Si nos paramos a pensar en cuál es nuestro primer recuerdo, es posible que sea uno muy muy lejano, de cuando éramos poco más que bebés. Sin embargo, la mayoría de expertos coinciden en que los humanos no podemos recordar escenas que tuvieron lugar antes de los dos o tres años. ¿Por qué las evocamos entonces en nuestra mente? Por lo general, la clave está en ese álbum de fotos que tu madre enseña a tus amigos y parejas la primera vez que los llevas a casa, o simplemente en que quienes vivieron aquel momento contigo siendo adultos te lo han contado tantas veces que has logrado hacer un dibujo muy aproximado de lo ocurrido en tu cabeza. De hecho, has creado un relato tan concreto de lo que ocurrió que crees que fue exactamente así, aunque probablemente la realidad no tuviera mucho que ver.

Esto es algo que no se aplica solo a la infancia. Buen ejemplo de ello es el del caso de Donald Thompson. En 1975, una mujer acusó a este psicólogo australiano de haberla violado, para abandonarla después inconsciente en su apartamento. El hombre tenía una coartada más que sólida, pues justo en el momento que tuvo lugar la agresión se encontraba grabando un programa de televisión en directo; en el que, paradójicamente, hablaba sobre el papel de los testigos oculares en un crimen. Miles de espectadores se convirtieron en sus propios testigos oculares, librándole de ser condenado por ello, pues la víctima insistía en recordar con detalle que él era el agresor. Más tarde se supo que ella había sido una de esas espectadoras y que la cara de Thompson había sido lo último que había visto antes de caer en manos del violador. Esto, junto al trauma de vivir una situación como aquella, le provocó tal estado de confusión que experimentó cómo se formaba en su mente un recuerdo falso.

Nuestra memoria no es una máquina

También en los 70, la psicóloga cognitiva Elizabeth Loftus demostró que se pueden modificar los recuerdos de una persona, simplemente haciendo sugerencias o preguntas muy concretas. Por ejemplo, en un primer experimento mostraba a un grupo de voluntarios una escena en la que se ve un coche rojo pasando un cruce en el que se encuentra una señal de stop. Tras visualizar esta imagen, se les enseñaba un vídeo en el que ese mismo vehículo atropellaba a una persona. Finalizada la película, Loftus hacía preguntas como ¿qué hizo el coche verde después de atropellar al peatón? o ¿qué pasó después de que el coche se saltara el ceda el paso? A pesar de haber visto claramente el color del coche y el contenido de la señal los sujetos recordaban un coche verde saltándose un ceda el paso.

Pero eso no es todo. Siguiendo técnicas similares, esta científica ha conseguido que los sujetos de experimentación creyeran haber vivido situaciones como pasar una noche ingresados por una infección de oído que se complicó, golpear un coche con el suyo dando marcha atrás, perderse en un centro comercial siendo niños o volcar una ponchera sobre los padres de la novia de una boda. Ni habían estado en una boda en la que ocurriera algo así, ni habían tenido accidentes similares con el coche ni jamás pasaron una noche en el hospital ni en ese centro comercial en el que supuestamente se perdieron. Aun así, recordaban con claridad haber vivido esas escenas.

Consejos para envejecer con buena memoria

Más allá de lo curiosos que resultan, estos experimentos son una herramienta clave para entender cómo funciona nuestra memoria, como bien ha explicado a Hipertextual el psicólogo y divulgador científico Ramón Nogueras. “Nos permiten ver que la memoria no se reproduce, sino que se reconstruye”, aclara al otro lado del teléfono. “Por eso yo me opongo a la comparación de que el cerebro es como un ordenador”. Además, el trabajo de Elizabeth Loftus es de gran utilidad en el estudio de enfermedades asociadas a problemas de memoria, como el alzhéimer o las amnesias.

Memoria reconstruida pieza a pieza

Aunque cada vez conocemos más sobre nuestra memoria, sigue entrañando muchos misterios que deben ser investigados. “Una de las estructuras más importantes en la formación de estos recuerdos son las engramas”, cuenta Nogueras. Se trata de grupos de neuronas que se activan ante la percepción de una información determinada. Tienen un papel esencial en un gran número de funciones, entre ellas la memoria, pues se ha observado que, una vez formadas, cuando se activan reproducen la experiencia subjetiva que generó el hecho que llevó a que se originaran. Sin embargo, parece ser que esta síntesis de conexiones no es inmutable, de ahí que no reproduzcamos los recuerdos como pequeñas películas almacenadas en nuestro cerebro (fallo ahí, Inside Out).

