo, ya sea taquicardia (ritmo acelerado) o bradicardia (ritmo ralentizado), lo que está claro es que el consumo de cannabis en jóvenes no es tan inocuo como la mayoría creen, y esto es algo que deberían tener bien claro. De hecho, los autores de ambas investigaciones han argumentado que ellos no pretenden que esta droga vuelva a prohibirse en los lugares en los que ya es legal, pero sí que se pongan restricciones a su consumo similares a las del alcohol.

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