Esto es algo que el psicólogo entrevistado por este medio explica de un modo muy sencillo. “Imagina que estás viendo una serie”, ejemplifica. “Varias partes de tu cerebro, como las cortezas visual y auditiva, se activan para procesar la información que recibes. Sin embargo, cuando vas a contarle a un amigo un capítulo, aunque se activan las mismas áreas, la reproducción no es exacta”. Añade que es importante entender que la memoria es asociativa. “Hay un disparador que pone en marcha los recuerdos, pero cada vez se pueden activar diferentes imágenes o percepciones asociadas”.

Cómo borramos los recuerdos no relevantes y los cambiamos por nuevos

En definitiva, cada vez que recordamos, modificamos nuestros recuerdos, pues no son inmutables, al contrario de lo que solemos creer.

¿Se puede comparar con la hipnosis?

Elizabeth Loftus no es la única que ha llevado a cabo este tipo de experimentos. Por ejemplo, en 2002 la psicóloga Kimberley Wade puso en práctica un experimento en el que los sujetos debían mirar algunas fotos suyas de la infancia. Entre ellas, la investigadora había añadido un montaje, realizado con fotos llevadas por un familiar de los participantes, en el que se les veía subidos en un globo, con su padre. Pasada la fase de observación, todos se sometieron a una serie de entrevistas. En la primera un tercio de ellos ya contaba con detalles aquel viaje por los aires. En la tercera, cuatro semanas después, la cifra ascendió hasta la mitad.

Dados los resultados, podría decirse que lo que estas dos psicólogas hacen en sus experimentos es comparable a la hipnosis. ¿Pero sería esta una comparación adecuada? “En realidad, la hipnosis no es un estado alterado de la conciencia”, narra Nogueras. “Es un acuerdo entre el hipnotizador y el hipnotizado para que este último lleve a cabo actividades sugeridas por el primero”.

La hipnosis funciona, pero no como te piensas

Que pueda llevarse a cabo depende mucho de la persona y, además, es importante que haya cierta predisposición, todo eso sin olvidar que nadie haría hipnotizado algo que no haría normalmente en su vida. En el caso de los experimentos de Loftus y Wade, las personas que participaron en ellos no imaginaban que ellas iban a engañarles, por lo que acudían a las pruebas predispuestas a creer en lo que les contaran. “Puedes ver una foto tuya que en un principio no recuerdas, pero a veces las cosas se olvidan, ¿por qué iban a estar mintiéndome?”.

En resumen, todos estos experimentos sirven para demostrar que es posible moldear los recuerdos de un individuo, pero no consiguen los mismos resultados siempre, ya que depende de muchos factores, como la historia que se cuenta, el entorno o la susceptibilidad de la persona.

Recuerdos falsos en tu día a día

Los recuerdos falsos se forman continuamente, en realidad no necesitamos a una psicóloga que venga a “confundirnos” con sus preguntas. Por ejemplo, es algo que muchos hemos vivido al final de una relación sentimental. “En las últimas fases de una relación de pareja, las personas reescriben sus recuerdos para autoconvencerse de que todo ha estado mal desde el principio”, señala Nogueras. “En terapia he encontrado casos en los que un miembro de la pareja recriminaba al otro cosas que en realidad nunca ocurrieron, pero que recordaba con claridad”.

Ocurre lo mismo con la ideología política. Es común que una persona cambie mucho en ese aspecto a lo largo de su vida, pero a menudo si se le pregunta por su pasado no recordará haber opinado de otra manera. Esta es una forma inconsciente de dar consistencia a nuestra vida y a nuestra memoria.

Incluso, en cierto modo, el marketing juega con la memoria, aunque no exactamente de este modo. Esto se debe a algo conocido como priming atencional, por el cual preferimos aquello con lo que estamos más familiarizados. “El objetivo de los anuncios no es solo darte a conocer un producto”, argumenta el psicólogo. “Se busca una mayor exposición, porque eso te hace más proclive a comprar”.

“Por ejemplo, se han dado casos en los que la población ha preferido Pepsi en una cata a ciegas, pero al ser preguntados por sus preferencias han elegido Coca Cola, por tener una campaña de marketing más potente”.

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Está claro que nuestra memoria se moldea continuamente y que puede “engañarnos” en muchas facetas de nuestra vida. Ahora bien, una vez leído esto, ¿crees que todo lo que recuerdas ocurrió en realidad?

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